Edna Bonilla
16 Mayo 2024 05:05 am

Edna Bonilla

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La historia de la humanidad no podría ser comprendida sin la figura de un maestro o una maestra. Hemos entendido el mundo a partir de los diálogos entre educadores y alumnos como Sócrates, Platón y Aristóteles. Hemos aprendido que la pedagogía y la educación hacen posible la concreción de la libertad del ser humano. Maestros como María Montessori, John Dewey, Jean Piaget, Paulo Freire o Francesco Tonucci, nos invitan a pensar, imaginar y transformar el proceso de aprendizaje y la educación desde la niñez y a mantenerla a lo largo de la vida. Estos maestros colocaron en el centro del desarrollo cognitivo la libertad. Y en nuestras propias vidas, con seguridad recordamos con infinito aprecio a un “Profe” que marcó y orientó nuestras decisiones e intereses.

En mi caso, recuerdo nítidamente a la profesora Margoth que me enseñó a coger un lápiz; a las profesoras Lucy y Zoila que me mostraron la importancia de las matemáticas y la lógica, y gracias a ellas conocí el álgebra (sí, la de Baldor); a la profesora Jael que me enamoró de la historia; a la profesora Ana Hidaly que enseñaba geografía universal y colombiana a punta de mapas; a la profesora Gladys que me dio las primeras clases de contabilidad; al profesor Toñito que con sus clases de filosofía me enamoró de Simone de Beauvoir; al profesor Peñita que insistía en la importancia de cumplir las normas peatonales; o al profesor de francés, “Piquitos”, que nos enseñó a decir “oui”. Todos ellos sembraron en mis compañeras de colegio (Liceo Femenino de Cundinamarca) y en mí, una inquietud intelectual que nos ha acompañado durante toda la vida. 

No resulta sorprendente que sean las aulas de clases los espacios propicios para la creación, el debate y la socialización. En cada espacio escolar se encuentra un maestro o maestra, que con gran generosidad devela ante niños, niñas y jóvenes los grandes enigmas que siguen intrigando a la humanidad. Esta no es una tarea sencilla y los educadores merecen el máximo reconocimiento que podamos brindarles. Los padres de familia reconocen que el factor más importante para lograr un buen desempeño académico en sus hijos es “la forma en la que los maestros explican”.

Vivimos tiempos retadores en materia educativa. Hace escasamente tres años estábamos saliendo de una pandemia que dejó grandes dolores, lecciones y enseñanzas. Nos dio la oportunidad de resignificar el poder de la educación y nos recordó el valor de contar con maestros y maestras que nunca abandonaron a sus estudiantes. Hoy podemos ratificar que los colegios son espacios de formación integral, son nidos de sueños y de protección, apoyo e identificación de los riesgos a las que se enfrentan niños, niñas y jóvenes.

Colombia cuenta con 491.958 docentes aproximadamente, de los cuales el 88,9 por ciento son docentes de aula, el 8,1 por ciento directivos docentes, el 1,7 por ciento docentes orientadores y el 1,3 por ciento son de apoyo en aula y/o en labores administrativas. Del total de docentes, el 71,2 por ciento son maestros del sector oficial y el 28,8 por ciento del sector no oficial.  Así mismo, el 71,8 por ciento son maestros de las zonas urbanas y el 28,2 por ciento, lo son en las zonas rurales. El 66,1 por ciento son mujeres y el 33,9 por ciento son hombres. 

En términos de nivel educativo de los docentes (máximo grado obtenido), se observa que en el sector oficial el 38,1 por ciento son licenciados, el 48,2 por ciento tienen posgrado, el 7,2 por ciento son bachilleres,  el 6 por ciento tienen profesiones diferente a licenciados y el 0,6 son técnicos, tecnólogos, peritos o sin titulación. La situación en el sector no oficial es diferente. El 60 por ciento son licenciados, sólo el 8,4 por ciento tienen posgrado, el 11,3 por ciento son bachilleres, el 11,6 por ciento cuenta con una profesión diferente a licenciado y el 8,7 por ciento son técnicos, tecnólogos, peritos o sin titulación. Es decir el sector oficial, en términos generales cuenta con maestros más cualificados. 

Estos maestros y maestras merecen que sus condiciones laborales y académicas estén a la altura de los retos que les impone el momento que vivimos. La inmensa mayoría de los maestros son maravillosos y  necesitan un Estado que acompañe sus expectativas y procesos de crecimiento. La ley estatutaria, debería ser la oportunidad para avanzar significativamente en la calidad de la educación y eso, inexorablemente pasa por la cualificación de los docentes. La ley no modifica la calidad educativa, pero los buenos maestros sí lo hacen. Desafortunadamente, por ejemplo, el proyecto reconoce derechos de estabilidad laboral para los docentes, pero no plantea deberes, responsabilidades y oportunidades de manera explícita. No estimula el fortalecimiento académico de los docentes. No se preocupa por la calidad, vía cualificación docente. Si bien es cierto que los procesos de aprendizaje no son exclusivos del trabajo en la escuela, es necesario alinear los incentivos para que los maestros implementen buenas prácticas y dirijan sus esfuerzos a garantizar los propósitos normativos.

El trabajo de la Fundación Compartir “Tras la Excelencia Docente” de 2014, sigue teniendo vigencia. Allí se plantean una serie de iniciativas que parten de la necesidad de revisar la creación y mejoramiento de la calidad de los programas de licenciatura y el ofrecimiento de programas de nivelación para no licenciados. El país debe formar a quienes hoy ejercen la profesión, pero se deben incrementar los requisitos para ser docente, por ejemplo, un segundo idioma y ser magíster. Algunas otras iniciativas son: i) Fortalecimiento de las exigencias del registro calificado de programas de licenciatura, de manera que estén alineados con los parámetros establecidos como de alta calidad. ii) Reglamentación y certificación para los programas de pedagogía que deben cursar los profesionales no licenciados o exigir maestrías en educación. iii) Estímulo al ingreso de los mejores bachilleres a las licenciaturas vía, por ejemplo, becas y/o subsidios de sostenimiento para estudiantes que actualmente estén matriculados en programas de licenciatura. iv)  Condonación de créditos para los estudiantes de licenciaturas en programas de alta calidad si trabaja en el sector público durante un tiempo mínimo v) Estímulo a un programa de becas de posgrado con impacto en el aula. vi) Fortalecimiento del sistema de evaluación y ampliación de las fuentes para la evaluación, así como la obligatoriedad en la retroalimentación. viii) Acompañamiento integral a los docentes novatos durante los primeros dos años, con mentores que deben ser maestros sobresalientes, quienes deben tener un programa de capacitación. ix) Salario adecuado para los docentes. x) Creación de bonificaciones en especie sujetas a evaluación de desempeño o a prestación del servicio en zonas de difícil acceso. xi) Expansión de los premios a los docentes que existen actualmente y creación de nuevos premios y reconocimientos, que privilegien el trabajo grupal. xii) Plan de retiro voluntario anticipado atractivo para los docentes que cumplan requisitos y mejoramiento del relevo generacional. 

Hoy podemos agregarles varios elementos adicionales como el estímulo al trabajo en redes, la conformación de asociaciones disciplinares, las formación en pedagogías innovadoras, el trabajo socioemocional, entre otros.  Además, algo elemental, el sistema de salud de los docentes que cada vez muestra más fragilidades e improvisación. En casi todo, estamos fallando. 

Países como Finlandia, China, Singapur, Hong Kong, Canadá o Irlanda que tienen muy buenos indicadores en educación, han privilegiado la inversión en formación y cualificación docente. Ese debe ser el camino.  

Este testimonio de una estudiante del Colegio Camilo Torres de Bogotá, nos muestra lo que sienten los alumnos por sus maestros y maestras:

“Quiero agradecerles a los profesores por escucharnos cuando no tenemos buenos ánimos. Gracias por tener buena empatía hacia nosotros, haciendo que nuestros problemas sean los de ustedes. Quiero agradecerles por hacer que nosotros seamos unas mejores personas en el futuro. Gracias por tenernos paciencia, porque de pronto hay veces somos muy acelerados y ustedes son fundamentales en el proceso de controlar nuestras emociones”.

A veces quisiéramos cambiar la realidad. Un maestro solo no lo puede hacer. Sin embargo, generar en los estudiantes la pregunta oportuna, las luces para encontrar las respuestas, la ilusión por conocer, el sentimiento por respetar al otro y las ganas de construir un mejor país, son suficiente para homenajear y agradecer a cada uno de estos casi 492.000 seres maravillosos. 

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