Daniel Schwartz
20 Febrero 2023

Daniel Schwartz

Güerima

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A Héctor Mahecha le dicen Güerima, el nombre del pequeño municipio del Vichada en el que hizo su juramento para ingresar a la guerrilla de las Farc. Su familia había sido desplazada y, siendo aún muy joven, la vida lo llevó a empuñar las armas. Por un tiempo ayudó a los secuestrados, los alimentó, habló con ellos, les daba todo lo que necesitaran. Así conoció a Beatriz Echeverry. Betica, como él le decía, era una señora mayor que había sido secuestrada por las Farc durante un viaje en lancha. Güerima y Beatriz forjaron una relación poderosa, como la de una madre y un hijo: ella le hablaba de cualquier cosa y él la escuchaba, la cargaba cuando ya no podía caminar y le fabricaba agujas para tejer con el plomo fundido de las balas de su fusil. Ella respondió ese gesto tejiéndole un portafusil blanco.  

Luego de 600 días, Beatriz fue liberada. Güerima siguió en el monte. En 2016, tras el acuerdo de paz, Güerima dejó las armas. Beatriz murió en 2012, cuando apenas se iniciaban los diálogos. Güerima se entregó a la paz: participó de cuanto evento pudiera, pidió perdón una y mil veces por los errores cometidos, invitando también a que todas las partes reconocieran, comenzó un proyecto productivo de cannabis medicinal con excombatientes que, como él, fueron heridos en combate, y en la que participaban también familias víctimas del conflicto. En Icononzo labró la tierra, se enamoró, tuvo una hija y construyó una finca agroecológica, turística y autosostenible.

Beatriz dejó un diario de su secuestro. En ese diario, mencionó una y otra vez a Güerima, su bondadoso captor. Su hijo, Iván, es director de cine y quiso hacer un documental sobre su secuestro, tal como alguna vez su madre le había sugerido a Güerima. Junto con su hermano, decidieron emprender el mismo camino que recorrió su madre, imaginar su vida en la selva, su cansancio, el encierro. Por mucho tiempo buscaron a Güerima. Querían confrontarlo, pero también agradecerle. Iván creía que la relación de Güerima y su madre fue una suerte mutua en la desdicha. Finalmente lo encontraron y ese fue un cierre para ellos y para su película: él les pidió perdón, ellos le mostraron las agujas para tejer que él le había fabricado a Beatriz. Él les habló del portafusil que le tejió Beatriz.

Del otro lado, el documental de Iván Guarnizo sobre el secuestro de su madre, se estrenó en 2021. Participó en varios más de 35 festivales y ganó más de 23 premios alrededor del mundo. Con la presencia de Güerima, los Guarnizo lo presentaron en Europa. El documental significó para Güerima encontrarse con otros en el dolor, sin jerarquías, comprendiendo que el dolor del otro no es menos que el dolor propio.

Al regresar a su finca, Güerima comenzó a recibir amenazas por mensaje de texto. Lo felicitaban por su éxito en Europa, pero le advertían que a partir de ese momento era objetivo militar de las autodefensas del Tolima. Luego sufrió el primer atentado: pudo desarmar al agresor, inmovilizarlo y entregarlo a la Policía, que luego lo liberó. Después envenenaron a sus perros, destrozaron su camioneta y dispararon siete veces. Él logró identificar el carro desde el cual dispararon, pero la investigación nunca avanzó. Envió correos y puso denuncias. Le pidió un esquema de seguridad a la UNP, pero la respuesta fue lenta e insuficiente. Según él, si hubiera esperado la ayuda de esta institución, ya estaría muerto. 

Güerima no quería nutrir la lista de más de 350 excombatientes asesinados. Tan solo el año pasado fueron asesinados más de 42 firmantes del acuerdo de paz. En Bogotá, se acercó a la sede del partido Comunes a pedir el certificado de afiliación. El partido no le había respondido ningún correo y, cuando llegó a la puerta de la sede, no lo atendieron de la mejor manera y nunca recibió el certificado que había ido a buscar. Esto, según cuenta él, ha sucedido con varios excombatientes de las Farc que han pedido ayuda al movimiento que supuestamente debería protegerlos.

A Güerima y su familia no les quedó otra que abandonar el país. Aprovechando que la película volvería a presentarse en España, Güerima tomó la difícil decisión de quedarse allí de manera indefinida. Su vida en España es una tragedia más. Viven de la generosidad y en seis meses ya han vivido en más de siete casas. Su hija pequeña se montó en la película de que todos esos desplazamientos son como unas eternas vacaciones. Conseguir un alquiler es difícil porque los arrendadores cuelgan el teléfono cuando escuchan el acento suramericano de su posible inquilino.

Un profesor universitario se hizo amigo de Güerima y le ofreció estudiar cocina, uno de sus más grandes sueños de toda la vida, Güerima aceptó. A pesar de que sus manos fueron atravesadas por las balas, siempre ha sido un gran cocinero. Se va a graduar pronto y será el primer excombatiente con título de maestro en Cocina. “Si le cociné a la guerra, ¿cómo no le voy a cocinar a la paz?”, dice Güerima, quien, a pesar de las circunstancias, sigue siendo un convencido de la paz. 

Su deseo es volver a Colombia, cosa que por ahora es difícil, pues su proceso avanza con lentitud y la violencia aumenta contra líderes sociales y excombatientes aumenta todos los días. Hace poco asesinaron a Milton Rocha, exmilitante de la UP, líder político y campesino de San Sebastián de Buenavista, en Magdalena. Rocha es el líder social número 16 asesinado en lo que va de 2023, el número sobrepasa los 1.425 desde la firma de los Acuerdos de Paz en 2016. El domingo, Leyner Palacios, excomisionado de la verdad, denunció amenazas en su contra. Él, como Güerima, sabe que “una amenaza es la puerta al cementerio”. Y así, mientras algunos redimen sus vidas a la sombra de las balas, con voluntad, convicción y el deseo ferviente de construir un nuevo país, Colombia les sigue cerrando las puertas.

(Este es el link de la Vaki destinada a ayudar a Güerima y su familia. Toda ayuda cuenta: https://vaki.co/es/vaki/ayudemosaguerima)

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