Velia Vidal
7 Abril 2023

Velia Vidal

Hilar delgado

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Expresar públicamente nuestras posiciones sobre temas controversiales, mucho más en tiempos de redes sociales, fácilmente nos convierte en foco de insultos y críticas. A mí, que desde hace un tiempo decidí hablar siempre que puedo sobre racismo, esencialmente con un propósito pedagógico, pero en una sociedad que ha negado históricamente su profundo rechazo a afros e indígenas o que lo ha disimulado de innumerables maneras, me ha tocado recibir observaciones e insultos de todos los calibres; desde quienes posan de analíticos y respetuosos para señalarme de resentida, victimista, de “racista a la inversa”, o carente e empatía o sororidad hacia las mujeres blanco mestizas, hasta quienes usan todos tipo de palabras soeces. Cabe anotar que el rechazo se exacerba y los comentarios suben de tono cuando me refiero a personas o sectores con los que seguramente piensan que no debería meterme, ignorando que mi razón para elegir referirme a una u otra cosa es la oportunidad de aprendizaje para quienes genuinamente estamos interesados en cuestionar y desmontar las manifestaciones racistas en nuestra sociedad, especialmente en el arte y sus formas de representación, los medios de comunicación, los entornos educativos y la vida cotidiana, que son los espacios asociados a mi labor como escritora, ciudadana afrocolombiana y gestora cultural, donde convivo con esto y, quizá, puedo tener alguna incidencia positiva. Jamás elijo un tema dependiendo de quién ejerza el acto racista o del ruido y consecuente visibilidad que pueda generar alrededor mío.

Uno de los comentarios más recurrentes que extrañamente mencionan como algo negativo o problemático, es que hilo delgado o muy fino, que veo cosas donde aparentemente no las hay. Los más viscerales adjudican este supuesto error al tamaño de mis ojos o los exoftalmos que me heredó la enfermedad de Graves. “Es que ve de más con esos ojos tan grandes y brotados”, dicen.

Como promotora de lectura, que intenta formar lectores para que sean capaces de comprender y ver lo que hay mucho más allá de lo literal en cualquier texto, lo que esconden las palabras o las imágenes, no puedo más que sentirme halagada cada vez que me dicen que hilo muy delgado.

Desearía que el nuestro fuera un país capaz de hilar mucho más fino, de pensar detenidamente en sus manifestaciones culturales y en las formas como tratamos a los otros. Qué afortunado sería que, como haciendo joyas de filigrana, rearmáramos nuestro lenguaje pensando en lo mucho que este ha sido usado para destruir y minimizar a ciertos grupos de la humanidad. Valdría la pena desmenuzar las frases y hurgar detrás de ellas, porque regularmente son el reflejo de asuntos mucho más profundos.

Deberíamos mirar con respeto y atención, no con desdén, a quienes se toman el tiempo de pensar y luego escribir o emitir un discurso responsable compartiendo sus reflexiones, hiladas finamente, con quienes estamos dispuestos a escucharlos o leerles, sin que eso signifique estemos plenamente de acuerdo.

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