Luis Alberto Arango
5 Julio 2024 04:07 pm

Luis Alberto Arango

Hora de eliminar el impuesto al patrimonio

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El impuesto al patrimonio representa menos del 0,5 por ciento del recaudo fiscal anual, pero sus efectos negativos pueden impactar significativamente el recaudo tributario a mediano y largo plazo. Este impuesto, que ha sido eliminado en muchos países debido a sus consecuencias adversas, debe también ser eliminado en Colombia para no seguir perjudicando la inversión y el crecimiento económico.


En un entorno donde la competitividad fiscal es clave para atraer y retener capital, y donde la desigualdad es un problema endémico, la tentación de recurrir a medidas supuestamente redistributivas está a la orden del día.

“Se argumentó que el impuesto aumentaría el recaudo con el fin de redistribuir la riqueza, algo que hasta ahora no se ha demostrado".

Grandes patrimonios colombianos llevan dos años pagando y la Dian recaudando el impuesto al patrimonio, que revivió el Gobierno Petro en su reforma tributaria de 2022. Se argumentó que el impuesto aumentaría el recaudo con el fin de redistribuir la riqueza, algo que hasta ahora no se ha demostrado.

Revisando la experiencia internacional, el impuesto a la riqueza o al patrimonio ha traído más problemas que soluciones. De los 12 países ricos que en 1990 tenían un impuesto al patrimonio, nueve lo han eliminado debido a sus efectos negativos. Solo Suiza, Noruega y España lo mantienen. En Noruega, varios superricos han optado por trasladarse a Suiza, donde el impuesto es menos confiscatorio. En lugar de replantear el impuesto, el Gobierno noruego ha optado por imponer barreras a la salida de capitales, una medida que difícilmente puede considerarse amigable con la inversión y el espíritu empresarial.

En Colombia, el recaudo de este impuesto, en el escenario más optimista, no creo que supere los 1,2 billones de pesos en 2024, la misma cifra recaudada por la Dian en 2023. Una cantidad insignificante comparada con los 289 billones de pesos que se espera recaudar en total este año, según el plan financiero del Ministerio de Hacienda. Los números no mienten: el impuesto al patrimonio representará apenas el 0,42 por ciento del recaudo total, una gota en el océano fiscal.

El impacto va más allá de las cifras. Este gravamen, que oscila entre el 0,5 y el 1,5 por ciento de acuerdo con escalas del patrimonio gravable y que comienza con 3.388 millones de pesos, se ha convertido en un factor de desaliento para grandes patrimonios. En lugar de fomentar la inversión y la creación de empleo, el impuesto al patrimonio incentiva la fuga de capitales y la prevención a invertir en Colombia.

El impuesto al patrimonio en Colombia es una barrera que desestimula la inversión y el emprendimiento, convirtiéndose más en un símbolo de carga que en un pilar de equidad. La primera cuota del impuesto al patrimonio, correspondiente al 50 por ciento del valor total, pagada el pasado mayo a la Dian, alcanzó los 606.000 millones de pesos, una cifra apenas inferior a los 615.000 millones de pesos recaudados en el mismo mes del 2023. En el acumulado de enero a mayo de 2024, la suma fue de 643.000 millones, comparado con los 627.000 millones del mismo periodo en 2023.

Es frustrante para los grandes capitales pagar el impuesto al patrimonio y ver cómo cifras parecidas se malgastan en corrupción y costos innecesarios. Ejemplos recientes ilustran esta realidad: los escándalos de corrupción en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, con sobrecostos que oscilan entre los 16.000 y los 250.000 millones de pesos, la Casa Colombia en Davos que costó 4.500 millones de pesos, y el Ministerio de la Igualdad, que duplica algunas funciones de otras entidades del Estado y cuenta con un presupuesto vigente de 1,8 billones de pesos. 

Estos ejemplos de corrupción, gastos estériles, burocratización y aumento del tamaño del Estado, sin justificación, no solo erosionan la confianza en el uso adecuado de los recursos públicos, sino que también socavan cualquier argumento de que el impuesto al patrimonio es una herramienta efectiva para reducir la inequidad.

A pesar de su evidente baja contribución al fisco, el impuesto genera una desproporcionada antipatía entre los grandes capitales, quienes son fundamentales para la creación de empresas, generación de empleo y desarrollo económico. Las empresas no solo pagan el impuesto sobre la renta, que es significativamente mayor, sino que también, si hay un ambiente propicio para hacerlo, reinvierten sus ganancias en el país. Desincentivar las inversiones que hacen personas naturales en Colombia con un impuesto al patrimonio es, sin duda, contraproducente.

“Los emprendedores que arriesgan su capital y trabajo para crear riqueza y empleo se ven castigados por su éxito".

Desde una perspectiva filosófica, el impuesto al patrimonio se puede ver como una penalización al éxito. Los emprendedores que arriesgan su capital y trabajo para crear riqueza y empleo se ven castigados por su éxito. En lugar de fomentar un ambiente propicio para la creación de riqueza, el impuesto al patrimonio envía un mensaje para desincentivarlo, sugiriendo que el éxito financiero será penalizado con cargas tributarias adicionales.

“Este impuesto, con su baja recaudación relativa y alto costo en términos de aversión a la inversión empresarial, no justifica su existencia".

En Colombia, se necesita una reactivación económica que realmente invite a la inversión privada. La propuesta del Gobierno de reducir el impuesto de renta corporativo del 35 al 30 por ciento es un paso en la dirección correcta, pero debe complementarse con la eliminación del impuesto al patrimonio. Este impuesto, con su baja recaudación relativa y alto costo en términos de aversión a la inversión empresarial, no justifica su existencia.

El Gobierno Petro está evaluando mecanismos para reactivar la economía y proponiendo políticas que atraigan y retengan capital, fomenten la creación de empresas y promuevan el desarrollo económico. Sin embargo, enfrenta la paradoja obvia, ayudar a construir un futuro donde la riqueza se vea como un activo que beneficia a toda la sociedad, o como una carga que debe ser gravada, atacada y fuente de discursos políticos divisorios que promueven la polarización, el odio y de paso la inequidad.

La eliminación del impuesto al patrimonio sería una señal clara de que Colombia está abierta a los negocios y a la inversión. Sería un mensaje de confianza a los empresarios y a los ciudadanos que aspiran a un futuro mejor. El impuesto al patrimonio es un lastre para la prosperidad del país. Es un impuesto ineficaz y contraproducente. Es hora de eliminarlo y apostar por un modelo fiscal que promueva la creación de riqueza para todos y por extensión del bienestar de los colombianos.
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