
Hace pocos años estuve en una reunión en Vietnam, donde, convocados por el Banco Asiático de Desarrollo, se presentaban avances en criterios para el desarrollo de proyectos de infraestructura vial sostenible. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi cómo los ministros de Transporte de la región presentaban proyectos buscando la financiación para casos donde la observación de fauna fuera el elemento critico de valor agregado, con el fin de incrementar su potencial económico y de retorno de inversión. Con datos de poblaciones, rutas de migración, mapas de usos del suelo y modelos de conectividad ecológica, cada país presentaba sus proyectos, en los que, para mi sorpresa, las proyecciones viales se hacían en conjunto con los ministerios de Turismo y Ambiente, pues se proyectaban todos los desarrollos para el avistamiento de fauna, con casos increíbles como el de los pasos para elefantes, que incluyen estudios detallados de la etología de estas especies y sus formas de movilización.
Más recientemente, de visita por Costa Rica, vi como cientos de turistas van por la ruta costera, haciendo observación de fauna, incluyendo áreas urbanas, donde la infraestructura eléctrica ha desarrollado innovaciones en sus diseños para permitir la movilización animal por sus redes. Tuve la oportunidad de conocer el programa del Instituto de Energía Eléctrica de Costa Rica, en donde sus ingenieros y biólogos han desarrollado toda una serie de adecuaciones que permiten, a la fauna local, incorporar esta infraestructura en sus rutas de movilidad sin riesgo tanto para estas poblaciones, como para la red en sí misma. También puede visitar los modelos de pasos de fauna desarrollados por el Ministerio de Transporte en las autopistas perimetrales a la costa Este, donde la coincidencia de estos pasos, con los corredores ecológicos que conectan el litoral con la zona montañosa, están configurados por zonas forestales, reservas naturales y áreas de producción agroforestal que propician su funcionalidad. De nuevo, miles de turistas llegan a estos territorios atraídos por esta combinación de oferta de biodiversidad, servicios de turismo y conectividad vial con adaptación a las condiciones ambientales.
Ya en una conversación con el Ministerio de Transporte de ese país, nos encontramos con que detrás de estos desarrollos de infraestructura vial verde, y su implementación como política nacional, había una decisión que había tomado la Nación para desarrollar este modelo de desarrollo. Para ello había solicitado al BID establecer una oficina técnica adscrita al despacho del ministro, con el fin de diseñar los lineamientos de política, técnicos y financieros que permitieran el desarrollo del modelo. Años más tarde, y con la concurrencia de otras dependencias como el Instituto de Energía Eléctrica (¿alguna idea le suena a CODENSA o Minminas?) y el Ministerio de Ambiente, ese país dispone hoy de un importante ejemplo de desarrollo en el que concurren la planeación del uso del suelo y las inversiones en infraestructura y energía, conjuntamente con su desarrollo ecoturístico nacional.
En Colombia tenemos el imperativo ético, político y económico de impulsar una política de Estado en el mismo sentido. Todo el conjunto de vías nacionales tendrá que ampliarse en su capacidad –luego de ver el triste colapso este fin de temporada– y sus estándares de diseño técnico, incluyendo los lineamientos de infraestructura verde que aprobaron el Ministerio de Ambiente y el de Transporte, proyectando tanto los escenarios de variabilidad climática como los trazados y diseños que incorporen los modelos de conectividad ecológica del país, los estudios e inventarios de fauna, el desarrollo de pasos de fauna específicos por especies, la estabilización de taludes no sólo a punta de concreto sino con ‘revegetalización’, y el uso de la capilaridad hídrica como instrumento de conectividad. Y, por supuesto, la ampliación del derecho de via para la proyección de túneles verdes en los trazados.
En el lado del tema ecológico también habrá múltiples retos, pues significa poner en práctica criterios técnicos para la sostenibilidad ambiental y económica del país, en áreas de importancia climática. Los análisis de efectos acumulativos y sinérgicos deberán estar ponderados de manera prioritaria, frente a los de impactos directos en derechos de vía. Igualmente, la inclusión de túneles y viaductos como herramientas para facilitar la conectividad ecológica debe ser un criterio de priorización y el desarrollo de estudios de conectividad funcional, en escalas detalladas, debe ser un requisito para los estudios ambientales, pero también dentro de la línea de base de información de la Anla, las corporaciones y las Áreas Protegidas. La protección de ecosistemas no estará sólo en la regulación, sino en la promoción del desarrollo sostenible de la infraestructura.
Los municipios y gobernaciones tienen una tarea que requiere urgencia y mirada de largo plazo, y que corresponde al ordenamiento del uso del suelo alrededor de los ejes viales, que ha sido uno de los mayores factores de afectación sobre la infraestructura, en sinergia con eventos climáticos extremos. La idea de potreros ‘como mesa de billar’ al lado de las vías es un imaginario colectivo que debe extinguirse pronto, así como inversamente podríamos recuperar la presencia de especies amenazadas si logramos que los ‘túneles verdes’ sean apropiados colectivamente, en medio de iniciativas de turismo ecológico que dinamice las regiones. No es posible que el país ‘más megadiverso del mundo’ no sea un escenario de desarrollo económico basado en su biodiversidad, su infraestructura vial, su uso del suelo y su promoción del turismo ecológico. Eso es una tarea para las próximas décadas, pero hay que empezar desde ya la construcción del sueño.
