Gabriel Silva Luján
2 Junio 2024 03:06 am

Gabriel Silva Luján

La constituyente armada de Petro

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El presidente Gustavo Petro lanza con frecuencia propuestas que amenazan convertirse en una bomba atómica. La más reciente de esas ideas es la de convocar una constituyente. De pronto, aparentemente de la nada, da un giro diciendo que eso es un invento de medios y analistas, que él jamás se le ha ocurrido semejante cosa. “No he hablado aquí de una asamblea constituyente como repite una y otra vez la prensa”.

No es la primera vez. En muchas ocasiones parecería que el mandatario echa para atrás en sus ideas. Sin embargo, nunca cede en sus verdaderas intenciones. Esa actitud es parte de su formación leninista. Las derrotas no existen. Son meros aplazamientos de la victoria final. Para un país que quiere a su Constitución el anuncio del presidente de que no nos va a embarcar en un proceso constituyente fue un alivio. Otra locura más de Petro, dicen. Se equivocan. Su pretensión es que se baje la guardia. Petro no ha dejado un solo minuto de pensar en cómo llevar al país por ese camino.

Petro no ha cesado de buscar atajos jurídicos, políticos y de poder para llegar a legislar y gobernar sin las restricciones que impone la separación de poderes. La división de poderes públicos la lee como un obstáculo impuesto por las élites a la voluntad popular.

La filosofía política de Petro -quizás compartida por la de sus más cercanos contertulios nacionales y extranjeros- es más diáfana de lo que revela su alocada y contradictoria metralleta de trinos y discursos. Y se resume en algo muy simple: la democracia con su división de poderes es solo legítima en la medida en que acate la voluntad del caudillo. De no ser así existe una especie de “back-up” que es el poder popular que como constituyente está por encima de las instituciones.

No en vano ha enviado a sus huestes a intimidar al Congreso. No en vano ha dicho que de no cumplirse su mandato de cambio el poder constituyente se movilizará para imponer su voluntad. “Poder constituyente es poder del pueblo, es capacidad de decisión y organización. Es poder decirle a toda la sociedad colombiana que el pueblo tiene poder. Hay quienes ahora le tienen temor a la palabra democracia, incluso creen que la democracia no es el pueblo, que se destruye la democracia si se convoca al pueblo a expresarse, a movilizarse, a organizarse y a tener poder… Aquí yo estoy hablando de un poder constituyente, no confundan el objetivo con los medios. El poder constituyente es poder del pueblo, es capacidad de decisión, es capacidad de organización”.

La asamblea constituyente es entonces una nimiedad, es un requisito, es un medio más de los muchos para que el pueblo pueda ejercer su soberanía. Por eso amenaza al Congreso que si no permite por las vías institucionales la convocatoria al pueblo, él se encargará de hacerlo a su manera. En esa versión, ¿cuál es el poder constituyente?  Pues el que defina y designe Petro. Aquel que le marchó en las calles el primero de mayo. Según el presidente, a un país de cincuenta millones de ciudadanos lo pueden representar cuatro gatos, un puñado de grupos convocados a dedo, todos aquellos que sean afectos al Pacto Histórico, y que vienen envueltos en una bandera espúrea de ser los voceros de los sectores populares.

Esta es la versión populista y fascista del ejercicio de la “voluntad popular”. Es un corporativismo disfrazado de pueblo, en el que los “gremios” populares son los que acepta y reconoce el caudillo como representante superior de la voluntad popular. Será muy difícil que la ciudadanía permita que esta estrategia se implemente impunemente.

Colombia no es extraña a las guerras civiles generadas por la imposición de una constitución partidista al resto del país. El presidente Petro, como buen leninista y exguerrillero, sabe que un proceso como el que quiere emprender -que violenta las bases institucionales del país- no lo logrará sin una capacidad real de ejercer el uso de la fuerza. Y a eso no se le miden las Fuerzas Armadas.

Para superar ese desafío el Gobierno ha encontrado en los grupos guerrilleros y criminales un respaldo unánime a su proceso constituyente. Obviamente, cualquier coyuntura en que se amenace la estabilidad institucional les favorece. Ese respaldo se puede traducir en una campaña armada en favor de la constituyente y el proyecto petrista. Así lo ha solicitado el senador Wilson Arias expresamente. Hizo un llamado para que los grupos guerrilleros en todas sus denominaciones sean los defensores armados del proyecto del Pacto Histórico.

También el Gobierno ha desarrollado unas milicias las cuales activa a discreción. El paramilitarismo popular que ha puesto en marcha ha sido ya convocado en varias ocasiones. La primera línea, las guardias campesinas, indígenas y demás organizaciones han servido para intimidar al Congreso y para recordarle a la ciudadanía que el caos es un arma a discreción de la Casa de Nariño. Y no serán los únicos defendiendo la iniciativa constituyente. Sobre ese golpe de mano contra la Constitución de 1991 convergerán también muchos otros bandidos, terroristas, políticos corruptos, paramilitares y guerrilleros. No por sus ansias de transformaciones sociales. No por su interés de que Petro pueda cumplir con su mandato de cambio. La explicación es el que el verdadero propósito del proceso constituyente de Petro es la impunidad. 

Así lo ha dicho el propio presidente, el mismo que juró defender la Constitución: “Un poder constituido (léase la Constitución de 1991) jamás llegará a un perdón social general. Eso es solo el atributo del poder constituyente: el poder del pueblo. Es una oportunidad, la de hoy”. Que no digamos después que no sabíamos qué quería Petro y a qué estaba dispuesto para lograrlo.

Twitter: @gabrielsilvaluj

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