Velia Vidal
21 Enero 2025 03:01 am

Velia Vidal

La desgracia de una tragedia

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Pasé mala noche. Me costó quedarme dormida y, cuando lo logré, tuve sueños espantosos. Nos perseguían muchos hombres de un grupo armado, decíamos que eran los paracos, pero no estábamos seguros. Los hombres tenían fusiles y pañuelos negros cubriéndoles el rostro. Finalmente me alcanzó un grupo de ellos, uno me tomó del brazo y entre todos me interrogaron: preguntaron por mi familia, mi oficio. Respondí con calma, pero me entró un miedo terrible porque sabía que alcanzarían a mi esposo y él, quizá, no iba a saber qué responder. Cuando me dejaron, aparentemente tranquilos con mis respuestas, empecé a llamar desesperadamente al celular de mi marido, pero él no contestaba. Yo repetía en voz alta lo que él debía decirles, y estaba en esas cuando desperté. Me sentía agitada y con muchas ganas de orinar. 

Después volví a mi cama y dormí en aparente calma, pero esta mañana me desperté triste. Me costó levantarme con la energía de todos los días. Me tomé un tiempo, tumbada aún, para tratar de establecer qué me había llevado a ese sueño y esa angustia. Entonces recordé que anoche, antes de desconectarme e irme a mi cuarto, le pedí a la IA de X que me diera información sobre lo que estaba pasando en el Catatumbo. 

Recurrí a una inteligencia artificial para informarme sobre la crisis actual de esta región de Colombia en la frontera con Venezuela, porque todo lo que había leído hasta el momento era difuso, superficial y, en algunos casos, inverosímil. Ahora, leyendo las publicaciones recientes de la Defensoría del Pueblo, veo que la IA se quedó corta y que los hechos, quizá por impresionantes, me parecían inverosímiles.

Hasta el dieciocho de enero, la Defensoría afirmó: alrededor de 60 personas han muerto de manera violenta en Convención, Ábrego, Teorama, El Tarra, Hacarí y Tibú. Entre las personas asesinadas se encuentran siete firmantes de paz y el líder Carmelo Guerrero, de la Asociación por la Unidad Campesina del Catatumbo (Asuncat). Se reportan confinamientos en los mismos municipios. Algunas personas han sido rescatadas, otras han salido en caravanas terrestres, motorizadas o fluviales. 

Muchas personas, entre ellas firmantes de paz, líderes sociales y sus familiares, e inclusive niños y niñas, enfrentan un riesgo especial de ser secuestradas o asesinadas debido a los señalamientos del ELN. 

Ellas han solicitado su rescate y se han adelantado algunos operativos exitosos para ese fin. Sin embargo, muchas siguen sin que hayan podido ser rescatadas y están huyendo y refugiándose en las montañas.

Se tiene noticia del secuestro de tres firmantes de paz en Convención y Teorama.
El pasado jueves, 20 personas fueron secuestradas, 10 de ellas mujeres. De estas, 17 seguirían secuestradas. Doce fueron secuestradas extorsivamente para obtener dinero.

Hoy, 20 de enero, informaron que en cuatro días se han reportado al menos 11.000 personas desplazadas en Tibú, Ocaña y Cúcuta.

La situación es realmente dramática. Pero esta tragedia tiene una desgracia adicional derivada de la irrelevancia que históricamente han tenido ciertos territorios en nuestro país, así como de la fatídica coincidencia de esta crisis con la posesión de Donald Trump, con el inicio del cese al fuego en Gaza junto a la liberación, tras los acuerdos, de las primeras tres mujeres israelíes que estaban secuestradas, y con los cambios en el gabinete presidencial.

Es una desgracia que la tragedia que está viviendo el Catatumbo no sea lo que a esta hora ocupa las conversaciones, las noticias, las tendencias en las redes sociales y hasta los sueños de quienes pueden actuar y de todos quienes estamos en la escena pública. Ya se habla de casi un centenar de muertos y, tal como lo cité, las personas desplazadas superan las once mil. 

Es cierto que son muchas cosas al tiempo, pero tendremos que ser capaces de alzar la voz por cada una de estas cosas. La tragedia del Catatumbo está ocurriendo ante nuestras narices y se trata de miles de colombianos a quienes su vida les está cambiando para siempre, y quienes no se podrán despertar mañana y decir que no fue más que un mal sueño. 

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