Luis Alberto Arango
19 Julio 2024 03:07 pm

Luis Alberto Arango

La dignidad en el fútbol colombiano

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La reciente detención del presidente de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), Ramón Jesurún, y su hijo, tras un altercado en Miami, resalta una contradicción profunda: mientras los campamentos de verano de la FCF enseñan ética, normas de conducta y control emocional, sus líderes parecen olvidar estos valores fundamentales.


Recientemente, una amiga me habló con entusiasmo sobre la experiencia de su hijo en el campamento de verano de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF). Él disfrutó enormemente no solo de los aspectos físicos, tácticos y estratégicos del deporte, sino también de las actividades que abordaban la inteligencia emocional, las normas de conducta y la ética. En el campamento de la FCF, los jóvenes no solo aprenden a meter goles y a defender en el campo, sino también a controlar sus emociones con inteligencia para evitar comportamientos antideportivos dentro y fuera de la cancha. Este programa, que pretende formar deportivamente e inculcar valores fundamentales en los futuros jugadores, resulta una contradicción cuando se considera el comportamiento reciente de los líderes de la misma institución.

“El incidente ocurrió después de la final de la Copa América de la noche anterior y afectó tanto su reputación personal como la imagen de la Federación que preside”.

En la madrugada del 15 de julio, el presidente de la FCF, Ramón Jesurún, y su hijo, Ramón Jamil, fueron detenidos en Miami tras un altercado con las autoridades. El incidente ocurrió después de la final de la Copa América de la noche anterior y afectó tanto su reputación personal como la imagen de la Federación que preside. Durante una disputa con varias personas, en su mayoría guardias de seguridad del estadio Hard Rock de Miami, y una mujer, se produjeron agresiones físicas y verbales, lo que llevó a la intervención policial. Como resultado, los Jesurún pasaron la noche en el Centro Correccional Turner Guilford Knight de Miami y enfrentan cargos por delitos graves y menores. Hoy están libres y a la espera de que se inicie el proceso judicial en su contra.

Colombia perdió el partido contra Argentina por un gol, pero su dirigencia perdió por goleada, debido a que no hay otra forma de describir que el presidente de la FCF y su hijo hayan pasado una noche en la cárcel, después del partido, acusados de cargos de agresión contra empleados del estadio. Estos hechos no pasaron desapercibidos para la prensa deportiva mundial y la noticia fue publicada en los principales medios de los Estados Unidos y del mundo.

La situación resulta especialmente relevante cuando consideramos la alta dignidad que emana del cargo de presidente de la FCF. Este puesto, como otros de alto perfil, no solo exige competencia técnica y administrativa, sino también un comportamiento ejemplar que refleje los valores que la institución promueve. La dignidad de un cargo conlleva realce y excelencia. En pocas palabras, su comportamiento como presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, miembro del consejo de la Conmebol y representante de esta última organización ante la FIFA, se debe ejercer con decoro y con un conducta, personal y profesional, libre de tachas. La dignidad de un cargo no es una mera formalidad; es el reflejo del respeto y la ética que se espera en las actuaciones públicas y privadas de quien lo ostenta.

El caso de Ramón Jesurún es un recordatorio de cómo la falta de autocontrol y la ausencia de respeto por los principios básicos de conducta pueden desacreditar años de trayectoria. Su carrera, marcada por importantes logros en el fútbol colombiano, enfrenta ahora una sombra difícil de disipar. En cualquier empresa o entidad con una sólida cultura ética, un incidente de esta magnitud habría resultado en la inmediata solicitud de renuncia del implicado, pues la dignidad no solo representa a la persona sino particularmente al cargo y a la entidad que dirige. Sin embargo, en el ámbito del fútbol colombiano, hemos visto una muestra de solidaridad mal entendida, con la Dimayor y otras entidades expresando su apoyo a Jesurún, a pesar de su comportamiento reprobable. Se destaca como defensa central el comunicado oficial de la FCF, que ofrece su versión de los hechos utilizando eufemismos y frases adornadas para justificar el mal comportamiento de su presidente.

“La integridad y la dignidad deben ser defendidas con el mismo vigor que se emplea en lograr éxitos deportivos”.

Entiendo la solidaridad y empatía en aras de acompañar a quien cometió un error serio en su comportamiento, pero otra cosa es dar un respaldo institucional e incondicional a líderes que han fallado en su deber de ejemplaridad, pues envía un mensaje equivocado a la sociedad. Más allá de los méritos acumulados, es imperativo que quienes ocupan cargos de alta responsabilidad comprendan que sus acciones tienen repercusiones que van más allá de lo personal. La integridad y la dignidad deben ser defendidas con el mismo vigor que se emplea en lograr éxitos deportivos.

“…este desafortunado incidente pondrá a prueba la aplicación del código disciplinario de la Confederación Sudamericana de Fútbol”.

Paralelamente a enfrentar la justicia norteamericana, este desafortunado incidente pondrá a prueba la aplicación del código disciplinario de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) por parte de sus órganos judiciales. Uno de sus oficiales actuó de una manera que podría constituir varias infracciones a los principios de conducta establecidos en dicho código, lo que podría conllevar sanciones disciplinarias y económicas si se le halla responsable. De manera similar, la Federación Colombiana de Fútbol (FCF) enfrenta el mismo desafío con su propio código disciplinario. ¿Podrán la dirigencia suramericana y colombiana cumplir con la aplicación rigurosa de los códigos que han redactado con tanto cuidado y detalle, o serán simple letra muerta?

Estos hechos, aunque bochornosos, nos invitan a reflexionar sobre la importancia de la inteligencia emocional y la responsabilidad en el ejercicio del liderazgo. La capacidad para manejar emociones y situaciones de estrés es crucial no solo en el deporte, sino en todos los ámbitos de la vida profesional.

Los campos de verano de la FCF, además de enseñar destrezas técnicas y fomentar el acondicionamiento físico, se destacan por su enfoque en la ética y la conducta, ofreciendo a los jugadores herramientas y habilidades para ser personas íntegras dentro y fuera de la cancha. Sería deseable que los directivos de la Federación también participaran en estas formaciones, para recordarles la importancia de predicar con el ejemplo.

El fútbol colombiano necesita líderes que no solo impulsen el desarrollo deportivo, sino que también encarnen los valores de respeto e inteligencia emocional que se les enseña a los jóvenes. Ramón Jesurún debería considerar dar un paso al costado, no solo como un acto de responsabilidad personal, sino de dignidad, la misma que olvidó que ostentaba representando al fútbol colombiano. Es un gesto necesario para restablecer la confianza en la institución que representa y en la dignidad que significa el cargo de presidente. Así podemos aspirar a un futuro donde el fair play y la integridad no sean solo lemas vacíos, sino realidades vividas y ejemplificadas por quienes están en la cima.

Las escuelas deportivas de la FCF deben seguir siendo valiosos espacios para que los jóvenes deportistas se capaciten y, ahora por cuenta de estos hechos, para que los dirigentes deportivos recapaciten.


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