
Muchas de las promesas electorales de Trump en materia económica han sido calificadas por el premio nobel de economía, Paul Krugman, como “economía vudú”, es decir propuestas de política irreales o simplistas, que se supone tienen efectos mágicos o milagrosos en la economía sin tener en cuenta los riesgos involucrados ni los efectos colaterales.
No es la primera vez que se utiliza el término para calificar programas económicos. El nombre se les dio a las propuestas del candidato Ronald Reagan en 1980. Lo curioso es que la crítica no la hicieron liberales demócratas, sino su copartidario republicano George H Bush (padre), con quien competía en las primarias de ese partido.
Para “hacer grande a América otra vez” (MAGA, por sus siglas en inglés), Trump ha prometido bajar los precios, crear un millón de empleos y reducir los déficits gemelos, el fiscal y el externo.
Estos objetivos son impecables y cualquier gobierno sensato del mundo los buscaría. El problema son los instrumentos que se proponen para MAGA, entre los cuales los más destacados son los aranceles a las importaciones, el recorte de impuestos a los ricos junto con recorte de programas públicos, la deportación de millones de inmigrantes y el aumento de la producción de petróleo. Es posible que estas amenazas no sean sino otras de las tantas mentiras de Trump y nunca se concreten, pero vale la pena analizar qué pasaría si las hace realidad.
Aranceles que pagan los consumidores
Los déficits gemelos (el fiscal y el externo) de Estados Unidos son enormes. El fiscal llegó el año pasado a más de 1,8 billones de dólares (de los nuestros) y el comercial a casi 900.000 millones. Como porcentaje del PIB equivalían a 6,4 y 3 por ciento, respectivamente, lo que para cualquier otros país implicaría una intervención del FMI.
A pesar de que en el discurso inaugural Trump afirmó que el gobierno BIden había dejado quebrada la economía, la verdad es que este último hizo un buen trabajo para arreglar lo que recibió de Trump, que si fue un verdadero desastre: en 2020, un déficit fiscal de 15 por ciento del PIB y un déficit comercial de 5 por ciento del PIB. Los de 2024 continúan siendo altos, pero mucho menos que en el gobierno anterior.
Lo que pronostican los analistas es un empeoramiento en los dos frentes por la anunciada reducción de impuestos a los ricos que quiere hacer Trump para MAGA y que va a ser aprobada, con entusiasmo, por un Congreso dominado por los republicanos.
La receta de recortar impuestos con la esperanza que esto acelere el crecimiento y genere mayor recaudo tributario que disminuya el déficit fiscal, es el ejemplo clásico de la ‘economía vudú’, que ha fracasado y ha llevado a grandes aumentos del déficit fiscal y la emisión de deuda pública, lo que presionará la subida de la tasa de interés y atraerá flujos de capitales hacia el país. La consecuencia final será el fortalecimiento del dólar, que hará más atractivas las importaciones y menos competitivas las exportaciones, empeorando el déficit externo.
La magia que ahora propone MAGA para solucionar los dos problemas es una sola: subir aranceles a las importaciones. La propuesta es agresiva: un arancel general de 10 por ciento a todas las importaciones, 25 por ciento a las provenientes de México y Canadá y 60 por ciento a las de China. Trump dice que este arancel es un impuesto que pagarán los extranjeros y que estos mayores ingresos reducirán el déficit fiscal.
Los mismos asesores del convicto presidente reconocen que es una medida imposible de aplicar, porque generaría retaliaciones de todos los países y golpearía el comercio mundial con grandes prejuicios para esa nación.
Pero aún si se lograra imponer estos aranceles, es un gran error pensar que es un impuesto que pagarán los extranjeros; por el contrario, es un sobreprecio que pagarían los consumidores norteamericanos en los bienes importados, o en los domésticos que utilizan materias primas importadas. En otras palabras, presionarían la inflación en contra de la otra promesa de bajar los precios.
Deportar inmigrantes no crea nuevos empleos
Los aranceles a las importaciones también podrían servir para crear un millón de nuevos empleos, pero ya se vieron los problemas que tienen; no obstante, hay otra política de MGA para lograrlo y es deportar a un millón de inmigrantes indocumentados que “le están quitando los puestos de trabajo a los verdaderos norteamericanos”.
Lo primero que debe decirse es que no parece factible cumplir esta promesa en un país con una tasa de desempleo de 4 por ciento, que es cercana a los mínimos históricos y por supuesto mucho menor que la registrada en 2020, que era de 8,1 por ciento. Para efectos prácticos, aunque un 4 por ciento de la fuerza de trabajo no consiga empleo, esta tasa se considera casi de pleno empleo.
En efecto, en la economía de Estados Unidos un 4 por ciento de desempleados es lo que los economistas llaman la “Tasa Natural de Desempleo”, es decir el número de personas que aún en una economía a plena marcha no consiguen trabajo por desajustes entre las habilidades de los trabajadores y los requerimientos de las empresas, u otras causas de fricciones en el mercado laboral.
Lo que si sería posible es la sustitución de trabajadores tratando de llenar las vacantes que dejarían los millones de inmigrantes ilegales deportados –si lo lograra hacer– con inmigrantes antiguos ya legalizados. El problema es que esos que hoy se consideran nativos no están dispuestos a trabajar por los bajos salarios que les pagan a los chicanos y sudacas.
Lo que anticipan los analistas es que, si se producen las deportaciones masivas prometidas por MAGA, se generará una gran escasez de mano de obra en aquellos sectores que hoy los ocupan como la agricultura o la construcción. En Los Ángeles ya hay señales de escasez de trabajadores para reconstruir las áreas de la ciudad destruidas por los incendios.
En estas circunstancias, o se cae la producción por falta de trabajadores o tienen que subir los salarios para atraer a los verdaderos norteamericanos a esos trabajos. De nuevo, en ambos casos, el resultado sería un aumento de la inflación bien sea por una reducción de la oferta de alimentos o por un aumento de los costos que las empresas trasladarían a los precios para los consumidores.
En economía no hay magia, ni vudú, ni almuerzos gratis. Va a ser muy difícil que Trump cumpla sus promesas económicas, pero el hechizo de la redes sociales le permitirá seguir mintiendo con impunidad.
