Cuando estudié desarrollo económico me topé con una triste realidad: no existe una fórmula mágica para el crecimiento económico de un país. Existen causas probables, a lo sumo, y unos mínimos necesarios para crecer. En Latinoamérica hemos buscado esa fórmula mágica, y nos frustramos al ver cómo nuestros pares del sudeste asiático parecen haberlo logrado, mientras nosotros no.
En los 90, creíamos que la clave era la estabilidad macroeconómica: mantener las cuentas del país equilibradas, no gastar más de lo que teníamos y evitar endeudarnos en exceso. Pero no fue suficiente. Después apostamos por abrir nuestras economías (aunque en realidad no fue tan así, como explicaré más adelante), y tampoco nos funcionó. Y hasta el día de hoy seguimos en la búsqueda de la fórmula mágica del crecimiento.
Creo que llegó la hora de abandonar esta búsqueda sin fin. Debemos aproximarnos al problema del crecimiento desde un punto de vista que analiza los principales obstáculos que enfrenta una economía desde los datos. Esta es la propuesta del “growth diagnostics”, diagnóstico de crecimiento, desarrollada por Ricardo Hausmann y Dani Rodrik de Harvard, entre otros. La aproximación es la siguiente: imaginemos un barril lleno de agua al que se le escapa el agua por diferentes agujeros. El crecimiento económico es llenar el barril, y el diagnóstico de crecimiento se enfoca en identificar los agujeros más grandes para taparlos y, poco a poco, llenar el barril.
El año pasado, con unas compañeras hicimos este ejercicio para Colombia, y lo que encontramos parece obvio, pero no se discute lo suficiente. Nuestro diagnóstico fue que Colombia es un país donde hacer negocios es difícil y las empresas enfrentan barreras que frenan su crecimiento orgánico. Esto explica por qué el 95% del tejido empresarial está compuesto por pequeñas empresas, y también explica, en gran medida, el alto nivel de informalidad. En Colombia, las empresas enfrentan unas barreras a su crecimiento y no pueden absorber toda la fuerza laboral, resultando en que muchos colombianos terminan excluidos del mercado laboral formal. Por ejemplo, las grandes empresas pagan relativamente menos impuestos que las pequeñas, probablemente porque tienen más recursos para navegar un sistema tributario complicado. También encontramos que en Colombia el nivel de concentración empresarial es alto en comparación con sus pares latinoamericanos, y las barreras al comercio internacional siguen siendo significativas, como lo señala un libro reciente de Fedesarrollo. No en vano Colombia tiene uno de los costos de entrada más altos en el ranking de Doing Buisness del Banco Mundial (Ver gráfico).
¿Qué tiene esto que ver con el crecimiento económico? Pues que las pequeñas empresas suelen ser menos productivas e innovan menos. Esto impide que el país diversifique sus exportaciones hacia productos más complejos, aquellos que requieren más conocimiento y tecnología avanzada. Según la teoría de la complejidad económica de Ricardo Hausmann, hay una fuerte correlación entre la complejidad de las exportaciones y el crecimiento económico. En Colombia, no hemos logrado diversificarnos hacia estas exportaciones más complejas; el 60% de nuestras exportaciones sigue siendo productos primarios como petróleo y carbón. Nuestra hipótesis es que esto se debe a las barreras al crecimiento orgánico que enfrentan las empresas colombianas, lo que impide que se conviertan en compañías más grandes, productivas y que innoven.
Entonces, ¿qué hacer? En Colombia, debemos eliminar estas barreras al crecimiento orgánico de las empresas. Esto es fácil decirlo, pero eliminar estas barreras no está en el interés de ciertos actores económicos que prefieren evitar la competencia. Tal vez, en lugar de intentar grandes reformas estructurales, que son difíciles de implementar, deberíamos comenzar con pequeños pasos; por ejemplo identificando y eliminado esos trámites innecesarios que los empresarios enfrentan en su día a día. Colombia tiene un gran potencial de crecimiento, pero para desbloquearlo no necesitamos una formula mágica. No existe. Necesitamos eliminar los obstáculos que impiden que nuestras empresas crezcan, innoven y compitan en los mercados globales. Solo así podremos llenar ese barril del crecimiento económico.