Gloria Valencia que es una de las periodistas económicas más perspicaces que tiene el país, ha encontrado una fértil veta para sus últimas investigaciones: la historia empresarial de Colombia.
Este es un campo que no ha sido bien trabajado hasta el momento en nuestro país, pero que ahora, con las últimas investigaciones de Gloria Valencia, encuentra un lugar destacado.
Gloria Valencia ha escrito últimamente la historia del Banco de la República y la de la ANDI. Trabajos fundamentales que no debe dejar de consultar quien se interese por la historia económica del país del último siglo. Ahora Gloria Valencia presenta su última investigación titulada: “El GEA, la historia completa del grupo empresarial antioqueño” (Editado por la Universidad de Antioquia y Aguilar).
El trabajo de Valencia es especialmente atrayente pues, en el fondo, no es otra cosa que un fresco de cómo y porqué se desarrolló tan dinámicamente el sector manufacturero en Antioquia a lo largo de las últimas décadas del S.XIX y en el S.XX.
Desfilan por sus paginas las semblanzas de los grandes pioneros empresariales de la capital de la montaña, sus logros admirables y sus fracasos.
Pero el trabajo se concentra principalmente en escudriñar la letra menuda de lo que fueron las grandes batallas que se libraron por el control de las empresas insignias de la región por grupos poderosos instalados dentro y fuera de Antioquia.
Antioquia, que siempre fue y es aún muy orgullosa de sus empresas insignias, siempre miró con desconfianza la pérdida de control de estas empresas por la voracidad de grupos externos qué, para utilizar las palabras de Ortega y Gasset impusieron un “atropello forastero a empellones” sobre las empresas insignias de Antioquia.
Según Gloria Valencia la primera pérdida de soberanía de los antioqueños sobre una de sus empresas insignia fue la que aconteció en los años 60 del siglo XX cuando tuvieron que venderle a la Nación el famoso ferrocarril de Antioquia, que gracias al empeño del ingeniero Cisneros de origen cubano permitió un acceso directo de la capital antioqueña al Rio Magdalena.
Por las páginas de este ameno libro de Gloria Valencia vemos desfilar la manera cómo Carlos Ardila Lule, santandereano, se terminó apoderando de Postobón primero y de Coltejer después que siempre fue el símbolo por antonomasia que del emprendimiento antioqueño.
Los capítulos centrales del libro están dedicados a inventariar con sumo detalle cómo fueron los encontronazos de la clase empresarial antioqueña con outsiders como el grupo Santodomingo y, muy especialmente, el grupo grancolombiano de Jaime Michelsen que en su voraz afán de acaparamiento utilizando indebidamente el ahorro público puso en jaque las fortalezas industriales y financieras antioqueñas.
Estos episodios de los tiempos de Jaime Michelsen llevaron, como se recuerda, a que el presidente Belisario Betancur expidiera el célebre decreto 2920 de 1982 por el cual se constituyó en delito la utilización del ahorro privado para financiar el empoderamiento de empresas y se creó, cosa inédita hasta ese momento, la posibilidad de nacionalizar empresas financieras que destinaran indebidamente el ahorro captado del público para financiar la toma de empresas.
Un aspecto supremamente ilustrativo del libro de Gloria Valencia es mostrar la manera como se fue desarrollando el mercado accionario en Colombia, primero sin muchos controles, y luego con el acentuamiento de la supervisión estatal.
La mayoría de las grandes empresas antioqueñas fueron en sus orígenes sociedades anónimas abiertas, es decir, empresas que estando registradas en bolsa pertenecían a un número plural muy amplio de accionistas. Por lo tanto fue relativamente fácil que grupos interesados en tomar el control de las mismas simplemente recogieran acciones de pequeños propietarios, pagaran un premio por ellas, y adquirieran el control administrativo y financiero de las empresas.
Precisamente por el incipiente desarrollo de los controles bursátiles se dieron los sonados casos de tomas hostiles a lo largo de la segunda mitad del S. XX que hemos mencionado. A partir del gobierno de Belisario Betancur los controles a este capitalismo salvaje comenzaron a aparecer. El principal de ellos fue el de desarrollar la premisa de que quien capta masivamente el ahorro público (que sólo pueden hacerlo las entidades financieras) no puede destinar ese ahorro para financiar directa o indirectamente tomas hostiles de empresas ubicadas en el sector real de la economía. Tal fue el origen de la Comisión Nacional de Valores del ya mencionado decreto 2920 de 1982 en los tiempos de Belisario Betancur.
Ya en la época más cercana hemos presenciado las tomas totales o parciales del control accionario de algunas empresas antioqueñas promovidas por el grupo Gillinsky el cual ha utilizado el mecanismo de las “opas” para instrumentalizar sus sonados ataques bursátiles contra empresas del grupo antioqueño.
Encontramos en el libro, por ejemplo, un detallado relato de cómo funcionó financiera y jurídicamente el llamado “enroque” de las empresas antioqueñas en la segunda mitad del siglo XX para defenderse de las oleadas de ataques que llegaban desde otros cuarteles.
Es evidente que la creación y el desarrollo de una estructura industrial como la de Antioquia no puede sostenerse únicamente con el ahorro y en empuje de la comarca paisa. La globalización de la economía implica que haya participación de capitales y empresarios provenientes de otras regiones.
Pero este intercambio de capitales y de talentos empresariales de otras regiones no puede hacerse dentro del marco de un capitalismo salvaje, cuyo telón de fondo son las tomas hostiles del control accionario de las empresas. Ese trasvase de capitales y de capacidad gerencial tiene que hacerse dentro de los marcos cada vez más refinados de un mejor control del mercado bursátil.
Ese mejor control lo ha logrado Colombia en las últimas décadas, y el libro de Gloria Valencia es el mejor testimonio de ello.