Petro no solo distorsiona la economía con falacias y ataques al sector productivo, sino que también ha desfigurado la izquierda colombiana.

El pasado 19 de marzo, el presidente Gustavo Petro publicó un mensaje en X, que pueden ver en este enlace, en el que expuso su visión sobre la economía y el empleo en Colombia. Sus palabras, lejos de ofrecer una reflexión estructurada, repitieron los mantras del populismo: manipulación, falacias económicas y una dosis de polarización para mantener viva la confrontación política. Más que una propuesta de país, Petro sigue atrapado en su eterna lucha contra los empresarios, el Banco de la República y el capitalismo, sin ofrecer soluciones viables para el crecimiento económico.
Su diagnóstico es erróneo de cabo a rabo. Según él, la pobreza en Colombia se explica por la baja productividad y la falta de empleo formal, pero olvida que el desarrollo de un país depende de múltiples factores: educación, infraestructura, confianza inversionista, estabilidad jurídica y, sobre todo, un entorno propicio para que el tejido empresarial prospere. En lugar de fomentar este crecimiento, el presidente se dedica a desincentivarlo, atacando a los empresarios como si fueran enemigos del progreso y no los generadores de empleo y riqueza que, a través de sus impuestos, financian el funcionamiento del Estado, buena parte de la inversión en infraestructura, el pago de deuda del país y los programas sociales de la Nación.
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“La realidad es que el empleo no se dinamiza con discursos incendiarios ni con propuestas normativas que ahuyentan la inversión"
El presidente también distorsiona los datos del desempleo, afirmando que si solo se cuenta el “empleo capitalista” (asalariado), la tasa de desempleo en Colombia llegaría al 60 por ciento. Este es un artificio estadístico que no resiste el más mínimo análisis técnico. Si se manipulan las cifras a conveniencia, cualquier país podría parecer en crisis o en bonanza dependiendo del ángulo desde el que se mire. La realidad es que el empleo no se dinamiza con discursos incendiarios ni con propuestas normativas que ahuyentan la inversión. Se necesita confianza en las reglas de juego y un gobierno que incentive la formalización en lugar de sabotearla.
Otro punto falaz en su discurso y en su mensaje en X es su ataque al sector productivo, a quienes acusa de preferir especular con rentas en lugar de invertir en producción. Sin embargo, omite el papel del propio gobierno en esta dinámica: la incertidumbre jurídica, los cambios imprevistos en las reglas económicas, la carga tributaria creciente, el aumento de la burocracia gubernamental y el discurso hostil contra el sector privado hacen que cualquier inversión en el país sea un acto de fe. Si Petro realmente quiere que las ganancias se reinviertan en la producción, debería empezar por generar un entorno de estabilidad, en lugar de gobernar con una lógica de confrontación permanente.
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“Pero más allá de estos errores técnicos, lo más preocupante es cómo Petro está desfigurando la ideología de izquierda en Colombia”
Y luego está su ataque al Banco de la República, al que responsabiliza de la inflación, como si la política monetaria fuera un capricho y no el resultado de análisis técnicos basados en evidencia. Decir que la inflación “venía de fuera” y que él la controló bajando precios de alimentos es una simplificación burda. La inflación es un fenómeno multifactorial que requiere políticas macroeconómicas serias, no discursos que distorsionan la realidad.
Pero más allá de estos errores técnicos, lo más preocupante es cómo Petro está desfigurando la ideología de izquierda en Colombia. La izquierda, en su mejor versión, ha tenido exponentes que han impulsado el debate con ideas bien sustentadas y con visión de país sin caer en radicalismos estériles ni en ataques sin fundamento. Pero la versión de izquierda que Petro encarna es otra: una que se basa en la polarización, la confrontación permanente, la manipulación de cifras e información y la demonización del sector productivo.
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“Pero la versión de izquierda que Petro encarna es otra: una que se basa en la polarización, la confrontación permanente…”
Este ha sido y será un período presidencial perdido para el fortalecimiento del desarrollo empresarial en Colombia. Mientras otros países, incluso con gobiernos de izquierda -como México y Chile- avanzan con estrategias pragmáticas para atraer inversión y generar empleo, aquí se gobierna desde el resentimiento, hablando mucho pero sin capacidad ni método para ejecutar, con una narrativa que enfrenta a trabajadores contra empresarios, a ciudadanos contra instituciones y a Colombia contra el mundo.
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