Mariana Garcés
La ley del espectáculo público, respuesta a Santiago Trujillo y claridades para el sector cultura.
El pasado domingo 28 de julio, la revista CAMBIO publicó un artículo de Santiago Trujillo, actual secretario de Cultura de Bogotá, con algunas propuestas para modificar el destino de los recursos de la ley tramitada, sancionada y en marcha desde 2011 que se conoce como la LEP, o ley del espectáculo público, 1493 de 2011. Como el secretario manifiesta, que se trata de “enriquecer la conversación cultural en el país” aquí van algunas reflexiones sobre su propuesta.
Al llegar al Ministerio de Cultura en agosto de 2010 y revisar la normatividad y políticas públicas existentes en el país, muy rápidamente percibimos que se había evolucionado de manera importante en legislar sobre aspectos fundamentales tales como el patrimonio cultural. Así mismo, se habían establecido mecanismos más equilibrados de entrega de recursos a las organizaciones culturales, a través de programas como el plan nacional de concertación y el plan nacional de estímulos ideado por María Consuelo Araújo. En ese entonces, las bondades de la ley del cine eran más que evidentes y se producían películas colombianas haciendo uso de los incentivos tributarios. Clarisa Ruiz se había recorrido el país consultando a diversos actores del sector, y se empezaba a esbozar lo que podría ser una ley que permitiera eliminar las cargas tributarias excesivas a los artistas internacionales y fomentara la circulación nacional e internacional. En ese mismo recorrido se realizó un estudio del estado del arte de la infraestructura cultural de los espacios destinados a las artes escénicas; su precariedad fue evidenciada siendo uno de los asuntos más preocupantes. Espacios que, si bien han sido determinantes en la formación de públicos, no siempre garantizaban la debida seguridad; en su mayoría carentes de equipos técnicos, haciéndose famosos durante mucho tiempo, los tarros de galletas convertidos en reflectores artesanales. Este estudio hacía una serie de recomendaciones a las salas para mejorar sus espacios; la única dificultad era la ausencia de recursos. Esto dio pie a buscar soluciones y terminó en una recomendación muy bien planteada y discutida con los grupos y artistas para que por medio de la LEP se pudieran adelantar las obras y adecuaciones necesarias.
Con toda esa información y consultando a muchas voces de la cultura y artistas, nos correspondió presentar ante el Congreso de la República la Ley 1493 de 2011 o Ley del Espectáculo Público.
Era necesario reconocer que todos los esfuerzos presupuestales estaban prioritariamente encaminados, hasta entonces, a incentivar con énfasis los procesos de creación; incluso en algo la circulación e investigación, pero no se tenía previsto ningún mecanismo para fortalecer la infraestructura cultural del país.
Haber disminuido los impuestos de 33 por ciento sobre los honorarios devengados por los artistas a 8 por ciento, otro planteamiento fundamental de esa misma ley, hizo posible que las grandes figuras como Madonna, Paul McCartney, Los Rolling Stones, entre muchísimos otros, se presentaran en diversos escenarios del país, beneficiando, sobre todo, al sector y a los empresarios de la música.
Esta ley creó una contribución parafiscal. Por cada boleta cuyo precio sea igual o superior a tres UVTs (o sea un valor de 141.195 pesos o más) los ciudadanos que la compran (no el empresario como se quiere hacer creer), aportan el 10 por ciento de su valor y ese recurso se lo devuelve, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, al municipio que lo generó. Las secretarías o entidades territoriales responsables de cultura deben abrir una convocatoria y con estos recursos financiar el fortalecimiento de estudios técnicos; también pueden invertirlos en la compra, adecuación, restauración, construcción, dotación de los escenarios e infraestructura para las artes escénicas de Colombia de naturaleza privada, mixta o pública. Cabe anotar que esto hace el procedimiento muy expedito y beneficia a todo tipo de organizaciones.
El caso más reciente de un escenario intervenido con recursos de esta ley, es el León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia, el mejor escenario para música que tiene el país y que volvió a abrir sus puertas recientemente. El Movistar Arena de Bogotá se benefició de la LEP pues se les permitió descontar de los impuestos el 100 por ciento de lo invertido en la construcción de su escenario para las artes representativas. El teatrino del teatro Municipal Enrique Buenaventura de Cali se renovó gracias a ese recurso; una muy importante cantidad de salas independientes de teatro, entre las cuales menciono a R101, a la Maldita Vanidad que pudo adquirir su sede, Matacandelas de Medellín, Patiecito Cultural de Cartagena, lograron un espacio digno, entre muchos otros escenarios. Cabe anotar que el mayor porcentaje del recurso se ha invertido en escenarios polivalentes, es decir espacios disponibles a todas las manifestaciones artísticas, pues se pretende argumentar que solo el teatro se ha beneficiado de la LEP.
Un espacio correctamente dotado y en buenas condiciones técnicas contribuye de manera muy eficiente a la cualificación de las creaciones y a un mejor acceso y seguridad para el público asistente. Es decir, es vital para la calidad del espectáculo.
En la ciudad de Buenos Aires existen 300 teatros; en Colombia estamos aún lejos de esa cifra, no solo en cantidad sino en calidad de los espacios. Es mucho el camino que nos falta por recorrer y por reconocer lo que representan los esfuerzos de artistas y creadores que han sido capaces de abrir y mantener espacios vivos para la creación. No comprendemos por qué cada tanto, a diversas personas de la vida nacional, se les va ocurriendo que la LEP es el recurso que pueden tomar y disponer para destinar a otros menesteres. Ya lo intentaron con la precaria ley de música, que a buena hora se hundió. Querían desplumar a la LEP del 12 por ciento de sus recursos para fortalecer la música en vivo en los bares, equiparándoles a espacios culturales. Valga decir que la música ocupa un lugar privilegiado en los presupuestos del ministerio.
Ahora Santiago Trujillo propone destinar recursos LEP a la creación (que se lleva casi todo el presupuesto de la cultura), a la circulación, a la investigación, a la formación, a la coproducción y a estrategias de internacionalización. Todo ello sin duda es importante. Sin embargo, sería mejor buscar nuevas fuentes de financiación y no acabar, como es costumbre, con lo que está funcionando y evidencia una alta demanda en el país. Este boquete lo abrieron en pandemia cuando mediante decreto transitorio (475 decreto de emergencia del 2020) dispusieron de los recursos de esta ley para otras actividades. El ministro Juan David Correa en reunión reciente con el sector teatro, instruyó a su equipo, para que la LEP volviera a su misión y concepción original. A los funcionarios hay que creerles.
La conversación queda abierta y sería necesario convocar a la mayor brevedad un gran foro nacional sobre este tema y sobre la reforma a la ley general de cultura.