Sebastián Nohra
31 Mayo 2023

Sebastián Nohra

La “patria grande”

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Colombia decidió reintegrarse a Unasur en el encuentro de presidentes de Suramérica que organizó Lula da Silva en Brasilia. Desde 2014 en Quito, en una cumbre de Unasur, nuestros mandatarios no se reunían. Una década sin verse las caras es demasiado tiempo para países con vínculos comerciales y diplomáticos tan débiles. Y, nuevamente, el sello fue la intrascendencia. Hay tanto por hacer y acordar, pero patinamos en discusiones que llevan décadas sin despacharse de las mesas de nuestra burocracia regional. Venezuela sigue siendo el punto de discordia y no avanzamos. 

Gabriel Boric y Luis Lacalle Pou se pararon en la raya con la encerrona que organizó Lula. Un día antes de la reunión de presidentes hubo un encuentro bilateral entre Maduro y Lula, en el que el presidente de Brasil aprovechó para decirle al mundo que eso del autoritarismo en Venezuela ha sido un “relato construido” y que “tenemos el deber de deconstruir esa narrativa”. 

Ayer se estaba cocinando entre las delegaciones la firma de una declaración conjunta para respaldar a Venezuela. El presidente de Uruguay se dio cuenta de la opereta, prendió las luces de la discoteca y dañó la fiesta. Le tomó tres minutos explicar por qué Uruguay se aleja de esa operación lavado y concluyó diciendo que a lo mejor no todos los gobiernos tienen la misma idea de democracia y división de poderes. Boric también fue firme y duro, a despecho de dejar mal parado a presidentes con los que comparte las ideas que están en su corazón. 

Será difícil que Suramérica acuerde instrumentos concretos de integración si los países no logran pararse en un piso elemental de límites y valores compartidos. La foto de todos los presidentes cogidos de la mano no logra disimular las enormes fracturas ideológicas y políticas que hay entre los gobiernos. Hay distancias insalvables. Todavía quedan rémoras del “socialismo del siglo XXI”, cuyos líderes e intelectuales afines se niegan a cortar el histórico cordón umbilical con Cuba y lo que el castrismo ha representado. Siguen encallados en los setenta y rabiosos con “el imperio” y “el capital”.

Aquello de la patria grande y la integración de los pueblos ha sido en estas cumbres un proyecto atorado en la grandilocuencia y vanidad. Los hinchados discursos, en los que se evocan próceres y libros, han acompañado una telaraña poco útil de organismos y burocracia multilateral. Tenemos muchas más instituciones de “integración” que Europa y otros continentes, pero instrumentos concretos de integración muy pobres. Lacalle Pou se quejó, con razón, de la cantidad de organismos que se crean y las pocas acciones que se concretan. 

África estableció hace un año la zona de libre comercio común más grande del mundo, mientras nosotros no tenemos ni siquiera discusiones tempranas sobre un plan arancelario a mediano o largo plazo. El fracaso del Mercosur, que es apenas un grupo de cuatro países, es notable. 

En conclusión, Lula quiso hacer de padre de una nueva etapa de integración y lo que logró fue sincerar situaciones que no han sido superadas. Brasil y Colombia están empeñadas en reescribir la historia del colapso venezolano, pero hay otros países que no se van a prestar para eso. Los presidentes volverán con las manos vacías y Maduro con un poco más de oxígeno.

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