Velia Vidal
22 Abril 2023

Velia Vidal

La tierra prometida

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Yo me enamoré de Urabá recorriéndolo. Conocí los once municipios y muchos corregimientos, navegué por el río León, por el Atrato y por el mar Caribe en el golfo. Recorrí precarias carreteras destapadas y las fastuosas vías del eje bananero. En mis recorridos, que empezaron hace unos diez años, conversé con gente de muchos lugares y comprendí una parte de sus dinámicas sociales, culturales y políticas. Con el tiempo empecé a decir que podría vivir en Urabá con el mismo gusto que he vivido cada vez en Bahía Solano, a fin de cuentas, amaba igual De dónde vengo yo de ChocQuibTown que Sol de esperanza de Zona prieta.

Viéndolo ahora en perspectiva creo que tal afinidad vino siempre de la certeza inconsciente de la raíz común, esa que se extiende por el mar, sube por el Atrato y concierte en uno solo al Pacífico y al Caribe, entrelazados por las lianas de la selva, por siglos de historias y cadenas compartidas.

Esa afinidad y estos años de amistades, amores e intereses cercanos, explica por qué la primera región a la que extendemos los programas de la Corporación Motete por fuera del Chocó es a Urabá; para nosotros esta también es la tierra prometida, porque sentimos que es un lugar donde nuestra apuesta por la garantía del derecho a la cultura y en especial del derecho a la lectura, considerando las particularidades de nuestros públicos mayoritariamente racializados, puede dar frutos tan abundantes como los de las Musas Paradisiacas que colman este territorio.

Volver a Urabá con el ánimo de quedarnos para siempre como organización ha sido un redescubrimiento encantador de sus escritores, de sus gestores culturales incansables y el talento diverso de cada municipio; nos hemos encontrado además con el avance de proyectos de infraestructura que están transformando la vida cotidiana y entregándole calidad de vida a muchos de sus habitantes. Algunos proyectos tienen tal envergadura que cambiarán radicalmente la vida rural de varios corregimientos, como el caso de Puerto Antioquia, cuya entrada en operaciones impactará no solo la productividad sino también la densidad y distribución demográfica de buena parte de la región.

Da gusto encontrarse con aliados como las cajas de compensación familiar y organizaciones del sector social de base y empresarial que están entregando recursos de toda naturaleza con el propósito de revertir en el mediano plazo algunas problemáticas de la región, como la inequidad.

Justamente esa inequidad es una de las cosas que más me ha impactado negativamente en este reencuentro con Urabá. Es sorprendente cómo, luego de dejar Apartadó y tras unos pocos minutos de carretera, haya centros poblados a orillas de la troncal donde a simple vista se nota que la mayoría de las viviendas no cuentan con condiciones adecuadas para sus habitantes en materia de acceso a servicios públicos o de condiciones de la construcción; un entorno citadino con todos los servicios y hoteles de alta calidad es reemplazado pon calles polvorientas, ausencia de un hostal básico o inexistencia de espacios comunitarios para el encuentro.

Nueva Colonia, un importante corregimiento de Turbo con casi 20.000 habitantes, que será fundamental para todo el desarrollo portuario y donde quedará nuestra sede principal de Motete en la región, no cuenta en la actualidad con acueducto ni alcantarillado, abundan, frente a las casas, charcos de aguas residuales fétidas donde se reproducen los zancudos responsables del incremento reciente de los casos de dengue.

Estos servicios relacionados directamente con el derecho a la vida han sido una promesa campaña tras campaña, y ya empiezan a aparecer en la nueva jornada electoral que, como conozco también desde hace rato, en estas tierras de vive con fervor. Un fervor que persiste hasta los primeros días de enero, cuando los electos empiezan a cargar sus bandas, y que fácilmente se transforma luego en desidia, especialmente hacia estos territorios rurales que, al parecer, no entran en los linderos de la tierra prometida.

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