
Aunque a muchos nos haya decepcionado el gobierno Petro, nada me indica que este país esté tirando hacia la derecha. Lo digo porque en los corrillos del poder ya se da casi por sentado su triunfo en las próximas elecciones. “Vicky es imparable”, le dicen a uno. Otros lo sorprenden a uno con perlas como esta: “El antipetrismo va a tener que unirse, porque Petro va a acabar con la democracia y se va a quedar en el poder”.
Seamos serios: ni Petro ha dicho que se va a quedar en el poder, como lo asegura la derecha, ni es cierto que haya un complot para sacarlo del poder, como lo afirma el presidente en sus delirios.
Lo que pasa es que a la derecha le sirve crear esta falsa narrativa para meterle miedo a la gente y a los empresarios que ya están contando las horas y los días que faltan para que se termine este gobierno. Lo que sí puede suceder es que Petro quiera meter en la contienda a un candidato que lo represente, una pretensión que por mañosa que sea tampoco atenta contra el orden constitucional ni socava la democracia, como ahora se asegura desde la derecha. Si nos quieren dar lecciones de ética, que se las ahorren porque si alguien sabe de dedazos y de imponer candidatos desde el poder es precisamente la derecha uribista.
¿Resulta que ahora es diferente porque tenemos de presidente a un exguerrillero que ha nombrado a miles de personas en nuevos cargos que de seguro van a votar por su candidato? ¿Y acaso Iván Duque no hizo lo mismo al final de su mandato, cuando se produjo una tracalada de contratos antes de que entrara en vigencia la ley de garantías?
La derecha es tan miope que no ve que el gran problema de Petro no es que sea de izquierda, sino que haya llegado al poder a practicar casi que la misma dinámica politiquera que caracteriza a los que siempre han manejado el país.
Lo que me lleva a otra equivocación que tiene la derecha en su lectura de país: creen que la Colombia de hoy es la misma que la que se tragó el cuento de que Juan Manuel Santos era 'castrochavista' y de que el pacto de paz quería acabar con la familia tradicional porque dizque introducía la ideología de género. Y claro, como andan tan ensimismados, desde sus sillones piensan que, si en el pasado las mentiras que urdieron les sirvieron para ganar el plebiscito por la paz y llevar a Duque al poder, ahora pueden volver con la misma receta.
Lo siento, pero se equivocan. No se dan cuenta de que este país cambió y que sus narrativas del pasado ya no les funcionan. En todas las mediciones, el presidente Petro tiene un 37 por ciento de favorabilidad, una cifra que se ha mantenido a pesar de su innegable falta de liderazgo a la hora de gobernar, de la incertidumbre que producen sus trinos y de sus escándalos de corrupción.
En lugar de ponerse a estudiar y a entender por qué Petro tiene semejante teflón, actúan como si este fuera el mismo país que gobernó Uribe. Se opusieron a una reforma laboral que les devolvía a los trabajadores las horas extras y dominicales que les había quitado Uribe y el mundo se les vino encima. No solo quedaron mal parqueados, sino que le dieron fuelle a Petro para que lanzara su consulta popular, una salida con la que no estoy de acuerdo, pero que sin duda es un gana-gana para el presidente porque fuerza a la derecha a cometer un suicidio político, ya que la pone a hacer campaña en contra de los derechos de los trabajadores.
Así no lo quieran ver, Petro interpreta a una Colombia que llegó por primera vez al poder con su propia estética. Mal que bien ha impuesto un nuevo discurso basado en la urgencia de las reformas sociales, así como una nueva forma de relacionarse con los poderes económicos. A esa población que se ve representada en Petro no le importa que este gobierno tenga los niveles más bajos de ejecución ni que sea tan corrupto como los anteriores. Para ellos, Petro simboliza la inclusión, así como Uribe representó al padre que nos rescató de las fauces de las Farc.
Pero tal vez la equivocación más grande es la de creer que el sentimiento antipetrista, que en efecto ha ido creciendo en las encuestas, es de derechas y que por consiguiente es partidario de la guerra, de la mano dura y admirador de Bukele y de Trump.
Eso no dicen las encuestas. Por el contrario, en esas mediciones es claro que además del 37 por ciento que le es fiel a Petro, hay un 30 por ciento del electorado que se sitúa en la derecha y que la mayoría de los votantes, que todavía no se han decidido por quién votar, está en el centro. Eso también indica que este país de pronto no está tan casado con la polarización que se alimenta desde los extremos y que, a pesar de que el país está entrando en un nuevo ciclo de violencia, la mayoría no ha comprado (todavía) la teoría catastrofista del exfiscal Barbosa según la cual Petro acabó con las instituciones y la democracia.
Lo siento, pero por lo pronto, el país no está tirando hacia la derecha.
