
Un informe del departamento de investigaciones económicas del Banco de Bogotá prendió las alarmas: el gobierno central atraviesa por un delicado problema de caja.
Lo que se venía anticipando desde hace varias semanas tiene ahora una verificación cuantificada con la investigación de la entidad bancaria mencionada.
Este problema de caja tiene naturalmente muchas expresiones, pero, lo que puede ser más grave, es que tiende a agravarse.
En efecto, la cuenta bancaria principal que maneja el gobierno es la que mantiene en el Banco de la República. El saldo de los depósitos oficiales en esta cuenta al terminar abril de 2023 era de 25,9 billones de pesos, al paso que al terminar el mismo mes de 2024 era de apenas 4,1 billones de pesos.
El lío parece estar claramente relacionado con el ritmo de gastos que trae el Gobierno: mientras que en lo corrido de 2024 el total de gastos de funcionamiento e inversión está creciendo en un 22 por ciento, los recaudos de impuestos apenas se han incrementado en un lánguido 4 por ciento.
Esto ha llevado a que el Gobierno haya tenido que reducir severamente sus saldos disponibles en la cuenta matriz que maneja en el Banco de la República y, simultáneamente, ha debido incrementar la colocación de TES en el mercado interno, o sea, aumentar el saldo de la deuda pública para hacerle frente al torrente de nuevos gastos y al desplome de los recaudos tributarios.
Ahora se entienden mucho mejor los anuncios de que el Gobierno prepara una “flexibilización” de la regla fiscal (que tiene que aprobarla el Congreso por lo demás), pero que no es más que una manera elegante de anunciar que el ritmo de endeudamiento público va a aumentarse severamente en los meses venideros, para atender el frondoso programa de gastos en que anda empeñado el Gobierno.
¿Por qué hemos llegado a tan inquietante situación? En primer lugar, por la caída de la actividad económica que se hizo patente con las últimas cifras que reveló el Dane la semana pasada. Los impuestos responden a los ciclos económicos. Si la actividad económica cae- y ha caído drásticamente- no es sorprendente que el recaudo tributario también ande de capa caída.
Pero, por otro lado, el ritmo de los gastos estatales no ha decaído paralelamente, sino que por el contrario anda disparado. Basta reflexionar en las cifras que se han mencionado al comienzo de este articulo: los gastos del gobierno central están crecido 500 por ciento más rápido de lo que se han incrementado los recaudos de impuestos.
Y van a seguir creciendo drásticamente a juzgar por los anuncios de nuevos gastos y subsidios que todos los días se anuncian en los discursos oficiales.
Alguien podría preguntarse: ¿cómo se explica esta estrechez de caja si la ejecución del presupuesto anda en uno de los peores índices de muchos años? La pregunta es válida. Pero también la respuesta: resulta que la base sobre la cual se mide el rezago es el presupuesto para la vigencia del 2024 de altísimos montos (502 billones de pesos) con lo cual, cualquier atraso en su ejecución no significa que estemos frente a una reducción efectiva de gastos que, como se ha anotado, están creciendo en lo corrido de este año vertiginosamente.
La redefinición que desea el Gobierno de la regla fiscal y que debe permitirle mayores índices de endeudamiento tomará tiempo (debe ir al Congreso) además de que será pésimamente leída por los mercados. En el entretanto, sino se hace un esfuerzo por moderar el gasto frenético que trae el Gobierno, las dificultades de caja seguirán acentuándose.
Las otras medidas que ha anunciado el Gobierno como estrategias contra cíclicas tampoco van en la dirección de aliviar la preocupante situación de caja que se vislumbra. De una parte, el Gobierno ha anunciado la reimplantación de un programa general de inversiones forzosas para varios sectores de la economía. Hoy existen para el agropecuario a través de Finagro. Esta medida conducirá a una mayor incidencia del Estado en la asignación del ahorro financiero disponible pero no le suministra caja fresca al Gobierno. La segunda estrategia consiste en el trámite de la flexibilización de la regla fiscal sobre cuyos problemas ya se ha hecho mención en este artículo. Permitirá mayor margen de endeudamiento (si se aprueba) pero no soluciona el descalce que se está presentando entre gastos y recaudos tributarios. Y la tercera estrategia consiste (si es que se lleva a la práctica) a la nueva reforma tributaria anunciada con la que se reducirían las tarifas de las personas jurídicas (del 35 al 30 por ciento) y se incrementarían las de las personas naturales que tengas ingresos superiores a 10 SMM. Además del malestar que siempre crea una reforma tributaria esta iniciativa no contribuye a mejorar, sino más bien a empeorar, la grave situación de la caja gubernamental que empieza vislumbrarse.
No es fácil el panorama que se vislumbra. Las penurias de caja siempre son las peores para las empresas, pero también para cualquier gobierno. Pues, recordémoslo: los peces mueren por la boca pero las empresas por la caja.
