
Son muy comunes en los carros de servicio público –sobre todo en la costa atlántica– los perritos que van colgados del espejo retrovisor diciendo permanentemente: "sí".
En un viaje que hice a Santa Marta la semana pasada estuve reflexionando sobre estos simpáticos muñecos que, viéndolo bien, reflejan mejor que cualquier otra cosa la similitud lo que es el gobierno de Gustavo Petro y el grupo de funcionarios incondicionales que acompaña al jefe de Estado.
En primer lugar: los perritos van colgados del espejo retrovisor a toda hora. Exactamente como sucede con el Gobierno, que no se suelta del espejo retrovisor en ningún momento.
De cada diez trinos que lanza por las redes sociales Petro, cinco se dedican a insultar a alguien, cuatro utilizan el espejo retrovisor para echarle la culpa a alguien de las cosas que salen mal en el Gobierno, normalmente a sus antecesores en la presidencia, y el último trino casi siempre está destinado a anunciar alguna medida que normalmente no se concretiza en nada.
Los perritos de los taxis de la costa atlántica tienen también su semejanza con el gobierno de Gustavo Petro en que –como la mayoría de sus ministros y altos funcionarios cuando el presidente los reúne en los consejos de gobierno o en las manifestaciones públicas– siempre se les ve diciendo afanosamente que "sí" con la cabeza a todo lo que dice su jefe.
No importa que haga frio o calor, o que la reunión sea para anunciar alguna política pública o para discutirla, siempre se les verá allí –como a los mansos perritos de los taxis– diciéndole "sí" a todo lo que escuchan.
Esto no sería grave si no fuera porque, a menudo, los funcionarios que asienten incondicionalmente son miembros de alguna junta directiva tan importante como la de Ecopetrol. Así sean designados por el principal accionista que es el Estado, su deber fiduciario es velar por los mejores intereses de la empresa o por los de la totalidad de los accionistas que, en el caso de Ecopetrol, ascienden a más de 250.000. Los miembros de una junta tan importante como ésta no son subalternos de la casa de Nariño, y no están allí para decirle "sí" a cuanta consigna les llega del alto gobierno: están allí para defender los intereses de la empresa, no los caprichos del presidente.
Olvidar esta elemental regla de oro de lo que son los deberes fiduciarios de un miembro de una junta directiva como la de Ecopetrol ha llevado a validar terribles equivocaciones de la empresa, que hoy la tienen en la postración desoladora en que se encuentra.
También lleva esta falta de comprensión a pretender trastocar lo que son los deberes de un miembro de junta, por ejemplo, del Banco de la República, por el solo hecho de que haya sido nombrado por el Gobierno. ¿Recuerdan ustedes la apostrofada que se ganó una magnifica directora del Banco de la República no hace mucho por negarse a bajar las tasas de interés tanto como creía el Gobierno que debería hacerse?
Igual sucede con los miembros de las altas cortes que han sido ternados por la presidencia. El mandatario olvida la independencia que los rodea como altos magistrados que son por mandato constitucional.
El presidente parece creer que porque los ternó o nombró le deben una lealdad cegatona, que estaría por encima de la independencia constitucional que rodea su condición de magistrados de altas cortes o como directores del banco de la república.
A los simpáticos perritos que viven colgados de los retrovisores en los taxis es mejor dejarlos allí. Y no bajarlos a trastornar la buena marcha de nuestras instituciones.
