Juan Camilo Restrepo
24 Octubre 2024 08:10 pm

Juan Camilo Restrepo

Los pronósticos de la AIE

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La Agencia Internacional de Energía (AIE) publica anualmente sus evaluaciones y pronósticos sobre la situación energética mundial. Este es quizás el documento más serio sobre temas de energía que se produce. 

Este voluminoso documento (396 páginas) que fue divulgado la semana anterior, es una verdadera enciclopedia para quienes se interesen por los asuntos del mundo de la energía.

La principal conclusión del informe es la de que la demanda por combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) llegará a su pico en 2030; momento a partir del cual el peso relativo de las energías renovables empezará a sobrepasar el de los combustibles fósiles.
El concepto de “punto pico” es muy utilizado en la literatura especializada sobre estos asuntos, y significa el momento a partir del cual la curva ascendente por la demanda por algún energético llega a un punto máximo a partir del cual comienza a descender.

Esto dicho en buen romance lo que nos está indicando es que hasta 2030 seguirá dándose un aumento agregado de la demanda por combustibles fósiles en el mundo, y que solo a partir de ese punto se estanca y el crecimiento que pasa a ser atendido por las energías renovables (sol, viento, hidrógeno, etc).

Esto no significa que a partir de 2030 se frena bruscamente la demanda por combustibles fósiles en el mundo: solamente significa que a partir de ese año, según las proyecciones y cálculos matemáticos de la AIE, el peso relativo de los fósiles empieza a declinar.
Actualmente la oferta de carbón, gas y petróleo atiende el 80% de la demanda mundial energética; porcentaje este que a partir de 2030 empezará a ser gradualmente sustituido por las energías renovables. 

Este punto es de crucial importancia para un país como Colombia que por el empecinamiento de su gobierno pretende prácticamente que desde ahora desaparezca todo incremento en la oferta de nuestras energías fósiles. Hasta 2030 el mundo seguirá consumiendo de manera creciente petróleo, carbón y gas y solamente a partir de ese pico empezará gradualmente a disminuir su peso relativo.

De manera que Colombia si cierra los grifos desde ahora a la producción de gas, de petróleo o de carbón (como a veces da la impresión que lo querría el presidente Petro) no haríamos nada diferente a un pésimo negocio: dejaríamos de producir y de vender energías fósiles al mercado internacional, generaríamos desempleo, déficit en la balanza de pagos y perderíamos soberanía energética; mientras que el mundo en los 15 años que vienen iría por otro lado. Y una decisión ideológica y meramente política de nuestra parte no le haría ni cosquillas al mercado internacional.

Esto no quiere decir que no se estén haciendo ya esfuerzos eso sí en todo el mundo, para aumentar la capacidad instalada de producción de energía eléctrica con base en combustibles diferentes a los fósiles. De hecho, el informe de la AIE demuestra que el crecimiento de la demanda por energía limpia viene siendo atendido por una oferta de renovables que crece más rápido que la de la energía fósil. Pero, de nuevo solamente hasta 2030 empezaremos a ver un cambio palpable en la composición de la matriz energética mundial.

Otro dato interesante que trae el informe de esta agencia internacional gira en torno a los carros eléctricos donde se juega una movida muy importante en el ajedrez de la energía mundial. Si la oferta y demanda de carros eléctricos sigue creciendo a la tasa que hoy se observa, la demanda por energía fósil será menor de la esperada en las proyecciones. 

En la mayoría de los países, sin embargo, ya se anuncian severos aranceles a estos vehículos cuyo productor principal es la China. Ya la Unión Europea acaba de imponerle un arancel del 35% de estos vehículos y Trump no deja de amenazar que si es elegido redoblará las barberas arancelarias al ingreso de estos vehículos, a los Estados Unidos.

Hay, pues, muchos interrogantes aún por descifrar en el futuro de la energía. Pero una cosa parece cierta: antes de 2030 el mundo no dejará de demandar cantidades crecientes de combustibles fósiles. Y solo a partir de esa fecha empezará el peso relativo de estos últimos a declinar. 

No resulta entonces inteligente de parte nuestra irrumpir como misioneros de una causa que en los próximos 15 años nos generaría menores ingresos, impuestos, empleos, exportaciones y seguridad energética. Frente a un mundo que poco o nada va a agradecernos. 
 

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