Juan Camilo Restrepo
12 Diciembre 2024 12:12 pm

Juan Camilo Restrepo

Los retos del nuevo MinHacienda

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El ministro designado de Hacienda, en reemplazo de Ricardo Bonilla, tiene una serie de retos de inmensa importancia. La salud de la economía colombiana dependerá de cómo los sortea. 
El primero de ellos tiene que ver con la inflación y la estabilidad macroeconómica. Por las noticias que se tienen no será fácil la coordinación entre el nuevo ministro y la junta directiva del Banco de la República, puesto que, según informa Salomón Kalmanovitz, “es seguidor de la Teoría Monetaria Moderna (TMM), que es una corriente esotérica de pensamiento que sostiene que los Estados que emiten su propia moneda no tienen restricciones presupuestarias. Igualmente, considera que los déficits públicos son permisibles y no deben alarmar por sus efectos inflacionarios”.

El segundo desafío del nuevo ministro, que a diferencia del anterior si cae dentro del ámbito de sus competencias, consiste en controlar la caótica situación en que se encuentran las finanzas públicas y la caja del gobierno central.

Con la extraña teoría de que era necesario generar “un coma fiscal inducido” para cumplir con la regla fiscal, el anterior ministro inventó la teoría de que era necesario cerrar todos los grifos de liquidez de las entidades públicas para, de esta manera, inducir una subejecución monumental del presupuesto y cumplir así con los postulados de la regla fiscal. 

Como consecuencia de ello, el nuevo ministro encuentra una administración pública asfixiada por falta de caja. Hace varias semanas se cerraron los grifos de la salud, de los hospitales y clínicas, de los concesionarios de obras públicas, de amplios sectores de la educación y de las empresas distribuidoras de energía eléctrica que a su turno trasladan los subsidios a los estratos 1 y 2, entre otros. Esta situación no es sostenible. Es malsana. Y el nuevo ministro tendrá que aplicarse desde la primera hora a reabrir las llaves de la liquidez si no queremos presenciar una cadena de quiebras de entidades públicas en las semanas que vienen. 

El tercer reto del ministro Guevara es, a mi entender, sencillo pero fundamental: decir NO de una manera más rotunda de como lo hacia el ministro anterior. Este NO tiene que ser extensivo al presidente de la República, a sus colegas en el gabinete y, por supuesto, a los congresistas que han venido adquiriendo hábitos chantajistas inaceptables e incompatibles con la buena marcha de las finanzas públicas.

Gran parte de los enredos en que terminó metido el ministro Bonilla se originaron en su incapacidad para decir NO oportunamente, la cual es una de las funciones naturales del ministro de Hacienda: al propio presidente de la República, con sus costosos caprichos, a los colegas del gabinete, que parecen no haberse notificado de la estrechez por la que atraviesan las cuentas públicas, y a los congresistas, que se han acostumbrado a funcionar siempre y cuando haya una buena dosis de cupos indicativos. A todos ellos, el nuevo ministro tiene que decirles un NO rotundo. 

De lo contrario, las cuentas fiscales no van a cuadrar. Y este es el tercer reto que enfrenta el nuevo ministro. A más tardar esta semana debe expedirse por decreto el texto del presupuesto para la vigencia del año 2025 que no fue posible que conciliaran Congreso y Ejecutivo. Fue lamentable este episodio. Pero como el país no puede quedarse sin presupuesto, así sea tardíamente y por caminos constitucionales muy discutibles, debe expedirse pronto el texto del presupuesto para la vigencia 2025. 

Queda pendiente como cuarto desafío del ministro Guevara la manera como habrá de ejecutarse el recorte de gastos públicos anunciado para la vigencia del año 2024 que el ministro Bonilla alcanzó a decir que sería de 32 billones de pesos. Y el recorte para la vigencia de 2025 que, a juicio de los observatorios fiscales más serios, no deberá ser inferior a 40 billones de pesos. 

Como quinto reto inmediato queda la manera como el ministro manejará el rechazo por parte del Congreso a la reforma tributaria. Sería una equivocación inmensa que, a punta de mermelada y de cupos indicativos, intentara mantenerla con vida desde el palacio de San Agustín. 

El nuevo ministro fue segundo a bordo de José Antonio Ocampo y de Ricardo Bonilla quienes, ambos, declararon solemnemente que Colombia seguiría cumpliendo con la regla fiscal. Es de esperar entonces que el nuevo ministro que llega con amplios títulos académicos y que ha sido bien recibido por los círculos que siguen estos vericuetos de la fiscalidad, cumpla igualmente con el propósito de mantenerse dentro de los parámetros de la regla fiscal. Sería tremendamente costoso para el país abandonarla o pretender que se cumple a través de meros maquillajes contables.

Si el nuevo ministro logra equilibrar la zozobra en que se encuentran las finanzas públicas, habrá alcanzado un gran mérito en su gestión que le será reconocido. Pero si no lo hace, no estamos muy lejos de que la Hacienda Pública nacional se despeñe por el peor de los abismos, y nadie recordará entonces con aplauso la gestión del ministro Guevara. 

Tales son los gigantescos retos que enfrenta.

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