Juan Camilo Restrepo
1 Junio 2023

Juan Camilo Restrepo

Mal carpintero

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De San José, el padre putativo de Jesús, se dice que era “muy buena persona, pero muy mal carpintero”. Algo parecido habría que decir de Danilo Rueda, alto comisionado para la Paz.

Cuando para estupor e indignación de todo el país el ELN reconoció la autoría del feroz atentado dinamitero en las calles mismas de Tibú, donde resultaron muertos dos uniformados y una inocente mujer que tuvo la mala fortuna de estar cerca del lugar de los hechos, lo único que se le ocurrió a Danilo Rueda (luego de repudiar el atentado lo que es una obviedad) fue decir que era un “gesto de responsabilidad”.

Es muy grave que el Gobierno y su comisionado de Paz olviden que el ELN está obligado a respetar el derecho internacional humanitario. Y el atentado de Tibú -el último de una larga cadena de luctuosos hechos de este tipo- fue una flagrante violación al DIH.

Desde los acuerdos que se expidieron en Ginebra en 1949 al terminar la Segunda Guerra Mundial (protocolos II y III) quedó en claro que un grupo alzado en armas que se siente a negociar con un Estado legítimo como es el colombiano, tiene la obligación de respetar (el Estado también por supuesto) los mandatos del DIH.

¿Y cuáles son esos mandatos? No adelantar ninguna acción que afecte o ponga en peligro a civiles no combatientes. Que fue lo contrario a lo que hizo el último atentado del ELN que arrebató la vida a una inocente mujer no combatiente que se encontraba en la calle de Tibú donde explotó la bomba.

O sea, el ELN vulneró ostensiblemente el derecho que está obligado a respetar. Y, sin embargo, lo que recibió fue el reconocimiento del comisionado de Paz al calificar su actuación -no como un atropello al DIH que era- sino como un encomiable gesto de “responsabilidad”.

Esta es la actitud blandengue -no solo del comisionado Rueda sino en general del Gobierno de Petro- que está llevando a la mesa itinerante de negociaciones con el ELN a un parsimonioso ritmo del que no parece vaya a salir la paz que el país reclama y que al ELN aparentemente no le interesa. sino hacia un “estado dialogante” de nunca acabar. Hasta el momento el que viene marcándole el paso, la agenda y las prioridades es el ELN al Gobierno. Y no a la inversa.

En vez de trancarlos y decirles con voz rotunda, por ejemplo: los diálogos quedan suspendidos hasta que el ELN se comprometa solemnemente a respetar el DIH, como tiene el deber de hacerlo así no se haya firmado todavía el cese al fuego, el Gobierno ha escogido el menesteroso camino de tragarse cuanto sapo salta en el camino. y afirmar cosas que al otro día tiene que rectificar.

Anuncia el 31 de diciembre de 2022 que está listo el cese al fuego. El ELN revira y el Gobierno tiene que dar una melancólica contramarcha reconociendo su precipitud. Al otro día le reconoce en México su condición de interlocutor político pero pocos días después el presidente Petro da marcha atrás y dice que esa condición política la ha perdido el ELN por estar inmiscuido con el narcotráfico. Reacciona de nuevo el ELN ante la contradicción presidencial y el Gobierno tiene que tragarse sus propias palabras: y en tono suplicante implorarle que se digne continuar con los diálogos de paz.

La paz con el ELN hay que buscarla, pero no a cualquier costo y sin dignidad. Si esto sigue como va, el Gobierno terminará entregándole todo al ELN sin exigirle nada.

Y mientras tanto -ante cada nueva tropelía del ELN- recibirá no una reprimenda sonora en la mesa de negociaciones sino una amable palmadita de felicitación en el hombro por parte del comisionado de Paz por la manera tan “responsable” como está actuando.

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