En la pasada semana de receso fui a ver la película La nouvelle femme (La nueva mujer) anunciada en español como María Montessori. Así que desde el día que vi el cartel que invitaba a su estreno y proyección en algunas salas de cine de Bogotá la agendé como quien programa un ritual sagrado y necesario. Hace muchos tiempo trabajo en educación y desde hace diecisiete años estoy al frente de las bibliotecas del Gimnasio Moderno donde he podido, no solo, conocer de cerca la influencia directa de la pedagoga italiana en la concepción y desarrollo de la idea que don Agustín Nieto Caballero quería para la educación del país, sino que he tenido que ser el custodio de sus archivos y correspondencia que sostuvo con pensadores y educadores del mundo entero, entre ellos María Montessori.
Así que el día en que se difundió la noticia del Premio Nobel de Literatura a la escritora surcoreana Han Kang fui en compañía de dos cercanas amigas y maestras, Natalia León Roncancio y María Angélica Calderón, a ver la película. Al salir del teatro los tres estábamos conmovidos con la sobriedad de la cinta, con la poética de su guion y su fotografía y con la vida y el legado de María Montessori en la educación y con la certeza de su vigencia y pertinencia en la sociedad actual. Éramos conscientes de que la película que nos acababa de emocionar no solo exploraba la vida de una de las figuras más revolucionarias en el ámbito de la pedagogía, sino que también exaltaba la lucha constante de la protagonista por imponerse y ser tenida en cuenta y la superación de los prejuicios en torno a la discapacidad.
La película retrata precisamente el precio de esa independencia. El hecho de ser mujer en una sociedad patriarcal implicaba que María Montessori tuviera que renunciar a aspectos personales y soportar la incomprensión de muchos de sus colegas. Sin embargo, su carácter y su sensibilidad la llevan a ser una de las primeras mujeres en graduarse en medicina en Italia hasta crear su primer 'Casa dei Bambini', donde implementó su método y transformó para siempre el concepto de educación infantil.
María Montessori fue una pionera en muchos aspectos. Su método pedagógico, hoy mundialmente reconocido, no solo se enfocaba en el desarrollo integral del niño, sino que también desafiaba las concepciones rígidas de la educación tradicional. Ella decidió romper con los moldes, abriendo el camino para una forma de enseñanza inclusiva, donde cada niño era visto como un individuo con capacidades únicas, y no como una página en blanco sobre la cual imponer conocimientos de manera pasiva. Una de las experiencias pedagógicas que más me impactó de su enfoque fue su trabajo con niños con discapacidades, quienes hasta entonces eran considerados 'irrecuperables' por la mayoría de los educadores. De igual forma no solo los integró en su método, sino que demostró que, con las herramientas adecuadas, estos niños podían aprender, desarrollarse y sorprender al mundo. En ese sentido, su lucha contra el estigma de la discapacidad fue una batalla paralela a la lucha por el reconocimiento de la mujer, de la primera profesional en su área y lograr que sus colegas abrieran los ojos y la respetaran.
La forma en que Montessori trató a los niños con discapacidades demuestra que la inclusión no es un acto de caridad, sino una necesidad ética y social. De la misma forma que ella luchó por su propio espacio como mujer en la ciencia y la pedagogía, Montessori insistió en que todos los niños, independientemente de sus capacidades, tenían derecho a ser incluidos en ese espacio de crecimiento y aprendizaje. Asimismo, la película muestra de manera nítida algunos sacrificios personales y decisiones difíciles que ella tuvo que tomar como su maternidad solitaria y alejarse y negar a su hijo por los prejuicios de la sociedad de 1900. Todo aquello fue el precio doloroso que pagó para seguir su vocación.
Hay dos niños que atraviesan la película: Tina (un personaje ficticio) que es la niña que sufría una discapacidad y que logra a través de la música y el afecto despertar unas habilidades extraordinarias y Mario, el hijo al que tuvo que renunciar María Montessori hasta la adolescencia de él para intentar ser una “mujer nueva” y quien se convertiría posteriormente en su asistente y gran promotor de sus ideas pedagógicas. Así vemos a Tina y a Mario como pequeños héroes en esta ópera prima de la actriz y directora francesa Lea Todorov, cuya hija nació con una enfermedad genética que la llevó a conocer muchos aspectos del Método Montessori que fueron el detonante definitivo para hacer la película.
Fue inevitable quedarnos conversando con Natalia y María Angélica sobre la forma en que necesitamos más de las prácticas montessorianas en la educación de hoy y sobre cómo las podemos aplicar en nuestro trabajo diario. Ellas, maestras fundamentales del Gimnasio Sabio Caldas, recordaron la forma en que se han venido realizando acciones y proyectos liderados por el rector y poeta Santiago Espinosa. Por ejemplo, Natalia nos contaba cómo para ella una práctica pedagógica exitosa ha sido desde el tema de la Justicia Escolar Restaurativa donde se proponen escenarios de reflexión para que los conflictos no se evadan, sino que se aborden desde el reconocimiento del otro y la disposición de escucha por parte de los adultos que acompañan los procesos de aprendizaje. Ella nos narraba sobre la necesidad de que los estudiantes se tomen el tiempo necesario para mirarse a los ojos y disculparse en situación de conflicto. “Mirarse a los ojos no solo es un acto simbólico sino un ejercicio profundo de humildad y respeto. Este simple gesto, cargado de honestidad, abre la puerta a la reparación del daño causado. Aun cuando los conflictos puedan persistir, es posible que se transformen en diálogos constructivos, sin agresión, donde el reconocimiento del daño permite avanzar hacia relaciones más sanas” nos recordaba Natalia desde su rol de mediadora de conflictos escolares. También nos habló de Giorgio, un estudiante que se encontraba en algún lugar del espectro autista y al que recordó durante la película a partir de la frase de María Montessori: “Para que aprendan hay que amarlos”. Desde el amor y el afecto, Giorgio tuvo la confianza para destacarse en el campo de la tecnología donde los adultos aprendieron a mirarlo de una forma más asertiva. Por su parte, María Angélica nos contó su experiencia con estudiantes de octavo y noveno grado con quienes trabajó el tema de la violencia en Colombia tratando de aterrizar muchos contextos históricos del país y del continente al entorno cotidiano de los estudiantes y de su barrio Arborizadora Alta. Se propuso un ejercicio creativo de plasmar sus experiencias en camisetas. Y a través del arte los estudiantes fueron capaces de traducir la violencia estructural que impactaba su vida diaria en un lenguaje visual. Lo que podría haber sido una discusión abstracta sobre el conflicto armado se volvió tangible y personal. Este tipo de actividades nos permitió llevar el aprendizaje más allá del aula, conectando a los estudiantes con sus propias historias y permitiéndoles explorar el arte como una forma de expresión y catarsis. La pedagogía restaurativa no se trata solo de corregir conductas o mediar conflictos, sino de crear espacios donde los estudiantes se reconozcan a sí mismos y a los otros como seres humanos completos, con emociones, historias y capacidades. “Las camisetas no solo reflejaban los problemas macro, sino que también los conectaban con el microcosmos de sus vidas, sus familias y sus entornos inmediatos” narraba emocionada María Angélica.
Edna Bonilla en su reciente columna 'Emoción política y educación' menciona que “Educar las emociones que guían la construcción de un proyecto de sociedad distinto requiere de una acción de política educativa en el que la historia, la cívica, la educación socioemocional y ciudadana, tengan un lugar preponderante. Se trata de formar ciudadanos críticos, propositivos, comprometidos y éticamente responsables consigo mismos y con la sociedad. Desgraciadamente, esta tarea no la está cumpliendo la escuela colombiana”. Estoy de acuerdo. Esta generación de jóvenes frustrados y ansiosos que miran con escepticismo el futuro necesita de una educación más afectiva y que conecte con sus realidades y emociones y son los maestros los que a través del afecto crean un clima de confianza para que los estudiantes se sientan seguros de equivocarse mientras exploran y aprenden. Las artes crearán siempre vínculos con lo afectivo porque les permitirá percibir el mundo desde una perspectiva más profunda y empática. Los estudiantes que están en contacto con las artes desarrollan una mayor capacidad para interpretar sus propias emociones y las de los demás, lo que los convierte en seres más empáticos y conscientes de las complejidades humanas. Desde una obra de teatro, o una clase de pintura o escultura, o desde la creación de un ensamble musical, un joven aprende sobre sí mismo, sobre su capacidad de expresarse y sobre el impacto que su creación tiene en los demás.
María Montessori está más vigente que nunca en este siglo XXI. Fue tan cercana su correspondencia con don Agustín Nieto Caballero que en los archivos de la biblioteca del Gimnasio Moderno reposa una carta de Mario Montessori, el niño Mario de la película, a don Agustín, fechada 20 de septiembre de 1938. en la que le dice “Me dirijo a Ud. para pedirle si hubiera la posibilidad de interesar el gobierno de Colombia u otra entidad a hospedar y dar medios de trabajo a la Dra. Montessori en el caso en que una guerra fuera declarada aquí en Europa. // En ese caso ella podría establecer allí un Centro Internacional de su obra” (sic). Un año después estalla la guerra. Finalmente, no vinieron a Colombia, sino que María Montessori terminó trabajando en la India en los años de la guerra, pero siempre queda la pregunta de qué hubiera pasado si ella hubiera terminado trabajando en Colombia en una década en la que se trazaban unas coordenadas de una violencia que todavía vivimos. Por ahora su legado vive en Arborizadora Alta en el Gimnasio Sabio Caldas o en el Gimnasio Moderno o muchos colegios en diferentes regiones del país y no solo trasciende el tiempo, sino que su visión transformadora sigue viva en muchas aulas, recordándonos que una educación basada en el afecto, el respeto y la inclusión es el camino para construir una sociedad más justa. Hoy, más que nunca, necesitamos maestros que, inspirados por su ejemplo, reconozcan en cada estudiante un universo único de posibilidades, y que, como ella, desafíen los moldes tradicionales para crear espacios de aprendizaje donde la creatividad, el amor y la humanidad sean los verdaderos motores del cambio. María Montessori sigue siendo la 'nueva mujer' que no solo cambió la educación, sino que a través de su mirada nos mostró un mundo más compasivo y equitativo.