El homicidio de Sofía Delgado duele profundamente. Y da mucha rabia. También nos hace sentir impotentes, por no poder hacer nada frente a una tragedia de esta magnitud. No progresaremos como sociedad hasta que estos casos no dejen de ocurrir, aunque pasan más frecuentemente de lo que pensamos. Cuando suceden, por tanto, es normal que a partir del dolor y la indignación nos preguntemos qué hacer para que estas situaciones no se repitan. La primera respuesta para muchos, partiendo de la racionalidad de los seres humanos, está en el castigo. Aumentar la sanción para los que cometan una conducta, muchos piensan, va a disuadir a la gente a que no cometa crímenes por el miedo a la pena que van a tener que pagar si lo hacen. Además, estas posturas argumentan que al encarcelar al delincuente se le incapacita para que no vuelva a reincidir, lo que en últimas previene la comisión de más crímenes.
A partir de esa lógica, es que después del homicidio de Sofía varias personas han insistido en la necesidad de la cadena perpetua para violadores y asesinos de menores. Para algunos, es una muerte que se habría podido evitar de existir este tipo de medidas. Brayan Campo, quien confesó haber cometido el delito, era reincidente pues tenía un caso por abuso sexual violento agravado. Así, algunos han afirmado que si la cadena perpetua existiera, este asesino habría estado encarcelado e incapacitado para cometer el homicidio de Sofía.
No estoy tan seguro, sin embargo, de la efectividad de la cadena perpetua para evitar este caso. Campo no estaba libre por la falta de una sanción suficiente para la conducta que cometió. De hecho, fue capturado en flagrancia y la conducta por la que se le acusaba puede tener una pena de hasta 24 años, es decir, hasta el 2042 si se tiene en cuenta que su captura fue en 2018. No obstante, Campo estaba en libertad por vencimiento de términos, es decir, por lo precario y limitado que es el sistema judicial y penal colombiano. Un sistema que ha no sido efectivo en imponer las penas de forma efectiva, y que lo ha hecho de forma selectiva. El problema, en esa medida, no era que la pena fuera leve. La falla estuvo en que por la ineptitud de ciertos funcionarios, y por las limitaciones y fallas del sistema, se vencieron los términos. Algo inaceptable.
Lo que tenemos que pensar, y es lo que deberíamos estar debatiendo, es cómo corregir las fallas de ese sistema de justicia penal en donde hay constantes vencimientos de términos, en donde a muchos de los que roban los dejan en libertad por ser delitos excarcelables, entre otros inconvenientes. No las sanciones, pues estas no son el problema. Si se aplicaran, sería más que suficiente.
Ahora bien, la solución no solo se puede quedar en corregir las fallas sistema de justicia penal. Aun con uno efectivo, el crimen seguiría, como ocurre en otras partes del mundo. Pensar que el derecho penal va a resolver todos los problemas sociales es simplista y resultaría en una política pública incompleta si se quiere prevenir la criminalidad. Hay que pensar en una respuesta integral. Por qué no nos preguntamos también sobre el origen de la conducta, es decir, por qué el actor la comete, en lugar de reprimirla una vez ya ha sucedido. Atacando las causas, muy seguramente llegaremos a mejores resultados que con el simple castigo. Aunque ambas cosas son complementarias.
Varios ejemplos muestran este tipo de pensamiento. En los casos de corrupción el principal mecanismo planteado es la total persecución, represión y castigo frente a quiénes incurren en estas conductas. El enfoque, en ese sentido, no busca mirar qué motiva al corrupto a serlo, para ver si esto se puede evitar. Lo mismo ocurre con los denominados “provida”. Su batalla se concentra en mantener la penalización del delito de aborto y no en analizar por qué las mujeres lo hacen para así evitar que esto ocurra (ya que lo ideal es que ninguna mujer tenga que abortar). Lo mismo está ocurriendo con la violación y asesinato de menores, en donde como lo dije, la solución propuesta es otra vez la cadena perpetua. No ven, como bien lo señaló María Camila Correa, profesora de Jurisprudencia del Rosario, que “las cadenas perpetuas no resuelven esto [las violaciones y homicidios de mujeres menores], esto lo resuelve la deconstrucción de las masculinidades que legitiman la objetivación de los cuerpos femeninos”. Para reflexionar.