Mauricio Cabrera
21 Enero 2023

Mauricio Cabrera

Misión Orinoquía

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La Orinoquía es la gran posibilidad del país para incrementar de forma significativa la producción de alimentos de manera que se logre la soberanía alimentaria y se produzcan excedentes para la exportación. Es una de las últimas fronteras para el desarrollo agrario del planeta.

El problema es que esto mismo se viene diciendo desde hace muchos años. En lo que va de este siglo se han producido cerca de 30 documentos oficiales con planes y programas para la Altillanura y la Orinoquía, además de más de 15 consultorías de universidades y centros de investigación, sin mayores resultados para el desarrollo de la región. Así las cosas, puede llegar a repetirse algo similar a lo que se dice del Brasil: “La Orinoquía es la región del futuro y siempre lo será”.

Para que esto no suceda es necesario un nuevo enfoque en las políticas públicas, donde no solo se plantee un nuevo papel del Estado, sino que se establezcan novedosas formas de colaboración con todo el sector privado: empresarios y campesinos, academia y emprendedores, porque sin el trabajo conjunto de todos estos actores no será posible el desarrollo de la región.

Puede ser que ahora sí se pueda. Desde su discurso de posesión el presidente Petro planteó la realización de “una misión del Estado con todo el sector privado que quiera unirse debe garantizar la plena alimentación sana de toda la sociedad colombiana y lograr excedentes de exportación”. El objetivo es lograr hambre cero en el país, para lo cual dijo, “necesitamos articular un modelo entre la gran corporación y la producción familiar campesina que respete la biodiversidad en la Altillanura”. El sector privado debe responder a esta invitación.

El potencial de la Orinoquía

Con un área de 254.000 Km² cuatro departamentos, Arauca, Casanare, Meta y Vichada, representan el 22 % del territorio nacional, en su gran mayoría explotados de una manera poco eficiente. En efecto, el 40 % de esta enorme extensión de unos 100.000 Km², está dedicada a la ganadería extensiva que puede requerir hasta unas 15 hectáreas para sostener una cabeza de ganado.

Sin necesidad de deforestar, y manteniendo otro 40 % del área de la Orinoquía dedicada a la conservación de bosques naturales o plantaciones forestales, hay un gran potencial para utilizar el resto de esa tierra de manera más productiva. Empezando por la misma ganadería, pues ya hay tecnologías de ganadería sostenible y regenerativa que pueden sostener dos cabezas de ganado por hectárea, aumentando de manera impresionante la producción de carne.

En materia de producción agrícola, también hay iniciativas importantes para aumentar la producción de alimentos. Hoy solo unos 10.000 Km², (el 4 % ) están dedicados a la agricultura, la mitad de estos en cultivos de palma de aceite y arroz, mientras que a maíz y soya se dedican otros 2.000 Km². Pero en estos cultivos también se han desarrollado paquetes tecnológicos que incrementan la productividad de la tierra, con la gran ventaja de que no son exclusivos de grandes empresas agroindustriales, sino que se han desarrollado esquemas asociativos para la vinculación de pequeños y medianos productores.

Una limitación que tiene la Orinoquía es la escasa población: en tan extenso territorio tan solo habitan 1,8 millones de personas, que son solo el 3.5 % de la población nacional. Es una situación de tierra sin campesinos, que puede ser una oportunidad para que haya más campesinos con tierra, pero para lograrlo se requiere que exista la oferta de condiciones básicas de salud, educación y vivienda que atraigan nuevos pobladores y eviten que los actuales migren a las ciudades.

La misión Orinoquía

Lograr el desarrollo equitativo, sostenible y sostenido de un territorio con tanto potencial requiere un nuevo modelo de relacionamiento entre el Estado y el sector privado, en el que no se vean como competidores y contrincantes, sino como socios en la búsqueda de un objetivo común.

Un enfoque que puede permitir este nuevo relacionamiento es el concepto de “Misión Economía” que ha elaborado la profesora Mariana Mazzucato, según la cual “Los enfoques de política orientada por misiones exigen combinar las misiones públicas con los fines privados. Para ello, es necesario que tanto el Estado como las empresas estén dispuestos a colaborar de forma más simbiótica, lo que, a su vez, permitiría replantear el contrato social”.

Mazzucato ya ha presentado en el país sus proyectos, y la invitación del presidente Petro al sector privado es precisamente a que se realicen este tipo de misiones para objetivos específicos.

Las Misiones son objetivos concretos dentro de un gran reto, que actúan como marcos y estímulos para la innovación. Deben establecer un conjunto de objetivos claros que solo pueden ser alcanzados mediante un portafolio de proyectos y políticas de apoyo:

Algunas características importantes de las misiones es que deben ser atrevidas e inspiradoras y revestir una gran importancia para la sociedad; marcar una dirección clara: tener fines concretos, medibles y con plazos; llevar a cabo iniciativas de investigación e innovación ambiciosas pero realistas y permitir una innovación interdisciplinar, intersectorial y con diferentes actores.

El objetivo que se puede plantear para la Misión Orinoquía es convertir la región en el líder en la producción agropecuaria y la protección del medio ambiente, con inclusión social y modelos asociativos que fortalezcan la economía campesina y mejoren la calidad de vida de la población.

Un objetivo tan ambicioso requiere la participación de muchos sectores y entidades del gobierno y del sector privado y su éxito depende de la formulación y estructuración de proyectos bien definidos, a los que se deben asignar los recursos necesarios, definiendo los responsables de su ejecución con metas verificables. En una palabra, proyectos con buena gerencia.

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