Juan Fernando Cristo
16 Abril 2024 04:04 pm

Juan Fernando Cristo

Moderación

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Hace falta moderación en Estados Unidos en vísperas de unas elecciones presidenciales que definirán no solo el futuro de la gran potencia, sino probablemente del mundo entero. Cuánta falta hace también esa moderación en el Medio Oriente, en donde un brutal acto terrorista de Hamas provocó la furia incontrolada del primer ministro israelí, quien resolvió arrasar con Gaza y los palestinos. Es la misma moderación que brilla por su ausencia en el debate migratorio en Europa entre los partidos de la extrema derecha y la izquierda radical. En Colombia la moderación en el debate político desapareció hace dos décadas con el discurso radical y muy popular de Uribe. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española moderación significa: cordura, sensatez, templanza en las palabras o acciones. Sus sinónimos son: comedimiento, ponderación, sobriedad, mesura.


La moderación es entonces un bien escaso en el mundo de hoy. Para infortunio de las democracias liberales desapareció en los últimos años por cuenta de la simplificación del debate político y la aparición de las redes sociales que incitan a la violencia verbal y la radicalización. Es vista hoy como sinónimo de debilidad. El debate informado y racional fue desplazado por el insulto y la descalificación. Pocos se preocupan ahora por el argumento y la evidencia. Los medios y las redes privilegian el escándalo, la pelea, la grosería, por encima del razonamiento científico y técnico. El conocimiento fue reemplazado por la emoción de las barras bravas de uno y otro bando, como si asistiéramos a un partido de la emocionante Liga Premier de Inglaterra. Ahora importa derrotar al contrincante, más que impulsar políticas públicas que beneficien a la ciudadanía.


En el caso colombiano perdimos la moderación hace un buen tiempo y eso imposibilita los consensos para resolver los graves problemas que enfrentamos. Conduce además a la parálisis, a un peligroso bloqueo institucional que debemos superar. Aún hay tiempo de recuperar la moderación que nos permita avanzar en las reformas sociales. La agenda social del gobierno (reforma a la salud, laboral y pensional) es necesaria y oportuna para Colombia y todavía es posible salvarla si desde el gobierno, oposición y sectores independientes regresamos a la moderación. No se trata de definir en qué bando se encuentra cada partido, congresista o ciudadano, sino de lo que conviene para garantizar un mejor sistema de salud, una pensión digna a nuestro adultos mayores que no la tienen o restablecer los derechos de los trabajadores que les fueron conculcados con la reforma laboral de 2003.


Aunque parezca imposible, aún estamos a tiempo de construir acuerdos en el Congreso y la sociedad si todos contribuimos a bajar el nivel de de rabia, catastrofismo y resentimiento del debate político. La reforma pensional lleva más de seis meses estancada en la plenaria de Senado esperando acuerdos entre los distintos sectores políticos y nadie cede. Es el momento de enviar un mensaje positivo. Si se reduce el umbral del número de salarios mínimos de quienes deben cotizar en Colpensiones, se garantiza un manejo responsable de los recursos del Estado y se reconoce a los fondos privados una remuneración justa por la administración, es posible el consenso. En el caso de la salud, paradójicamente el hundimiento de la reforma y la intervención subsiguiente de la Nueva EPS y de Sanitas, generó una preocupación válida de todos los sectores: gobierno, EPS, IPS, alcaldes y gobernadores y pacientes, que obliga a una gran concertación en la que nadie debe faltar, que tenga como único propósito salvar el sistema y no imponer la visión de unos sobre los otros. Según parece, hay avances importantes y quedan pocos puntos por acordar para una ley de emergencia que transmita tranquilidad a los colombianos. Y en el caso de la reforma laboral, el mejor legado del gobierno Petro para los trabajadores que lo apoyaron masivamente en 2022 es el restablecimiento de las horas extras, recargos nocturnos y dominicales y la adopción de medidas que contribuyan a la formalización laboral.


Si retomamos la moderación en el debate, se aprobarán unas reformas sociales sensatas que impliquen avanzar en los derechos de las mayorías como busca el gobierno. Concentrémonos en las reformas que tienen salvación y no gastemos más tiempo en debates inútiles sobre un eventual proceso constituyente que, además de inviable, brinda la oportunidad a los opositores radicales de salir con respuestas desmesuradas y absurdas en su afán de arrancar en forma precipitada sus campañas de 2026. Si no volvemos a la moderación en la discusión de las políticas públicas estaremos condenados al fracaso. Me niego a pensar que somos una minoría de soñadores ingenuos los que creemos que aún tenemos tiempo. 

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