Juan Camilo Restrepo
10 Marzo 2023

Juan Camilo Restrepo

Ni chéveres ni divertidas

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El presidente Gustavo Petro en uno de sus consabidos trinos escribió lo siguiente esta semana: “Anoche me divertí cuando invité a mi consejo de ministros que llevaba 5 horas de reunión a profundizar en matemáticas de las finanzas públicas. “Chéveres” las matemáticas a altas horas de la noche. Decidimos elevar de 0.6 a 0.8 del PIB la inversión con vigencias futuras”.

El mecanismo de las vigencias futuras permite, en esencia, comprometer presupuestos que aún están lejanos en el tiempo. Son inversiones que obligatoriamente tienen que incluirse en los presupuestos que se expedirán en cinco,diez o más años. Es una figura que permite sobrepasar el estrecho marco de las vigencias anuales para asegurar la provisión de recursos para obras que se ejecutarán en el futuro.

Ni son chéveres ni divertidas. Si se abusa de ellas se termina amparando con la obligatoriedad presupuestal obras que por su plazo de ejecución pueden no necesitarlo, o lo que es más frecuente, terminan escribiendo buena parte de los planes de desarrollo de los gobiernos venideros. Es una manera de perpetuar en el tiempo el exiguo mandato presidencial de cuatro años. 

Según uno de los últimos informes del Comité Autónomo de la Regla fiscal (CARF), las vigencias futuras ascendían a septiembre de 2022 a 157 billones de pesos, a las cuales habría que añadir las que abrió el consejo de ministros en la madrugada “chévere” del trino del presidente Petro.

Ojalá que estas últimas correspondan efectivamente a inversiones serias cuya ejecución proyectada en el tiempo requiera efectivamente de vigencias futuras.

A medida que avanza la incertidumbre, la confusión de este Gobierno con las cifras aumenta en igual medida. Basta repasar lo que viene sucediendo con las cifras sobre el costo de la reforma de la salud. Originalmente los ministros de Hacienda, Agricultura y Educación, lo mismo que el director de Planeación afirmaron que el costo de la reforma durante el Gobierno de Petro ascendía a 90 billones de pesos. Posteriormente el ministro de Hacienda, en una afanosa revisión que tuvo que hacer, afirmó, mediante comunicado oficial de su despacho, que el costo de la reforma a la salud era solo de 30 billones de pesos. Esta semana, sin embargo, en rueda de prensa convocada por el Ministerio de Salud sin presencia de delegados del Ministerio de Hacienda se sostuvo que el costo neto de la reforma a la salud durante los tres próximos años será de alrededor de 3 billones de pesos.

Nótese los bandazos que se están dando con estas cifras: primero se habló de 90 billones de pesos, después de 30 billones de pesos y ahora, por último, por boca del director del Adres, se comunica que el costo con efecto fiscal de la reforma será apenas de 3 billones de pesos puesto que los ingresos asegurados según él son tan cuantiosos que la gran mayoría de los costos están cubiertos en lo que queda del actual Gobierno. Claro que a renglón seguido agregó que para los próximos diez años el costo total de la reforma era de 118 billones de pesos.

Me pregunto: ¿Qué opina el ministro de Hacienda de estas cifras que salieron del Ministerio de Salud sin ningún delegado suyo? ¿Cuál es el punto a partir del cual el costo de la reforma a la salud desborda las posibilidades trazadas por la regla fiscal? ¿Será que las vigencias futuras que se abrieron en el consejo de ministros a que se refiere el trino presidencial son para amparar los costos de la reforma a la salud?

El ministro de Hacienda tiene la palabra. Y ojalá que no sea ambiguo. Lo que es cierto es que esta catarata de cifras ni es divertida ni es chévere.

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