
Me ha llamado la atención Moises Wasserman, un científico que revela su frustración ciudadana atreviéndose a preguntar dónde está el piloto y a proponer una manera de organizar las próximas elecciones para que la polarización no obligue a escoger a un candidato de los extremos del espectro político, o a una paracaidista talentosa.
Wasserman propone que se organicen tres grupos políticos: la izquierda, el centro y la derecha, y que cada uno de ellos llegue con un solo candidato a la primera vuelta, en vista de que varios partidos políticos no son capaces de impedir retener a sus votantes moderados y de evitar que adhieran a los extremos. Esto aplica principalmente al centro y en menor medida a la izquierda, que todavía no es democrática en Colombia y sigue aspirando a llegar al poder por la vía violenta o la constitucional. Y no lo hace para establecer un gobierno social demócrata, sino para destruir la democracia liberal e imponer un estado autoritario, o peor aún, totalitario.
Por el miedo que esto induce, la derecha tiene mayor probabilidad de ganar que el Pacto Histórico por el mal sabor que deja la presidencia de Petro. Ricardo Silva lo dice muy claro en su columna del 7 de febrero en El Tiempo: “Y hay que pensarse, de paso, en un progresismo que sea serio…Que no crea que empezó con Petro… y que no desprecie los dramas de la clase media”. Ese progresismo de clase media es numeroso, y si no se deja huérfano, podría ayudar a solidificar al centro. Por ahora no se ve quienes lo liderarán u organizarán, pero un movimiento nuevo de gente moderada que no confíe en los extremos podría darles la pelea a la izquierda y a la derecha, que ya creen que no tendrán rival que impida que lleguen los dos a la 2ª vuelta.
Vale la pena entonces acoger las preocupaciones de Moisés y de Ricardo e ir pensando qué valores, qué políticas y que posiciones asumirá ese centro aliado con un progresismo racional, democrático y serio. Una forma de identificar esas características políticas es señalar las diferencias que lo distinguen tanto de la derecha como de la izquierda, comenzando por lo más importante que es la posición de cada uno de los tres grupos frente a la seguridad y el narcotráfico, y su compromiso con la reducción de la pobreza y la desigualdad.
La derecha anuncia que su prioridad va a ser la seguridad, y que, si logran imponer la paz, probablemente a la fuerza, despegará una era de crecimiento acelerado que generaría mucho empleo, lo que daría lugar a un descenso de la pobreza y, de rebote, a una menor desigualdad de ingreso. Esto último depende de que los ingresos de capital que traiga consigo la aceleración no se queden en los estratos más altos y menos poblados de la distribución del ingreso. Una administración de derecha muy seguramente reducirá las tarifas tributarias de las sociedades y permitiría concentración del ingreso en los niveles más altos de ingreso y de riqueza. Esto pondrá su objetivo de seguridad y orden en peligro, por falta de recursos.
La izquierda, por supuesto, buscaría aumentar los impuestos de los de mayores ingresos, pero le queda difícil formular una política de seguridad porque han sufrido los excesos de los estatutos de seguridad en Colombia y en la región. Equivocadamente han confiado durante esta administración en la voluntad de los grupos armados subversivos o criminales de celebrar acuerdos de paz a las buenas. Esos grupos han aprovechado esta equivocación para dilatar, distraer, incumplir y fortalecerse.
El centro puede ofrecer una política de seguridad que conduzca al fortalecimiento del Estado, al control del territorio y a presencia efectiva del Estado en toda la nación con prestación eficiente de servicios básicos de salud, educación seguridad y justicia. Esto tendría que llevarse a cabo sin descuidar el respeto a los derechos humanos, a la estabilidad y a la vida de la población colombiana. La necesidad de mayores ingresos tributarios que le impondría su política de seguridad y el compromiso de reducir la desigualdad exigiría irremediablemente gravar a los más ricos y requeriría apoyo de la comunidad internacional para reducir la producción y el tráfico de cocaína en Colombia y el vecindario. Se agotó el espacio y hay varios otros factores diferenciadores que ameritan revisión en las próximas quincenas.
