Edna Bonilla
11 Diciembre 2024 03:12 pm

Edna Bonilla

Pasaron el año y se graduaron con honores

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La tarea de los últimos meses del año en los centros educativos es intensa. Las actividades son diversas: los cierres de ciclos, las evaluaciones, la planeación para el siguiente curso o semestre y, por supuesto, los grados y reconocimientos. John Dewey (1859-1952) señaló acertadamente que “la educación no es la preparación para la vida, sino que ya es vida en sí misma”. En época de cierres, las palabras de Dewey reflejan la esencia de la gran apuesta por la transformación que llevan a cabo muchas comunidades educativas del país. Intentemos hacer aquí la primera parte de una evaluación en la que resaltemos algunas cosas positivas que vivimos en el territorio. La educación en Colombia ha sido, y continúa siendo, una palanca clave para la transformación y la superación de miles de niños, niñas, jóvenes y sus familias.

Son muchas las historias y proyectos que reavivan la esperanza y reafirman que trabajar por una mejor educación es una causa que nos debe unir. Es un buen momento para celebrar algunos logros y resaltar el profundo valor, la resiliencia y la capacidad de superación de las y los estudiantes y sus maestros y los esfuerzos de otros actores en beneficio de la educación. Tres ejemplos.

El primero, la inspiradora historia de Joanna Sora, una docente en el Páramo de Pisba, Boyacá, quien cada lunes hace un recorrido de tres horas (dos en carro y una a pie), en medio de trochas, para llegar hasta una pequeña escuela cuyos únicos alumnos son dos hermanos, Ángel y William. Su dedicación ha capturado la atención nacional, movilizando esfuerzos para mejorar las condiciones de su escuela y garantizar que estos niños tengan acceso a herramientas tecnológicas y recursos educativos esenciales. Su trabajo es un claro ejemplo de cómo la educación puede transformar vidas, incluso en los rincones más apartados del país y, siempre, de la mano de los maestros y maestras. Como la ‘profe’ Joanna son cientos de miles los ‘profes’ que se levantan día a día para hacer parte de la construcción de los proyectos de vida de sus estudiantes, y son miles los directivos docentes que, con su liderazgo, logran lo que es muchas veces pareciera imposible: niños, niñas y jóvenes felices por contar con una palabra, una mirada que los haga sentir invencibles. Aplausos de pie, para ellos y ellas.

Otro ejemplo lo conforman los dos colegios colombianos que fueron preseleccionados para los World’s Best School Prizes 2024, que son los premios educativos más prestigiosos del mundo. Se trata de los colegios públicos La Giralda, de Bogotá, y la Institución Educativa Comercial de Envigado, que quedaron en el top 10 de estos premios creados por la plataforma T4 Education, así como Accenture, American Express y la Fundación Lemann. El galardón destaca la contribución al progreso de la sociedad. En un contexto territorial y socioeconómico difícil, el trabajo de La Giralda es maravilloso. Su enfoque pedagógico promueve de manera armónica el desarrollo académico, el socioemocional y la construcción de un proyecto de vida exitoso para sus 1.400 estudiantes y sus familias. Sus experiencias forman parte del programa de Justicia Escolar Restaurativa (JER), que se desarrolla en todos los colegios públicos de Bogotá. Promover su expansión le haría mucho bien al país. De hecho, otro colegio maravilloso que el próximo año cumplirá 25 años y cuya vivencia de la JER es inspiradora, es el Gimnasio Sabio Caldas, en Ciudad Bolívar, Bogotá, que, aunque no estuvo preseleccionado, ¡tiene tanto que enseñar! 

Y, por otro lado, está la Institución Educativa Comercial de Envigado, que con su espíritu innovador diseñó e implementó el proyecto ‘Inventipaz’, iniciado en 2016, con el que promueve la creación de inventos y dispositivos sostenibles, inclusivos y orientados a la paz. Sus estudiantes desarrollan soluciones prácticas a desafíos ambientales y sociales, como la contaminación del aire y del agua, la creación de biocombustibles a partir de algas y el diseño de prótesis robóticas para personas con discapacidades. Todo su trabajo demuestra que la investigación, la sostenibilidad y la convivencia pacífica se pueden construir desde el colegio y con la participación activa de las familias. Estos colegios son inspiración pura. 

El tercer caso son los miles de jóvenes que están siendo beneficiarios por estrategias de los gobiernos regionales o del sector privado para acceder a la educación superior y posmedia. Y es que, aunque la estrategia del Gobierno de creación de 500.000 cupos nuevos lleva apenas un 13 por ciento de cumplimiento de la meta, otros actores como los gobiernos municipales y departamentales han continuado o diseñado estrategias que facilitan el acceso y la permanencia a la eduación superior. Por ejemplo, en Bogotá, además de los 40.000 jovenes beneficiarios (al año 2023) con ‘Jóvenes a la U’ (hoy, ‘Jóvenes a la E’), se han sumado 2.100 cupos, y pronto serán 4.700 más. Otros programas en Antioquia, Atlántico y Cali también han dado importantes resultados. Dos casos esperanzadores desde el sector privado, son la creación del fondo Generación A, liderado por el Grupo Argos en Antioquia, y el programa de becas de Nutresa y Eafit. El primero es un fondo a perpetuidad, que comienza con 40.000 millones de pesos y financiará becas en instituciones de primer nivel, brindando sostenimiento y mentorías a jóvenes vulnerables. Las becas de Nutresa, respaldadas por un monto de 32.000 millones de pesos, están dirigidas a jóvenes de diferentes regiones del país. El sector financiero, asegurador y bursátil está diseñando también un programa para brindar oportunidades a la juventud en materia educativa. Estas apuestas contribuyen a reducir las desigualdades en el acceso a la educación posmedia. La educación nos debe unir y es inspirador trabajar mancomunadamente entre el Estado y el sector privado.

Poco a poco se ha ido entendiendo la cotidianidad de las aulas y el intercambio de ideas y cada desafío superado no son simples escalones hacia el futuro, sino experiencias fundamentales que enriquecen el presente. La educación es vida en sí misma. Los estudiantes no sólo han adquirido conocimientos, sino que también han aprendido a cuestionar, a colaborar y a enfrentar los desafíos con resiliencia. La educación en nuestro país se ha convertido en un catalizador para el cambio social.

De otro lado, más allá de las historias particulares, también es importante resaltar algunos avances significativos en materia de gestión educativa. Acá, cinco de ellos: 

El primero, los importantes avances en materia de infraestructura educativa. Se destaca el trabajo adelantado por el Fondo Financiero de Infraestructura Educativa (FFIE). Se han intervenido 1.720 instituciones educativas en el país (433 colegios nuevos o ampliados y 1.287 sedes mejoradas), de las cuales 805 se han entregado en el presente gobierno, y habían iniciado su construcción en gobiernos anteriores (120 nuevos o ampliados y 685 sedes mejoradas). Ilusiona la construcción de un colegio modular en Timbiquí, Cauca, que marca un hito en la educación rural. Este innovador proyecto, diseñado para cerrar brechas de acceso y calidad, beneficia a 132 estudiantes con infraestructura moderna en un entorno que parecía inalcanzable para la educación de calidad. El modelo no sólo ofrece aulas, sino también espacios comunitarios que impulsan el desarrollo integral de las comunidades que allí habitan. La deuda con la educación rural y sus comunidades es enorme e histórica. Esta es una buena forma de cerrar la brecha urbano-rural.

Segundo, el fortalecimiento de la educación rural. En los últimos años se ha dado un importante impulso a la educación en las zonas rurales de Colombia. Ejemplo de ello es el de Escuela Nueva (creado por Vicky Colbert), que ha ganado varios reconocimientos internacionales. El último en este año, el Premio Klaus J. Jacobs, de Suiza –otorgado cada dos años a soluciones innovadoras basadas en evidencias rigurosas que mejoran el desarrollo y el aprendizaje infantil–, demuestran que es posible lograr el acceso a una educación de calidad incluso en los contextos más desafiantes. Escuela Nueva ha impactado positivamente en la calidad educativa de las zonas más apartadas del país, mostrando que es viable mejorar las oportunidades de aprendizaje en áreas rurales.

Tercero, las iniciativas de educación en tecnología. El sector educativo colombiano está apostando por ella gracias a muchas escuelas y universidades ofreciendo programas que preparan a los jóvenes para enfrentar los retos del futuro. Iniciativas como Colombia Aprende, una plataforma digital que ofrece una amplia gama de cursos –entre ellos Generación Digital Segura, STEM+ y Aulas Sin Fronteras– están impulsando la educación digital. Estos programas están formando a jóvenes en áreas clave como programación, diseño digital e inteligencia artificial, abriendo nuevas oportunidades en sectores emergentes de la economía.

Cuarto, los proyectos de inclusión educativa. En Colombia también se están llevando a cabo esfuerzos significativos para mejorar la inclusión en las aulas, especialmente para los estudiantes con discapacidades. Un buen ejemplo es la labor de Fundalectura, que fomenta la lectura entre niños con diversas condiciones. 

Y quinto, la transformación a través de la educación artística y cultural. La educación en las artes y las emociones también está demostrando ser una herramienta poderosa de superación y cohesión social. Iniciativas como el Programa de Educación Artística, de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, ha permitido que miles de niños y jóvenes en condiciones de vulnerabilidad encuentren en la música una vía para mejorar sus perspectivas de futuro, fomentando el desarrollo personal y social a través de la expresión artística. De igual forma, el trabajo de Batuta es maravilloso. 

Si bien el camino hacia una educación inclusiva, equitativa y de calidad aún enfrenta obstáculos, los avances que hemos logrado hasta ahora son un reflejo de la capacidad de resiliencia y la fuerza transformadora de la educación. Cada uno de los logros mencionados no sólo aporta soluciones a los desafíos actuales, sino que también es un recordatorio de que, a través de la inversión en educación, podemos transformar realidades y construir un futuro más justo y próspero para todos. La educación es, sin duda, el motor de cambio más poderoso y, en Colombia, está demostrando que con esfuerzo, creatividad y colaboración, es posible superar los desafíos y generar esperanzas renovadas para las generaciones venideras. Todo es posible gracias a nuestras comunidades educativas. ¡Pasaron el año y se graduaron con honores! Gracias por darnos razones para sonreír y soñar con una mejor educación en nuestro país. 

Posdata. Esta columna es inspirada en Deidamia García Quintero, mi amiga luchadora por la educación y la paz de Colombia. Ella, con su ejemplo, me mostró que es posible poner siempre en el centro de la agenda educativa a los niños, las niñas y los jóvenes. Con su sensibilidad me hizo entender mi vida en una canción. Con su dulzura me enseñó que es posible que los niños y niñas le enseñen a los adultos, y que la única forma de lograr la paz es empezar desde los hogares y los colegios. Estos son los verdaderos territorios de paz.

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