Catalina Ceballos
29 Mayo 2023

Catalina Ceballos

Patrimonio sin ladrillos

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Tenemos la falsa idea de que el patrimonio son solo infraestructuras, murallas, iglesias, plazas públicas o hasta cementerios; otros, menos incautos, reconocen que el patrimonio es material e inmaterial y otros, con una mirada claramente contemporánea, se refieren al patrimonio que reivindica o de uno invisible. Y ese es el que me trae hoy por acá, porque leyendo sobre este tema entiendo que el patrimonio es humanista.

De hecho el patrimonio es tan potente que los artículos constitucionales 70, 71 y 72 se redactan con base en el patrimonio cultural. La Ley 1185 de 2008, en el artículo 4 estableció que “El patrimonio cultural de la Nación está constituido por todos los bienes materiales, las manifestaciones inmateriales, los productos y las representaciones de la cultura que son expresión de la nacionalidad colombiana, tales como la lengua castellana, las lenguas y dialectos de las comunidades indígenas, negras y creoles, la tradición, el conocimiento ancestral, el paisaje cultural, las costumbres y los hábitos, así como los bienes materiales de naturaleza mueble e inmueble a los que se les atribuye, entre otros, especial interés histórico, artístico, científico, estético o simbólico en ámbitos como el plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, lingüístico, sonoro, musical, audiovisual, fílmico, testimonial, documental, literario, bibliográfico, museológico o antropológico”.

Más adelante existe la sentencia C-553 de 2014 mediante la cual la Corte Constitucional añade: “Este patrimonio genera sentimientos de identidad y establece vínculos con la memoria colectiva. Es transmitido y recreado a lo largo del tiempo en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia y contribuye a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana” Y es ahí donde se reconoce el componente humanista del mismo, es a través del patrimonio que se puede gestionar la diversidad y por qué no? los sentimientos.

A ratos podríamos confundir la antropología con el patrimonio, fíjense que lo patrimonial no es solo lo culto, ni espacios con remembranza del pasado, se trata de mirar aspectos económicos, políticos, sociales e identitarios, es decir lo que hace la antropología. O es que acaso nosotros mismos no hemos hecho referencia al patrimonio sin tal vez darnos cuenta de su potencia, no se trata solo de ver y saber qué es Monserrate, pero tal vez entender todo lo que suscita por las mañanas para muchos caminantes que se relacionan entre ellos, gracias a esa iglesia a 2500 metros en el centro de Bogotá, o lo que para todos los colombianos significa el corralito de piedra, caminarlo, pagar tiquetes carísimos para ver que la torre del reloj y sus alrededores se ha convertido en un lugar para mirar con lupa las políticas públicas que se deben diseñar y ejecutar sobre el turismo responsable frente al turismo sexual, un tema  netamente del patrimonio. O si se debe o no, desde el Ministerio de Cultura intervenir en la construcción de un parqueadero subterráneo en plena plaza de Villa de Leyva. La eterna conversación que surge sobre el Galeón San José o para no ir más lejos, la negociación entre Distrito y Nación sobre el Hospital San Juan de Dios, ninguno de los anteriores son temas menores. 

Por ejemplo el IDPC –Instituto Distrital de Patrimonio Cultural de Bogotá, que en la actualidad lidera el tema relacionado con el denominado PEMP Plan Especial de Manejo y Protección del centro histórico de Bogotá- ha reconocido a quienes habitan los barrios que lo conforman y buscan garantizar la permanencia de sus residentes a pesar de las problemáticas contemporáneas a las que se pueden enfrentar, por ejemplo, ser zonas residenciales y de visitante, ser zonas turísticas, haber sido declarados distritos creativos en fin, los temas son tan anchos como largos.  Lo importante es que el instituto percibe entre otras cosas que al humanizar sus tareas y la concepción de patrimonio más allá de lo material y como ellos mismos lo mencionan, referirse más bien a los patrimonios integrados, puede desde sus políticas públicas garantizar suplir las necesidades de la sociedad a través de la buena administración de lo material, lo intangible y lo natural. Y lo han hecho con los habitantes, lo cual garantiza un proceso democrático y resulta en un fantástico desafío para la creatividad.

La cultura o el patrimonio, más allá de las expresiones artísticas y más allá de las consideraciones posibles sobre el patrimonio, tiene incidencia en la economía, en el territorio, en las relaciones que tenemos con los vecinos. También puede ser el principio, por qué no, de una política de convivencia, reconciliación y paz.

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Esta semana se estrena la película de género documental “Nuestra Película”, dirigida por la productora, cineasta y quien también fue directora artística del FICCI, Diana Bustamante. Ella, a través de 600 horas en materiales de todo tipo de noticias del periodo que va desde 1984 hasta 1991, armó su historia que también es la de todos nosotros. Nuestro imaginario construido sobre el entierro de Bernardo Jaramillo Ossa, Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, José Antequera, la sangre del uno, de la otra; los medios amarillos, muy amarillos, narrando una y otra vez la escabrosa historia que nos han relatado, nos han dicho cómo somos los colombianos y las colombianas, es tan dolorosa nuestra historia y “Nuestra Película”, que solo provoca abrazarnos y decirnos lo siento por este país en el que crecimos. Pero también nos lleva a preguntarnos ¿hasta cuándo vamos a permitir que este sea nuestro relato? ¿Cuánta responsabilidad tienen los medios? ¿Cuánta responsabilidad tenemos nosotros al replicar una y otra vez estas conversaciones?

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