Yezid Arteta Dávila
12 Septiembre 2024 06:09 pm

Yezid Arteta Dávila

Paz total: novelería y veracidad

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El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez publicó en El País de España una columna titulada Nuevas reflexiones sobre la vieja paz, en la que claramente confunde la realidad colombiana con la ficción. Ocurre a menudo con los buenos escritores. Juan Gabriel, debo decirlo, es un buen escritor. Industrioso. Costaguana, por ejemplo, es una buena novela que recrea a Nostromo de Josep Conrad, uno de los autores que alivió mis días en la cárcel. En volver la vista atrás —obra que recomiendo—, Juan Gabriel se toma algunas licencias literarias para describir la singladura maximalista y guerrillera del galardonado cineasta Sergio Cabrera.

Dicho esto, voy a la columna de El País. Juan Gabriel Vásquez enaltece el acuerdo de paz firmado con las Farc en La Habana y en el Teatro Colón porque abrió una esperanza y redujo la violencia en los campos. Agrega que el desgobierno de Iván Duque se empeñó en sabotear el acuerdo de paz, negando su implementación. Hasta aquí estoy de acuerdo. Luego, como en Los mares del sur de Robert Louis Stevenson, construye un imaginario relato sobre lo que está haciendo el presidente Gustavo Petro con relación a la paz en Colombia. Vásquez, sin aportar una sola prueba o argumento, acusa al presidente colombiano de "denigrar"; y “menospreciar” los acuerdos de Juan Manuel Santos para embarcarse en una aventura llamada paz total.

Nada más fascinante que la realidad, me dijo una pared. Analizar políticamente una realidad sin involucrase en ella o desoír las voces de quienes la padecen en primera persona, no es lo más recomendable. Emilio Salgari se inventó las aventuras de Sandokan, a pesar de que era un marinero sin agua, que murió sin conocer el sudeste asiático, lugar en donde ejercía la piratería el Tigre de la Malasia. Salgari usó la imaginación para seducir a los lectores. Juan Gabriel Vásquez, en cambio, la usa en su columna para trastocar la realidad.

La realidad, Juan Gabriel, es que el gobierno que dirige Petro encontró una serie de agrupaciones bélicas dispersas en la geografía nacional, resultado de la lánguida implementación de los acuerdos de paz en el gobierno Santos y las fallidas operaciones militares durante el cuatrienio de Duque. Los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) marchitos como Caño Indio en el Catatumbo, en los que apenas queda medio centenar de ex combatientes del medio millar que había. Los acuerdos con las Farc permitieron una apertura política, pero la transformación territorial no llegó. Cuando Petro asumió el gobierno existían regiones del país en las que el Estado carecía de control. El control lo tenían las agrupaciones armadas, organizadas y fragmentadas que sobrevivieron a los acuerdos de paz y las operaciones militares ejecutadas por los gobiernos de Betancur, Barco, Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe, Santos y Duque.

¿Qué hizo Petro? Abrir un diálogo con las agrupaciones armadas para mitigar el sufrimiento de los lugareños y facilitar —donde fuera posible— el ingreso de las agencias del Estado encargadas de transformar el territorio. En otras palabras: intervenir y modificar las causas que han originado el endémico conflicto colombiano. Un conflicto que no ha podido resolver ninguno de los gobiernos anteriores porque se negaron a redistribuir la tierra, construir vías terciarias y socorrer a una población campesina que carece de una eficaz cobertura sanitaria y educativa. A esto, Juan Gabriel, le ha llamado “desgobierno”.

Netflix, está reproduciendo en su plataforma una serie titulada Una pareja perfecta, interpretada por Nicole Kidman y Liev Schreiber, un matrimonio millonario que reside en la isla de Nantucket, desde cuyo puerto zarpó, casualmente, en 1820 el ballenero que inspiró a Moby Dick, la monumental obra de Herman Melville. En la mansión de la pareja transcurren dos formas de vida paralelas: la de los ricachones que viven bajo el efecto permanente de la ginebra y la yerba, y la de los empleados. Los primeros viven una ficción. Los segundos una realidad. Novelería y veracidad.

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