La salida de Andrés López Obrador como primer mandatario de México y la posesión de Claudia Sheinbaum como presidenta de ese país han suscitado variadas especulaciones acerca del rumbo que tomará el nuevo gobierno y de la influencia que tendrá el presidente saliente con respecto a la actual administración. Algunas inquietudes surgidas en distintos países se plantean en formas de interrogantes sobre el futuro del gobierno que se inicia en ese país tales como ¿dependencia o autonomía? ¿socialdemocracia o populismo? El traje ideológico del populismo, o lo que concebimos comúnmente acerca de sus formas, parecería encajar de manera perfecta en la silueta política de López Obrador. No en la de Sheinbaum cuyo perfil es más tecnocrático y cuya trayectoria pública refleja un menor gusto por las confrontaciones.
Por ello vale la pena preguntarse ¿Qué es realmente el populismo?
Ningún partido ni ninguna figura política actual se reconoce o se identifica como populista. Este es un calificativo que usualmente se reserva para otros con una connotación negativa. El populismo, han dicho diversos autores, suele dividir a la sociedad en dos grandes bloques: ”el pueblo” y las “elites corruptas”. La relación entre ambos se encuentra regida por un insalvable antagonismo. El populismo reintroduce el conflicto entre las fuerzas políticas y lo emplea como un detonante para la movilización de aquellos sectores que considera excluidos de la sociedad. Ese escenario siempre requerirá de un tercero conspirador, ya sea interno o externo, al que pueda culparse de los fracasos económicos o en materia social de la administración a su cargo. Ese conspirador, como la serpiente del paraíso, es el responsable de un pecado original que explica la desigualdad social y, como el mitológico ofidio, puede habitar en un pasado brumoso y referencial.
En su obra Populism autores como Muddes y Rovira Kaltwasser consideran que el populismo puede ser entendido como una especie de mapa mental a través de cual los individuos analizan y comprenden la realidad política. No es tanto una coherente tradición ideológica sino un conjunto de ideas que en el mundo real aparece en combinación con ideologías diferentes y algunas veces contradictorias. Usualmente implica el surgimiento de una figura carismática que, como Chávez en Venezuela, concentraba el poder y mantenía, una conexión directa con las masas. El problema surge cuando esta figura desaparece.
De forma contraria a lo que generalmente se piensa en América Latina el populismo no se encuentra asociado exclusivamente con corrientes de izquierda. Este asume diferentes formas que pueden ser más o menos atractivas para una sociedad. En la Europa de hoy muchos partidos de extrema derecha basan su respaldo político en sus posturas contra la población inmigrante y enarbolan un oportuno y electoralmente rentable nacionalismo. Por su delgadez como ideario político el populismo totalmente puro no existe. Es una especie de ingrediente seductor, movilizador y eficazmente comunicativo dentro de variados cocteles ideológicos.
No se debe subestimar al populismo pues usualmente se presenta como una fuerza emancipatoria que ve en la democracia liberal el problema y en el control de las diversas ramas del Estado la solución.
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