Martín Rivera Alzate
27 Diciembre 2024 03:12 am

Martín Rivera Alzate

¿Qué tan pocos?

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En su episodio del 24 de diciembre de 2024, El mirador del paraíso en Ciudad Bolívar: arte, gastronomía y comunidad, María Jimena Duzán describe su programa con la frase: “Muy pocos conocen Ciudad Bolívar, una localidad hecha a pulso por la clase trabajadora de la ciudad que aporta con su mano de obra al desarrollo de la capital (...)”. Me sorprendió, con cierta tristeza, el tono elitista y casi paternalista de este comentario, viniendo de una de las periodistas más respetadas y escuchadas por los líderes de opinión en Colombia.

La afirmación “Muy pocos conocen Ciudad Bolívar” es especialmente llamativa. Según cifras oficiales del Distrito, esta localidad cuenta con 850.000 habitantes, posicionándose como la cuarta más poblada de Bogotá, después de Suba, Kennedy y Engativá. De acuerdo con las proyecciones del Dane, si Ciudad Bolívar fuese una ciudad, sería la sexta más poblada del país. Resulta contradictorio que la introducción de un programa tan valioso y cargado de información sobre un lugar tan significativo comience con una premisa que desconoce estas cifras y, de alguna manera, minimiza su relevancia.

Una descripción más precisa podría haber sido: “Muy pocos de la élite colombiana conocen Ciudad Bolívar” o “Muy pocos de mis conocidos conocen Ciudad Bolívar”. Sin embargo, al dejar la frase sin contexto, se cae en una ligereza que alimenta narrativas reduccionistas.
Un aspecto central de este muy buen capítulo es la reflexión sobre la estigmatización que, por décadas, ha afectado a los habitantes de esta importante localidad. Las narrativas centradas exclusivamente en temas como robos u homicidios han profundizado una brecha entre Ciudad Bolívar –puerta de entrada a Bogotá y frontera esencial con Soacha– y el resto de la ciudad.

Ciudad Bolívar es mucho más que sus lugares comunes. Entre sus hitos se encuentran una sede de la Universidad Distrital, el Transmicable, el teatro El Ensueño, la Quebrada Limas, el comercio del Lucero Bajo, Doña Juana y la zona rural de Quiba. Todos ellos contribuyen a posicionar a esta localidad como estratégica para el desarrollo de Bogotá y clave para cerrar brechas históricas de desigualdad en nuestra ciudad.

Es claro que la frase fue un desliz, sin intención de hacer daño, pero no podemos seguir reproduciendo lugares comunes que refuercen la desconexión histórica entre ‘el norte y el sur de Bogotá’. La Calle 26 o Avenida El Dorado, desafortunadamente, se ha consolidado como una barrera simbólica entre la ‘ciudad planeada’ y la ‘ciudad olvidada’. Esta es una invitación a reflexionar sobre el lenguaje que usamos para construir y visibilizar realidades.

Por último, no puedo dejar de mencionar que, aunque el mirador del Paraíso es espectacular, considero que la vista desde Sierra Morena, también en Ciudad Bolívar, es aún mejor. Desde allí se puede contemplar en 360º la inmensidad del Páramo de Sumapaz, los Cerros Orientales, el Aeropuerto El Dorado y el desarrollo del suroccidente. Esta localidad, como tantas otras –Usme, San Cristóbal, La Candelaria, Chapinero, Usaquén–, cuenta con una serie de miradores que merecen ser posicionados.

Aprovecho para proponer una idea: Bogotá debería contar con una Red de Miradores, gestionada por el Instituto Distrital de Turismo, que permita revitalizar zonas marginadas bajo la premisa de que “muy pocos las conocen”.
 

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