
Un incremento en la tasa de autorretenciones puede tener alguna justificación cuando se han aumentado -mediante una reforma tributaria- la base gravable de los impuestos que deben pagarse. Este no es el caso actual: no ha mediado una reforma tributaria que aumente la tasa gravable del 'imporrenta' de los ingresos percibidos en 2025, distinta de la que ya venía existiendo.
Con lo cual se puede deducir, sin mayor esfuerzo mental, que el decreto expedido por el Gobierno es de la más rudimentaria factura; prácticamente expropia la caja de las empresas; tiene un impacto enorme que Fedesarrollo calcula en 11.9 billones de pesos que se le succionan inopinadamente al ya escuálido sector privado; decapita las posibilidades de inversión futura de la economía; y muestra un Gobierno desesperado jugando a una peligrosa gallina ciega contra las empresas colombianas, simplemente para financiar atolondradamente su insaciable apetito burocrático.
Don Rafael Pombo nos cuenta que Simón el bobito “vio un montón de arena que estorbaba el paso y unos preguntaban: '¿qué haremos aquí?'. 'Bobo', dijo el niño, resolviendo el caso: 'que abran un gran hoyo y la echen allí'”.
La lógica de Simón el bobito es la que está marcando la pauta en la resolución de los graves problemas que vive el país: en vez de solucionar los asuntos de fondo, todo se está resumiendo a abrir huecos hacia adelante para echar allí la tierra que viene de atrás.
Todas las medidas que se vienen anunciando tienen esta característica.
Primero está el decreto para anticipar las retenciones de impuestos que estaban previstas para 2026, trayéndolas para el 2025. Se llena un hueco del año en curso, pero se abre otro de igual dimensión para el año siguiente.
El movimiento de tierra no es despreciable. Fedesarrollo lo ha calculado en 11,9 billones de pesos. En el año 2023 se hizo el mismo ejercicio: se abrió un hueco en 2024 tapando un hueco de 2023.
El presidente Petro salió a decir que aquel había sido un error de su administración y enfiló baterías contra Ocampo, culpándolo del improvidente movimiento de tierra. Pero resulta que ahora repite lo que él mismo denominó "error fiscal" hace dos años. Las inconsecuencias a que conduce la permanente improvisación tributaria de este Gobierno.
En este caso no se trata de algo menor: prácticamente estamos frente a una nueva reforma tributaria (11,9 billones) que se le van a succionar a los contribuyentes durante la vigencia fiscal de 2025, solo que sin pasarla por el Congreso.
Pero la metodología de Simón el bobito continúa: el rezago presupuestal que arrastramos en el año 2025 alcanza, según reciente informe del FMI, los 45 billones. Son “cuentas debidas y no pagadas” por el Gobierno por contratos en los que ya se le entregaron los bienes y servicios a los que se habían comprometido los contratistas, pero a los que no se les ha pagado las cuentas insolutas.
El secamiento de la caja está llevando a que este rezago, en vez de disminuir, esté aumentando. Es previsible, entonces, que al final de este año el rezago llegue niveles de 60-70 billones de pesos. Al terminar la vigencia en curso, estos rezagos pasan a la siguiente bajo el nombre de lo que se conoce como “reservas de apropiación”. Es decir, gastos que se debieron cancelar en 2025, pero que pasan para 2026.
El problema es que al pasar como gastos autorizados para ser cancelados en 2026 abren un hueco equivalente en las apropiaciones presupuestales del año siguiente. Se tapa un gigantesco hueco de la vigencia en curso, pero se abre un hueco equivalente en la del año entrante. La técnica de Simón el bobito en su mejor expresión.
En todo este menesteroso escenario fiscal hemos caído porque el Gobierno se niega, machaconamente, a tomar la medida de fondo, que no es otra que reducir el volumen de gasto público. Por no hacerlo es que tenemos que traer retenciones previstas para más adelante a tapar el hueco de 2025, pero a costa de abrir otro hueco inmenso para 2026. Y por eso también es que para el año entrante va a pasar un monumental rezago de “cuentas por pagar”, abriendo un hueco gigantesco en el nuevo gasto público que de otra manera se habría ejecutado el año entrante.
Estamos exactamente como Simón el bobito: abriendo huecos fiscales para echar allí la tierra de los problemas que vienen de atrás.
