“En el cielo no habrá leyes y el león dormirá con las ovejas… En el infierno no habrá más sino leyes, y el debido proceso se seguirá meticulosamente”. Esta frase del jurista estadounidense Grant Gilmore, subyace la agenda reformista de Federico Sturzenegger, el ministro de Desregulación de Milei. Su ambición: transformar a la Argentina de uno de los países más regulados del mundo, a una de las economías más libres en el planeta.
Una motosierra al Estado
Sturzenegger está cumpliendo la promesa de Milei de aplicar una motosierra al Estado. Ha clasificado unas 4,200 leyes en tres categorías: desechar, modificar o conservar. Según Sturzenegger, 15 por ciento de las leyes en Argentina se deben eliminar y otro 15 por ciento se deben modificar. De su mano, el gobierno de Milei ha liberalizado el sector aéreo y de autobuses, simplificado los trasmites de divorcio y eliminado los controles de renta. También se ha reducido el déficit fiscal, pasando de 5 por ciento del PIB a casi 0, de la noche a la mañana, utilizando medidas como la suspensión de gastos de capital y aumentando el valor de las pensiones por debajo de la inflación.
Es una apuesta riesgosa, pero los resultados parecen ser alentadores. La inflación en Argentina está a la baja y la percepción de los inversionistas sobre el riesgo de default se ha reducido a la mitad. Pero la austeridad ha sido costosa. La tasa de pobreza en el país ha aumentado de 40 por ciento en el primer semestre de 2023 al 53 por ciento en el mismo periodo de 2024. Además, la confianza de los inversionistas podría ponerse a prueba si finalmente se eliminan los controles de capital y se pasa de un peso sobrevalorado a un régimen de tipo de cambio flexible. Esto podría generar un desplome de la moneda, creando nerviosismo y haciendo que la inflación vuelva a subir.
Milei, el Bukele de la desregulación
En todo caso, “recortar a lo Milei" no ha pasado inadvertido fuera de Argentina. Como ha sucedido con la tal política de seguridad de Bukele, lideres de distintas orillas políticas ahora quieren “recortar a lo Milei”. El ejemplo más claro es el de Donald Trump y Elon Musk. Trump nombró a Musk, junto con Vivek Ramaswamy, como codirector del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental. Musk afirma que el mundo está siendo asfixiado lentamente por un exceso de regulación; un lazo que cada día se aprieta más y que, por fin, en Estados Unidos, tienen un mandato para cortarlo.
Otro ejemplo menos evidente viene del nobel de economía, Daron Acemoglu. Aunque no ha respaldado explícitamente las políticas de Milei, Acemoglu señala que el énfasis excesivo en procedimientos ha contribuido al fracaso del liberalismo. Sostiene que la sobrecarga regulatoria, muchas veces impulsada por grupos de interés, ha incrementado los costos de los servicios públicos, disminuyendo su eficiencia y fallando en cumplir una de las promesas fundamentales de la democracia liberal.
¿Recortar a la colombiana?
En Colombia, “recortar a lo Milei” ha empezado a sonar. El exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas ha insistido recientemente que el próximo gobierno debe llegar a recortar a lo Milei. Su argumento es principalmente fiscal, señalando que el bajo crecimiento económico del país hace necesario un recorte de aproximadamente 37 billones de pesos. La pregunta es, entonces: ¿deberíamos recortar a lo Milei?
“No importa si el gato es blanco o negro, mientras atrape ratones”, dijo famosamente Deng Xiaoping, uno de los reformistas chinos más importantes, al justificar reformas económicas capitalistas en la China (el famoso socialismo con características chinas). La idea central es que no importa si la reforma es capitalista o comunista, mientras haga la tarea. En ese mismo sentido debemos aproximarnos al recorte a lo Milei: con independencia de su orilla ideológica.
Ahora bien, copiar y pegar reformas debe hacerse con cuidado. Es necesario adaptarlas a las realidades locales o se corre el riesgo de que sean inefectivas o contraproducentes. Argentina enfrenta una crisis económica muy distinta a la realidad económica colombiana. La agenda reformista de Milei es una especie de terapia de choque a una economía moribunda. En ese sentido, tratar de implementar es misma terapia a un paciente que no está enfermo, podría resultar contraproducente y amerita cuidado.
Recortar el gasto, los trámites y el clientelismo
Dicho esto, creo que “recortar a lo Milei” deja importantes lecciones para Colombia, las más obvias en materia económica. De una parte, está la que señala el exministro Cárdenas y que comparten otros expertos, como Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo: ante el bajo crecimiento económico es necesario recortar el gasto público. De otra parte, un recorte a lo Milei podría ayudar a simplificar los trámites y reducir la complejidad del sistema legal colombiano. Esto mejoraría el entorno empresarial del país e impulsaría el desarrollo económico, como lo argumenté en una columna pasada.
Pero una razón menos obvia para recortar a lo Milei es que podría ayudarnos a combatir el clientelismo. Francisco Leal Buitrago y Andrés Dávila describen cómo, en el siglo pasado, el clientelismo pudo arraigarse en la práctica política de la mano del crecimiento de la burocracia estatal. El gobierno central había perdido presencia y poder en las regiones, que pasaron a manos de líderes locales. Estos se volvieron intermediarios entre el gobierno central y las regiones, cambiando votos por las crecientes cuotas burocráticas que surgieron con el desarrollo del Estado. Es decir, el exceso burocrático le dio la moneda de cambio al clientelismo. No digo que deban recortarse las nóminas estatales sin más, pero sí creo que un análisis juicios de la burocracia estatal podría justificar un recorte a lo Milei.