Luis Alberto Arango
25 Enero 2025 03:01 am

Luis Alberto Arango

Reindustrializar: promesas versus resultados

Dos gobiernos de izquierda, dos resultados opuestos: mientras uno se destaca por sus iniciativas concretas, el otro permanece en la retórica. En el arte de gobernar, no es la ideología lo que define el éxito, sino la capacidad de traducir los discursos en acciones concretas.

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Como lo he señalado en columnas anteriores, sigue pasando el tiempo desde que el gobierno de Gustavo Petro prometió, en agosto del año pasado, que, en un plazo de seis semanas, presentaría una hoja de ruta para la reactivación económica. Estamos a finales de enero de 2025 y, como en tantos otros anuncios de esta administración, la promesa quedó en el aire. Mientras tanto, en México, otro gobierno de izquierda —encabezado por Claudia Sheinbaum— ha expuesto con claridad y asertividad el Plan México 2030, un ambicioso proyecto de reindustrialización que ya genera consensos y altas expectativas sobre su ejecución. Como colombiano, este contraste no solo causa frustración, sino que también invita a reflexionar sobre la incapacidad local para inspirar, actuar y ejecutar.

En Colombia se promulgó el Conpes 4129 (diciembre de 2023), documento que en su momento prometió establecer la política nacional de reindustrialización. Sin embargo, según el sistema de seguimiento Conpes, hasta ahora ha cumplido con un 18 por ciento de su meta anual. Este retraso refleja la brecha cada vez más amplia entre lo que el Gobierno declara y lo que efectivamente realiza. 

Mientras tanto, el Plan México 2030, presentado tan solo catorce semanas después de la posesión de su nuevo gobierno, plantea objetivos precisos y medibles. Entre estos se cuentan la creación de 1,5 millones de empleos especializados, la reducción del tiempo de trámites de inversión de 2,5 a 1 año, la construcción de 100 parques industriales y el incremento de la inversión al 30 por ciento del PIB para 2030. Además, incluye incentivos fiscales amplios y una estrategia integral de sustitución de importaciones que busca fortalecer a la empresa nacional. Este enfoque responde a las oportunidades del nearshoring y demuestra cómo un gobierno puede trabajar de la mano con el sector privado para potenciar la capacidad productiva y sin importar su orilla ideológica.

“Este retraso refleja la brecha cada vez más amplia entre lo que el Gobierno declara y lo que efectivamente realiza“

 

El contraste entre los dos gobiernos de izquierda en América Latina no podría ser más evidente. Mientras el de Claudia Sheinbaum centra sus esfuerzos en posicionar a México como la décima economía del mundo, el de Gustavo Petro se pierde en discursos grandilocuentes, en los simbolismos de su cosmovisión, en disputas estériles y programas de paz que, hasta ahora, han carecido de resultados tangibles. Aunque proclama apoyar a los empresarios, utiliza sus redes sociales y discursos públicos para amplificar una narrativa de lucha de clases. A esto se suma la intención de su gobierno de eliminar el Régimen Simple de Tributación —afectando a emprendedores y pequeñas empresas—, así como de mantener el impuesto al patrimonio y evitar corregir de fondo la alta carga tributaria socio-sociedad.

Tampoco ofrece incentivos claros para quienes apuestan por la reindustrialización. Esta incoherencia no solo desalienta, sino que genera incertidumbre y erosiona la confianza.
Por supuesto, el Plan México 2030 no está exento de reparos —algunos críticos dudan de su viabilidad presupuestal— pero, al menos, ofrece claridad y dirección. En Colombia seguimos esperando una estrategia gubernamental similar. No existe razón alguna para no inspirarnos en el ejemplo mexicano, especialmente considerando que enfrentamos desafíos paralelos y compartimos oportunidades, como la que ofrece el nearshoring. Sin embargo, con un presidente más concentrado en polarizar dentro y fuera de las fronteras y en elucubrar que en ejecutar, las esperanzas son cada vez más lejanas.

La falta de ejecución golpea directamente la confianza de los empresarios y emprendedores. El fortalecimiento de la economía y en particular de la industria es la principal herramienta para combatir la desigualdad y elevar el nivel de vida de la población; no obstante, en Colombia parece no ser una prioridad gubernamental. Ante esta indiferencia, las empresas, sus líderes y sus empleados se ven forzados a seguir trabajando de manera casi independiente, abandonando la expectativa de que este gobierno impulse la reindustrialización.

“El contraste entre los dos gobiernos de izquierda en América Latina no podría ser más evidente”

Llevamos veinte semanas perdidas esperando una hoja de ruta para la reactivación económica. Por su parte, el Conpes 4129 está retrasado y no forma parte de la agenda pública del Gobierno. Grandes titulares y frases retóricas, pero sin acciones palpables que fortalezcan y expandan la estructura productiva. Mientras el tiempo transcurre, nuestro atraso industrial se mantiene.

En el arte de gobernar, lo que importa no es la ubicación en el espectro ideológico sino la capacidad de inspirar, actuar y ejecutar con coherencia y realismo. Hoy, México ofrece a Colombia una valiosa lección sobre cómo liderar con visión y determinación. Nuestra frustración debería conducir a la reflexión y, sobre todo, a la exigencia de resultados reales, porque el país no puede seguir esperando, ni merecemos resignarnos a un futuro lleno de promesas incumplidas, sin poder repotenciar una industria sólida ni tener un rumbo claro.

“En el arte de gobernar, lo que importa no es la ubicación en el espectro ideológico sino la capacidad de inspirar, actuar y ejecutar con coherencia y realismo”

 

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