El 31 de octubre, el Partido Liberal tomó la decisión de reelegir a César Gaviria como jefe único en la Convención Nacional del partido en Cartagena. Esto fue muy oportuno, porque lo que el país necesita son partidos libres, responsables e independientes. En el caso del Partido Liberal es necesario que vele además por el bienestar de la población, la estabilidad, el progreso económico, y que se haga cargo de crear oportunidades para los más vulnerables y acceso a ellas. Hay una lista grande de necesidades desatendidas que deben estar en la mira del partido:
Responsabilidad de los partidos y del Congreso. Los partidos tradicionales y el Congreso han sido responsables, han votado reformas tributarias, han respaldado políticas de ajuste cuando ha sido necesario, corriendo riesgos políticos que se superaron. Pero hoy hay muchos parlamentarios y líderes políticos que creen que mantener la estabilidad macroeconómica de un país es una política neoliberal y que lo social es perder la cordura. Es lo que ha sucedido con los proyectos de acto legislativo que se tramitan en el Congreso con la intención de inhabilitar financieramente al Estado colombiano y de crearle una piñata a los líderes locales para despilfarrar dinero en los territorios. Esto último hay que moderarlo para sacar adelante a las regiones menos atendidas por el Estado, sin causar un descalabro fiscal.
La economía estancada. Hace años la economía del país dejó de crecer satisfactoriamente. Ahora, el 2 por ciento de crecimiento del PIB provoca el entusiasmo oficial y delirio en las redes. “Si la economía crece a ese ritmo nunca vamos a alcanzar los niveles de desarrollo de países más ricos ni resolver los problemas vigentes de pobreza y desigualdad”, dice Armando Montenegro, con mucha razón. Es urgente encontrar caminos y esquemas de colaboración de Gobierno y sector privado para volver a crecer por encima del 3, al 4 o 5 por ciento anual, con inclusión.
Transición energética, fósiles, energías sostenibles. Este Gobierno le da gran trascendencia a la transición energética, pero muy probablemente dejará en 2006 al país sumido en una severa crisis energética. No habrá suficiente gas y estaremos al borde del racionamiento eléctrico, con un desorden en la reglamentación derivado de los intentos de debilitar la estructura institucional del sistema eléctrico.
La inversión privada en generación de energías renovables va a estar sometida a los caprichos de las comunidades, a las consultas comunitarias de mala fe, a los excesos de celo de la autoridad ambiental y al talante anticapitalista del Gobierno. Contrario a lo que predica el presidente, no conviene dejar de producir gas, carbón y petróleo. Estos dos últimos deben seguirse exportando y el gas que aparezca será primero para consumo local.
Inversión y pérdida de confianza. Para llegar a los niveles de crecimiento que creemos necesarios, la participación de la inversión en el PIB tendrá que aumentar dramáticamente en lugar de disminuir, como está sucediendo. Se ha perdido la confianza de los inversionistas y en general de empresarios en el Gobierno nacional. Hay que trabajar para restablecer a Colombia como un destino para la inversión extranjera y como fuente de abastecimiento de insumos y bienes intermedios para la producción industrial en los países desarrollados más próximos. Sin recuperar y aumentar los niveles de inversión privada, el Gobierno no va a poder financiar la transición energética, con lo que se perdería además el gran impulso que le daría al crecimiento económico dicha transición que demanda enormes sumas de dinero para la infraestructura de generación y distribución de energías limpias. Esto le presenta al Gobierno una disyuntiva que seguramente no ha tenido en cuenta: si quiere sustituir el carbón y el petróleo como fuentes de energía, tendrá que atraer inversión privada, lo que le exigiría cambiar su actitud y sus políticas para poder generar la confianza que exige la inversión que se necesita. (Continúa)