Gabriel Silva Luján
17 Abril 2023

Gabriel Silva Luján

¿Revolución o restauración?

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Las sociedades avanzan y retroceden. Hay periodos de contracción y también de expansión. Hay fases de avance democrático y otras de auge del autoritarismo. La esperanza es que la sumatoria de los ires y venires deje siempre a la sociedad un paso más adelante en su felicidad y en su bienestar. Desafortunadamente, no siempre es así. La inmensa mayoría de los que votamos creemos que le estamos apostando a que las cosas van a estar mejor. Aun así, a pesar de las mejores intenciones de los electores, a veces se obtienen los peores resultados.

En el caso de la elección de Gustavo Petro, los diez millones y pico que votaron por él no solo lo hicieron simplemente para que las cosas mejoraran.  Lo hicieron para que las cosas cambiaran. La gente le apostó a una revolución, a un cambio profundo en todos los órdenes de la vida nacional. Los proyectos transformacionales llegan al poder solo de vez en cuando. A veces en el momento correcto y con resultados maravillosos, como es el caso de la elección de Franklin Delano Roosevelt y Alfonso López Pumarejo. ¿Será este el caso de la revolución de Petro?

Para entender este gobierno hay que partir del hecho de que para Petro no es suficiente mejorar las cosas, es necesario cambiarlas a toda costa, aún sin una evaluación concienzuda y profunda de las consecuencias a largo plazo. Esa fruición por mostrar cambios -no importa cuáles sean- no es el resultado de una concepción integral de transformación sistémica. Las propuestas del gobierno responden a los estereotipos de lo que coloquialmente significa el cambio para las audiencias que conforman su electorado. De allí las profundas contradicciones entre los supuestos objetivos de cambio que se pretenden alcanzar y las reformas y las políticas públicas que ha puesto en marcha.

De manera muy agresiva el gobierno se ha dedicado a suspender y limitar al máximo la extracción de hidrocarburos, bajo el supuesto de que esto va a salvar a la humanidad y va a proteger la diversidad biológica y el medio ambiente en Colombia. Ante la inevitable pregunta de cómo va a reemplazar los ingresos que recibe la nación y el país por esa actividad la respuesta, bastante superficial y poco elaborada, es que se va a incrementar el turismo.

Precisamente el turismo, en la escala que se necesitaría para poder sustituir los ingresos del petróleo, es una de las actividades más profundamente agresivas con el medio ambiente y depredadoras de la naturaleza. “El turismo se ha convertido en una de las mayores fuerzas de la economía mundial, sin embargo, también es uno de los principales motores de la pérdida de diversidad. Esta actividad coloca una enorme presión en los recursos naturales, crea polución ambiental y contribuye al cambio climático” (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, 2018). La revolución de Petro nos va a dejar un país sin petróleo y un medio ambiente avasallado por las hordas de turistas irresponsables.

La otra fuerza que motiva las reformas de Petro es poder satisfacer las aspiraciones de los grupos de interés que lo han respaldado históricamente, así esto signifique sacrificar otros objetivos mucho más trascendentales. Esto es lo que acontece con la reforma laboral. Este proyecto de ley está diseñado para beneficiar a los trabajadores formales sindicalizados en desmedro del primer empleo, de las modalidades alternativas de trabajo y de los jóvenes deambulando en la informalidad.

El sindicalismo solo representa el 4,5 % de la fuerza laboral total del país en 2021, según la Confederación Internacional de Sindicalistas. El tamaño de la economía informal podría crecer entre tres y ocho puntos, de aprobarse la reforma en las condiciones en que está. Algunos analistas prevén un incremento de dos a tres puntos en la tasa de desempleo con esa reforma. Es decir, con tal de servir a sus aliados políticos traiciona la promesa de mayor y mejor empleo para los colombianos.

En el frente político esas contradicciones sí que se hacen evidentes. Para nadie es un secreto que el gobierno no ha hecho el más mínimo esfuerzo para desterrar las prácticas clientelistas y la corrupción de la política. De hecho, los recientes episodios del “pitufeo” parlamentario para conseguir los votos necesarios para aprobar las reformas no son más que una manifestación de las peores prácticas clientelistas del pasado. Ese ejercicio no dista mucho de los intentos del gobierno de Uribe para lograr su segunda reelección que les costó la cárcel a varios congresistas.

Este corto recorrido que se podría hacer mucho más extenso, como por ejemplo, incluyendo los subsidios a los motoristas que consumen recursos que podrían dedicarse a combatir la crisis de hambre en las zonas apartadas, nos permite concluir que a pesar de las buenas intenciones, el gobierno de Petro se parece más a una restauración que a una revolución.

Twitter: @gabrielsilvaluj

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