Julio Alberto Rincón R
3 Septiembre 2024 01:09 pm

Julio Alberto Rincón R

Salud, dinero y valor

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Después de cinco meses a la cabeza de Nueva EPS, el interventor de la entidad se desahoga y plantea una hipótesis ácida: la conversación monotemática sobre temas de plata nos ha llevado a olvidar la atención primaria y, paradójicamente, a agravar los problemas financieros del sistema de salud.

Los indicadores de salud de la población siempre habían estado ahí, disponibles para quienes quisieran analizarlos, pero la mayoría se hizo la de la vista gorda.

Para poner algunos ejemplos, en 2023, el 31 por ciento de las mujeres con cáncer de mama afiliadas a Nueva EPS en el régimen contributivo fueron diagnosticadas tardíamente o ya en fase metastásica. Si eran pobres, peor: el 41 por ciento de las que padecían esta enfermedad y estaban en el régimen subsidiado fueron diagnosticadas en esas fases avanzadas. Y cuando se trató de cáncer de cuello uterino, el diagnóstico tardío fue de 36 por ciento en el régimen contributivo y de 49 por ciento en el subsidiado.

Solo en 2023, por cuenta de la diabetes fue necesario realizar 850 amputaciones de pies. También se presentaron 210 casos de sífilis congénita, en buena medida porque el 27 por ciento de las madres se habían afiliado a la EPS cuando ya estaban embarazadas.

Y sí, dirán algunos, al final la mayoría tuvieron tratamiento y no lo costearon de su bolsillo, y por eso aplaudirán al sistema de salud. Pero probablemente omitirán una verdad de a puño: que el sistema llegó tarde en todos esos casos, y que ese retraso no solo se tradujo en menos años de vida o calidad de vida para las personas, sino también en facturas más abultadas y costos que habrían podido evitarse.

Hace exactamente cinco meses asumí como agente interventor de Nueva EPS. La Superintendencia de Salud me encomendó la titánica tarea de enderezar el rumbo de los indicadores de salud y financieros de la entidad. 

La primera tarea que me puse fue entender el funcionamiento de la EPS y revisar las cifras de una y otra índole. Entre tantos hallazgos, no solo encontré más de 5 billones de facturas no reportadas en los balances financieros, cosa que me puso más difícil el desafío, sino también varias cosas que desde afuera venía desde hacía años observando, como la pérdida de capacidad de la atención primaria básica allá donde vive la gente.

Los números me aterran: por aquel motivo, Nueva EPS debe costear la remisión de 33.000 urgencias y de 75.000 ambulatorias a especialistas al mes. Me pregunto por qué los pacientes y sus acompañantes deben someterse a horas interminables de transporte por ríos y carreteras, a pernoctar a veces en albergues miserables, a dejar de recibir ingresos en sus trabajos en espera de una cita y a ver que su condición de salud se agrava y complica.

Al final, lo que podía resolver un médico general debe ser resuelto por un especialista.  Las anomalías que podían haberse diagnosticado tempranamente con una citología terminan convertidas en un cáncer que debe ser tratado con un costoso equipo de radioterapia. El nacimiento que podía ser atendido por una partera en la misma población de la gestante termina ocurriendo en otra ciudad en manos de un ginecólogo-obstetra. El diabético que no fue controlado termina encadenado a una máquina de diálisis. Todo más gravoso para las personas. Todo más caro para el sistema. 

Una actriz de reparto
En las últimas tres décadas hicimos del sistema de salud un reino de la complejidad y el alto costo. La incontenible espiral de precios terminó dando a las finanzas del sistema todo el protagonismo. La salud –¡nada menos que la salud!– terminó relegada a un papel de actriz de reparto.

A los altos funcionarios del sector se les reclama más por deudas pendientes que por la ausencia de estrategias de promoción y prevención. Las cabezas de las EPS viven más angustiadas por los balances contables que por no haber evitado el incremento de la enfermedad en las poblaciones a su cargo.

La cuenta de cobro de esa irracionalidad es cada día más alta, pero seguimos buscando el ahogado río arriba. Ponemos entonces el grito en el cielo. Unos repiten el mantra de que la plata no alcanza. Los prestadores claman por sus pagos con un desespero exacerbado.

Sin embargo, nadie quiere ver la verdadera causa: la atención en salud llega tarde a los ciudadanos cuando su enfermedad está complicada, no cuando una medida sencilla y económica habría podido contener la progresión de sus dolencias y los costos del tratamiento. Tremenda paradoja: nuestra desgracia es que nadie quiere financiar lo que no es costoso en pequeños puestos, centros y hospitales.

Las EPS no pueden seguir siendo agentes pasivos frente a esta realidad. Deben procurar cambiarla. Si ya se ha demostrado el fracaso de las grandes inversiones de recursos, que terminan como paños de agua tibia para superar la crisis financiera, ¿por qué no intentar resolver el asunto devolviéndole el protagonismo a la atención primaria? Ya no vale la excusa de que algo no se hace porque no existe cierta capacidad en los territorios. Hay que hacer que las cosas sucedan, buscar mecanismos para generar esas capacidades.

Tengo la certeza de que sin inversiones ostentosas será posible cumplir con nuestro verdadero deber: evitar la enfermedad y procurar el bienestar de la población. Tengo la certeza de que si resolvemos oportunamente los problemas de salud en los mismos municipios y corregimientos donde vive la gente estaremos no solo cumpliendo nuestra misión, sino generando las tan ansiadas eficiencias que demanda el sistema de salud.

Saber, tener y poder
Tres razones explican por qué los médicos en las regiones no pueden resolver buena parte de las dolencias de la población: en ocasiones no saben hacerlo, en otras carecen de insumos y tecnología para hacerlo, y en otras tienen prohibido actuar.

No es difícil inferir hacia dónde deben apuntar las soluciones. Por eso ya generamos alianzas para mejorar las capacidades de la medicina general. Por eso este mes pondremos a andar, junto con el Hospital Universitario Nacional, el Hospital Virtual de Nueva EPS, una iniciativa que permitirá a los médicos contactar, desde sus territorios, a urgenciólogos y especialistas para que en conjunto determinen la pertinencia de la remisión o contribuyan a gestionarla antes de que se lleve a cabo.

Desde las EPS no podemos quedarnos viendo los toros desde la barrera. Tenemos que promover, apoyar e incentivar la dotación de los centros de atención primaria. No puede haber puestos de salud sin capacidades básicas para atender un infarto o un parto. Sin suero antiofídico. Sin pruebas diagnósticas básicas. Sin un kit de medicamentos. Sin primeros auxilios psiquiátricos. Sin un ecógrafo. Sin conectividad. ¡A qué horas nos enfrascamos en la falsa idea de que la medicina solo puede ser practicada con aceleradores lineales de 4 millones de dólares y medicamentos impagables de última generación!

La pérdida del sentido común en el sistema de salud me recuerda aquel cuento de Eduardo Galeano en el que relataba que alguna vez en un cuartel había un banquito, y junto al banquito, un soldado haciendo guardia, día y noche, sin saber para qué, simplemente porque así se hacía desde siempre. Hasta que un día alguien preguntó por el origen de la curiosa práctica, y entonces buscaron en los archivos hasta descubrir que tres décadas atrás un oficial había mandado montar guardia junto al banquito para evitar que alguien se sentara en él porque estaba recién pintado.

Pues bien, alguien tiene que tener el valor de preguntarse por qué en este batallón que es el sistema de salud tenemos tanta gente haciendo guardia al lado de las facturas y tan poca atendiendo a la gente justamente para evitar esa avalancha de facturas. Alguien debe tener el valor de preguntar por qué el sistema se enloqueció con los negocios y el alto costo y se olvidó de algo más modesto y más barato como la salud de la gente.

Dudo que alguien pueda considerar descabelladas iniciativas de ese tenor. Pero para sacarlas adelante se requiere el concurso de todos. Nueva EPS pertenece a los colombianos, sin excepción, porque el Estado es dueño de la mitad. Su recuperación, pues, no solo depende de los accionistas y los afiliados. No solo depende de un agente interventor, cualquiera que sea, que, si bien es capaz de articular y dinamizar salidas, no puede solitariamente garantizar una solución definitiva. La recuperación de Nueva EPS demanda un entusiasmo colectivo. Las pasiones políticas no pueden cegarnos.
 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas