Juan Fernando Cristo
6 Abril 2023

Juan Fernando Cristo

Salud y reforma política

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La reforma política se cayó hace un par de semanas y tuvo entierro de quinta categoría. Nadie la lloró. En cambio, la reforma a la salud todos los días genera discusión, no solo al interior del Congreso, sino en toda la sociedad. La reforma política solo interesa a los políticos, mientras el sistema de salud importa a todos los ciudadanos, más allá de su partido o condición social. No comprendemos que una buena o mala reforma al sistema de salud depende de la forma en que funcione la política.

La mayor demostración de la urgente necesidad de una reforma a fondo del sistema político se produjo solo una semana después de su nuevo hundimiento. Los directores de los tres partidos tradicionales, Liberal, la U y Conservador, que acompañaron la agenda de derecha del gobierno uribista de Duque y a las pocas semanas se alinearon, sin sonrojarse, con el gobierno de izquierda de Petro, “descubrieron” que no compartían el compromiso gubernamental de impulsar una agenda reformista, que incluye además modificaciones de fondo al mercado laboral y al sistema pensional. Tras varias semanas de negociaciones con el propio jefe de Estado, anunciaron que no respaldaban la reforma a la salud y denunciaron que la ministra no había recogido en la versión final los acuerdos con el jefe de Estado.

A pesar de la decisión de los jefes de los partidos, los ponentes de la U y conservador resolvieron suscribir la ponencia mayoritaria impulsada por la ministra y se armó la de troya. Que se radicó ponencia el viernes antes del receso de Semana Santa. Que era inaceptable que los parlamentarios desconocieran las decisiones de sus jefes, como si fuera la primera vez. Que qué hacia el coordinador de ponentes liberal reunido con la ministra de Salud en su ciudad, en la que desde hace más de un mes se había convocado una audiencia pública. Algunos pretenden que el Gobierno no hable con los parlamentarios para sacar adelante su agenda legislativa. ¡Qué tal la estupidez!

En cambio, poco se discute sobre el problema real. Casi nadie se detuvo a pensar que en el Congreso votan los congresistas y no los directores de partidos. Que es inaceptable que la voluntad de Gaviria, Dilian o Cepeda esté por encima de los parlamentarios de sus partidos en la Comisión Séptima. Ellos sí están obligados por ley a acatar las decisiones que asuman sus bancadas democráticamente, pero no las que de manera unilateral y autoritaria pretendan imponer los jefes de las colectividades. Hasta hoy no conocemos ninguna votación formal de las bancadas de esos partidos frente a la reforma. Y eso sucede porque no se reúnen a discutir con seriedad y rigor sus posiciones.

La Ley 974 de 2005, ley de bancadas que se expidió tras la aprobación de la reforma política de 2003, no se aplica en el Congreso desde hace tiempo. Ni los partidos ni las mesas directivas la hacen cumplir. En esa reforma se adoptó el voto preferente que ha sido imposible de desmontar y que implica la fragmentación parlamentaria, porque al final cada congresista considera que ocupa un escaño en el Capitolio, gracias a su propio esfuerzo político y económico. Que no debe nada a su partido, más allá del aval.

Cuando se avance en mecanismos de democracia interna de los partidos, que permitan adoptar las listas únicas y cerradas, será mucho más fácil tramitar y concertar de manera transparente reformas como la de salud. Mientras tanto, debemos resignarnos al sainete de las últimas semanas, en el que los ponentes toman sus decisiones sin contar con los jefes de los partidos, y estos a su vez pretenden imponer sus decisiones sin siquiera consultar las bancadas y muchos menos a la militancia. Por eso, los jefes apelan a la vergonzosa y antidemocrática extorsión con los avales para las elecciones regionales, como última opción para presionar a los ponentes a fijar una posición que no comparten y que ni siquiera han dedicado tiempo a discutir internamente.

Al final las reformas se aprobarán. Se equivocan tanto quienes creen que pueden archivar los proyectos y derrotar al Gobierno, como aquellos que dentro del Ejecutivo juegan a incendiar el país e impedir los acuerdos. La tormenta levantada con la radicación de la ponencia es absurda. Solo significa que se abre el debate en la Comisión Séptima y será allí donde, dependiendo del equilibrio de fuerzas, se acuerden las modificaciones. Faltan muchas tanto en comisiones como plenarias. Ninguna iniciativa de esta envergadura sale del Congreso como entró. La reforma a la salud no será la excepción.

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