Juan Fernando Cristo
17 Mayo 2023

Juan Fernando Cristo

Salvatore Mancuso en la JEP

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“Todo es grave, nada es nuevo”. Esa es la recurrente afirmación en distintos círculos políticos y económicos del país frente a las declaraciones del excomandante paramilitar Salvatore Mancuso en cuatro audiencias públicas consecutivas ante la JEP. Tras esas diligencias judiciales, los magistrados de la corporación deberán definir si lo aceptan y, en caso afirmativo, el jefe ‘para’ tendrá que precisar sus acusaciones y entregar pruebas para acceder a las penas alternativas contempladas por el acuerdo de paz.

Mientras la JEP avanza en su tarea, veamos algunas de las menciones de Mancuso en los últimos días: “En Córdoba no hay un solo oficial superior que diga que no participó conmigo y operó en operaciones conjuntas, o en planeación o apoyo”. ”A mí quienes me enseñaron a pilotear fueron pilotos de la Policía, el Ejército y la Fuerza Aérea. De los 15 días de permiso que tenían, 10 nos instruían”. “Yo fui totalmente entrenado por las Fuerzas Militares en todo sentido y ellos tenían conocimiento”. “Cuando entramos al Catatumbo se coordinó con el Ejército. Se planificó con el general Mario Roa. En la zona ya se habló con el coronel Matamoros”. Agregó, “las coordinaciones siempre estuvieron, la Policía que estuvo en La Gabarra y Tibú, lo mismo que el Ejército… siempre desde que entramos hasta que salimos”. “Castaño recibe el pedido de que son tantas las víctimas que se estaba llamando la atención. Producto de esas presiones Castaño ordena desaparecer a esas víctimas en hornos. Luego se agregó la práctica de arrojar las víctimas a territorio venezolano”.

“En el año 2002 las autodefensas intervinieron de manera directa las elecciones al Congreso el 10 de marzo de 2002 y también las elecciones en mayo de Presidencia de 2002”. “Hubo ayudas en elecciones al candidato presidencial Horacio Serpa, al mismo presidente Pastrana y a Uribe”. En este punto, como en los demás, la JEP tendrá que pedir explicaciones a Mancuso porque no es posible que los paramilitares hayan apoyado al mismo tiempo a Serpa y Uribe en las elecciones de 2002. De hecho, antes de mayo de 2002, Serpa denunció ante el fiscal general la presión que ejercían los grupos paramilitares en departamentos como Magdalena, Cesar y Córdoba para obligar a la gente a votar por el candidato Uribe. Dentro de las afirmaciones de Mancuso también está la reiteración de la responsabilidad de los paramilitares en el asesinato de Jaime Garzón, que se ejecutó, según él, ”por petición directa a Carlos Castaño de altos mandos militares”. Igualmente la solicitud de Francisco Santos para montar el Bloque Capital en Bogotá y el asesinato del exalcalde de El Roble en Sucre, Edualdo Diaz, según Mancuso facilitado por el retiro de su esquema de protección. Así mismo señaló que las masacres del Aro y La Granja fueron solicitadas por Pedro Juan Moreno como secretario de Gobierno de Antioquia.

Son muchos más los escalofriantes testimonios de Mancuso que confirman que el surgimiento y crecimiento acelerado del paramilitarismo en Colombia hubiera sido imposible sin el apoyo de sectores del Estado colombiano, de sus Fuerzas Militares y de la política, así como de empresarios en los territorios que se sentían amenazados por el accionar de la guerrilla. Lo que resulta impresionante es la indiferencia con la que recibimos como sociedad ese horror relatado por uno de sus principales responsables. “Nada que no se supiera” concluyen muchos. Los hechos son dramáticos y no podemos permitir que se repitan nunca más. La cantidad de civiles inocentes que cayeron bajo las balas de los paras, al igual que de las Farc y las otras guerrillas, deberían avergonzar al país entero. Es inaudito, además, que no se genere un rechazo unánime y airado de los colombianos. Algo nos pasa como sociedad cuando eso sucede. Son tantos años de guerra, tantos los actores armados, millones las víctimas de este largo conflicto, que parecemos anestesiados y ya nada nos horroriza. La verdad es el único camino que tenemos si queremos algún día reconciliarnos como nación. Esta verdad de Mancuso relatada ante la JEP, que debe ser confrontada, así como la verdad de los excomandantes de las Farc y de integrantes del Ejército, es esencial en ese camino. Ahora sí se entiende con claridad por qué la JEP tuvo tantos enemigos en su nacimiento. La declaración de Mancuso no puede quedar como una anécdota de la historia de nuestra guerra. Si dijo mentiras debe ser excluido de cualquier beneficio. Pero si se confirman sus versiones los responsables del apoyo al paramilitarismo deben asumir sus responsabilidades políticas y judiciales ante la historia.

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