Velia Vidal
25 Febrero 2025 03:02 am

Velia Vidal

Sobrevivir con dignidad

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Hasta el viernes no habían podido salir los libros de Quibdó para Turbo, estábamos en paro armado. Los invitados empezaron a escribirnos en la medida que veían las noticias. Nos preguntaban si cancelaríamos el evento, si estarían seguros asistiendo a un evento en Istmina. Los amigos quieren saber cómo nos sentimos y, aunque con disimulo, nos insinúan tener cuidado o echarnos para atrás. Tratan de indagar por el miedo. Nosotros, que llevamos ocho años trabajando en gestión cultural en esta tierra que no conoce aún un período totalmente pacífico, terminamos tranquilizando al resto: les decimos que ya aprendimos a no correr riesgos innecesarios, que sabemos seguir la vida sin retar a nadie. "Sobrevivimos", fue lo que dijo mi amiga Amparo, cuyo hogar está en la boca del lobo, en una comunidad del medio San Juan, cuando le escribí luego de los más recientes enfrentamientos y oleadas de desplazamientos hace un par de semanas.

Cuando decidimos seguir adelante con las iniciativas artísticas y culturales, con los procesos étnico territoriales, con proyectos de desarrollo, por contradictorio que parezca, estamos intentando sobrevivir con dignidad. 

Bien podríamos llenarnos de miedo, paralizarnos. A fin de cuentas, es lo que buscan los actores armados, pero nosotros, acostumbrados a resistir, nos empeñamos en construir y mantener las vías para acceder, aunque sea en una pequeña medida, al ejercicio de unos cuántos derechos. 

No se trata de un enfrentamiento con los actores del conflicto, ni de arrebatarle niños a la guerra. No se trata de poner en riesgo la vida: bien sabemos que un liderazgo no puede costarnos la existencia. Se trata de la convicción plena de que, en los encuentros, en la conversación, en las horas congregados alrededor de la música, en la alegría de una chirimía o el consuelo de un alabao, han estado siempre las claves para resistir. 

Si me preguntan por el futuro, por cómo lo vemos en el Chocó, tendría que aceptar que el panorama no es precisamente alentador. El incremento de minas antipersona sembradas, del reclutamiento de menores, de confinamientos, de artefactos explosivos y vehículos incinerados, es inocultable. Otro amigo, uno que trabaja hace años con comunidades de Bojayá, me escribió hace una semana con notable congoja: “es que han bajado cinco cuerpos por el Atrato en menos de una semana, Velia. Yo me siento como echando un vaso de agua a un gran incendio de la selva”. 

“Ese vaso de agua es indispensable, Andrés”, le respondí. “Tenemos que vernos pronto, conversar personalmente para alentarnos. Lo más fácil, en estas circunstancias, es sentirnos mal, agotados, sentir que lo que hacemos carece de sentido, y no es así”, agregué. 

Con frecuencia, mi marido me dice: "¡Qué bueno que ves las cosas con ese optimismo!", pero yo creo que no es optimismo: es confianza en que la suma de vasos de agua podrá causar al final un aguacero, como esos tan nuestros, los chocoanos, que apacigüe por fin el fuego del conflicto, y el de las necesidades insatisfechas. El fuego que incinera cada día nuestra esperanza y nuestras ganas de seguir. 

Es posible que escriba esto para repetírmelo a mí. Es posible que sea la que más necesita aprenderse el mantra de que todo lo que hacemos tiene sentido, en todo caso, para mí o para los muchos líderes sociales, culturales, ambientales y políticos que sostenemos con nuestras ideas, palabras y procesos al Chocó. Habrá que insistir en que vale la pena, en que las razones que nos motivan a levantarnos cada día a trabajar por apuestas colectivas en realidad son suficientes. Cada libro entregado, cada conversación sostenida, cada canción bailada entre los intersticios de un conflicto persistente, es lo que permite que esta tierra avance. Pasó con nuestros ancestros, nos pasa ahora. Por eso tenemos que seguir. 
 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas