Martín Jaramillo Ortega
11 Abril 2025 03:04 am

Martín Jaramillo Ortega

Es el indio, no la flecha

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Un gran amigo tiene la tesis de que a la izquierda, cuando está en el poder, no le interesa el deporte. Al principio fui bastante escéptico con la afirmación, pero, ahora que veo el trato que le ha dado el gobierno Petro al deporte y a los deportistas, tristemente le hallo la razón. Es doloroso ver que el deporte se ha vuelto un instrumento más de politiquería y ha dejado de ser uno de los mayores vehículos de transformación social. 

He tenido la oportunidad de ver cómo el fútbol, y el deporte en general, son grandísimos factores de cambio para nuestra sociedad. Puedo dar fe de que fundaciones como Fútbol Pazífico, en Tumaco, y Tiempo de Juego -que en un principio estaba en Cazucá y luego llegó a las dos costas- han logrado con un balón transformar a la juventud en Colombia. Han sido estas fundaciones las encargadas de alejar a los niños de la violencia y los malos pasos, de prevenir el embarazo adolescente y, sobre todo, darles esperanza a quienes nacieron en donde -como ellos mismos dicen- ni siquiera Dios llegaba los domingos. 

Ahora, lo triste del cuento es ver que mientras dos fundaciones han logrado rebuscarse sus recursos para demostrar que con el deporte podemos lograr grandísimos cambios sociales, las políticas estatales en el deporte han tenido grandes retrocesos. Perdimos los Juegos Panamericanos por la negligencia de hacer el pago y, como se ha denunciado acá, los deportistas lograron triunfos en los Juegos Olímpicos de París a pesar del país y no gracias al mismo. 

El más reciente debate sobre políticas deportivas lo empezó la ahora candidata Vicky Dávila asegurando que ella, al estilo Milei, cerraría el Ministerio de Deporte. Argumenta la candidata que si Estados Unidos es el país con más medallas olímpicas y no tiene un Ministerio del Deporte, “¿por qué Colombia debería tener uno?”. Si bien es cierto, este argumento tenemos que analizarlo con pinzas: al ser un estado federal, el Gobierno no financia directamente al Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos, sino que opera principalmente con fondos privados y patrocinadores corporativos. Las familias estadounidenses gastan aproximadamente 40.000 millones de dólares anuales en deportes juveniles, una cifra que duplica los ingresos de la NFL. Mientras en Estados Unidos las inversiones en deporte vienen de niveles estatales, locales y del sector privado, en Colombia todo depende del gobierno central y de algunos patrocinios que han sido la salvación, como el caso de Colsanitas con el tenis.  

En 2019 pasamos de Coldeportes a un Ministerio del Deporte que, en manos de Ernesto Lucena, daba unos primeros avisos de mejoría en la relación con los deportistas de alto rendimiento. Con la salida de su primer ministro, el Ministerio tomó otro rumbo y desde entonces han pasado con más pena que gloria cinco ministros cuyos nombramientos terminaron en cuotas de inclusión e intercambio de favores. Dejar el deporte con la altura de un ministerio propio pudo haber sido el inicio de la profesionalización del deporte en el país, pero terminó siendo un animal burocrático insaciable que, irónico, olímpicamente adjudica contratos. 

Sea Coldeportes o el actual Ministerio del Deporte, lo que tenemos que tener claro es que, entre tantas peleas políticas y burocracia, estamos perdiendo una de las mayores oportunidades de transformación social del país. Tiempo de Juego y Fútbol Pazífico nos han demostrado que el problema es el indio, no la flecha.

PD: cuentan varias fuentes que el proyecto de la Primera C en el fútbol colombiano avanza con fuerza. Si se da, señor González Alzate, ojalá se dé en pro del deporte y la competitividad y no para negociar fichas para afiliar los equipos. 
 

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