Weildler Guerra
30 Marzo 2023

Weildler Guerra

Un adversario no honorable

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El ELN ha dejado en claro lo que piensa con respecto a las conversaciones que adelanta con el Estado colombiano. Tiene muy poco que obtener con la paz y mucho que ganar con la continuidad de la guerra. Esta la hace cómodamente. Ataca con la ventaja de la sorpresa y se repliega rápidamente hacia una retaguardia segura. En el lado venezolano dispone de reconocimiento, inmunidad, recursos y libertad de movimientos. Ellos son la verdadera autoridad en la frontera con Colombia pues regulan los tratos ilícitos de cualquier tipo, dirimen disputas al interior de las comunidades rurales, establecen tributos y remplazan a la Guardia Nacional venezolana en las tareas de seguridad. Esta presencia del ELN se da a lo largo de la extensa línea limítrofe que va de Castilletes a los Llanos Orientales. Ante este inmenso poder ¿para qué entregar las armas?

No se requiere acudir a informes reservados de inteligencia para saber esto. Basta con conversar con quienes viven en la frontera. Candelaria es una indígena que trabaja como empleada doméstica en Colombia, pero reside en la Guajira venezolana. Cada fin de semana retorna a su vivienda en el vecino país y regresa contando sucesos de su vida cotidiana. Son noticias de su aldea, que hablan del crecimiento de las plantas en su huerta y de la escasez de alimentos y medicinas en su vecindario.  Ella cuenta también como la justicia ha cambiado. Las pequeñas disputas con otras familias wayuu no las resuelven hoy palabreros basados en sus bastones de madera sino hombres armados apoyados en la fuerza de sus fusiles. Existe la sensación generalizada de que el gobierno venezolano confía más en esta organización armada que en sus propios militares. No nos digamos mentiras. El ELN es considerado como un grupo guerrillero en Colombia, pero en la práctica actúa como una fuerza paramilitar en Venezuela.

Leales a una tradición invencible de tahúres siniestros, el ELN ha saludado el gesto de ofrecimiento de paz asesinando a nueve soldados en Norte de Santander e hiriendo a un número igual de militares. Cuatro de los muertos eran jóvenes reclutas wayuu que debían estar exentos del servicio militar. Quizás por causa de la necesidad, la desesperanza o la aventura se alistaron en el Ejército. Inexplicablemente ellos fueron conducidos hasta el Catatumbo en el propio frente de guerra con el ELN en donde deberían estar combatiendo curtidos soldados profesionales.

En una extensa y reiterada cadena de actos infames, el ELN ha torpedeado deliberadamente varias negociaciones de paz en distintos gobiernos. Basta con recordar la muerte alevosa de policías en un barrio de Barranquilla y el atentado con explosivos contra los jóvenes cadetes en la Escuela General Santander. Los conflictos pueden ser distinguidos por los medios en que son conducidos. Algunos tienen un carácter muy destructivo y carecen de reglas, lo que aumenta las posibilidades de la autoperpetuación de la guerra. No debe olvidarse que se trata de negociar con un adversario no honorable.   El ELN está midiendo con sangre el temple y la voluntad del gobierno para continuar con las negociaciones. Esta acción, cruenta y calculada, requiere ser manejada con serenidad y firmeza, pero, en ningún caso, debe quedar sin una contundente respuesta.

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