El Gobierno no aprende de sus errores. Sin un doliente con poder real, la retoma del Catatumbo, El Plateado y el Cañón del Micay seguirán siendo promesas sin cumplir. Sin liderazgo ni acción coordinada, los territorios seguirán en manos de la ilegalidad

El consejo de ministros televisado y transmitido por canales digitales el pasado 4 de febrero fue una anomalía en la historia de Colombia. Nunca antes se había visto un gabinete expuesto en tiempo real, y el experimento le salió mal a Gustavo Petro. Pero, paradójicamente, le salió bien al país. No porque fuera útil, sino porque dejó en evidencia lo que algunos aún se negaban a ver: que no hay un golpe blando contra el Gobierno, ni que su incapacidad para ejecutar se deba a factores externos. Lo que hay es un liderazgo inexistente o disfuncional, una falta absoluta de método y una sorprendente incapacidad de ejecución.
Más que un consejo de ministros, fue un ejercicio de pleitesía. Ministros y directores administrativos adornaban sus intervenciones con elogios a Petro, como si la prioridad fuera rendirle culto en lugar de concretar ideas y definir tareas claras para ejecutar. No hubo una discusión ordenada ni una agenda estructurada. Tampoco se abordó el motivo por el cual se había convocado la reunión: el análisis de los decretos de emergencia tras la declaratoria del estado de conmoción interior en el Catatumbo y otros municipios de Norte de Santander y Cesar. Esa discusión, simplemente, nunca ocurrió.
Dos momentos me sobrecogieron y me llevan a reclamarle al presidente y a su gobierno un ajuste decidido en el rumbo.
El primero fue la intervención de la ministra de Justicia, Ángela María Buitrago Ruíz. Con honestidad y sin reservas, comenzó diciendo que le aliviaba que el consejo ya no se transmitiera en televisión nacional, sin saber que aún se emitía en redes digitales y por RTVC.
Y lo que dijo fue demoledor. Expuso la incapacidad del Gobierno para garantizar la seguridad en los territorios afectados por la subversión y dejó en evidencia el fracaso del proceso de 'Paz Total'. En lugar de recibir una respuesta clara, obtuvo un soliloquio sin dirección. Petro se refugió en el discurso, evitando cualquier directriz concreta para enfrentar los problemas de seguridad más graves del país.
El segundo momento clave fue la intervención del ministro de Defensa, Iván Velásquez Gómez, quien expresó su preocupación por la falta de coordinación del Estado para fortalecer su presencia en El Plateado, municipio del Cauca dominado por grupos armados. Sus palabras confirmaron lo que advertí en octubre pasado en mi columna (ver link abajo) 'Un doliente para El Plateado': sin un doliente, sin un gerente que coordine la retoma del territorio, esta fracasaría. Y fracasó.
La situación no es exclusiva de El Plateado. En el Catatumbo, el ELN y el Estado Mayor Central han generado una crisis sin precedentes, con más de 50.000 personas desplazadas. La respuesta del Gobierno ha sido la misma: presencia militar, declaraciones altisonantes y la declaratoria de un estado de conmoción interior. Pero la presencia militar, por sí sola, es estéril si las instituciones civiles del Estado no se hacen presentes. Si el Gobierno sigue rehusándose a nombrar dolientes con investidura presidencial para coordinar y ejecutar, lo ocurrido en El Plateado se repetirá en el Catatumbo.
El consejo de ministros demostró que el Gobierno sigue cometiendo los mismos errores en la gestión de proyectos de largo aliento. La falta de ejecutores con autonomía para coordinar esfuerzos mantiene al Estado atrapado en la inacción. Petro parece despreciar la importancia de rodearse de personas con autoridad, conocimiento y capacidad de ejecución para movilizar efectivamente al Estado. Si les otorgara la investidura necesaria para coordinar grandes proyectos de Estado, como la retoma de territorios, la efectividad sería, sin duda, mucho mayor.
Petro no supo responder a la ministra de Justicia ni al ministro de Defensa. Se dedicó a hablar y a teorizar sin ofrecer soluciones ni marcar una hoja de ruta clara. El modelo de coordinación actual para la retoma del territorio por parte del Estado no funciona. Es un deber insistir en que la única manera de que el Estado recupere el control de los territorios es con una estructura de liderazgo real, con dolientes que articulen los esfuerzos y tengan la autoridad para tomar decisiones. La ciudadanía espera menos discursos y más resultados concretos, porque sin acción real, el fracaso será total. Y al final, solo quedará el eco del verbo presidencial, resonando en el vacío, sin efecto real.
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