León Valencia
25 Junio 2025 03:06 am

León Valencia

Un hombre y un país desafían al mundo

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Los peores pronósticos están en curso. Un hombre, Donald Trump, y un país, Estados Unidos, están desafiando al mundo. Ya había ocurrido esto. Un hombre, Hitler, y un país, Alemania, retaron al planeta en la primera mitad del siglo pasado y desataron la Segunda Guerra Mundial. 

También, el genocidio contra el pueblo palestino recuerda otro genocidio –el del pueblo judío a manos de Hitler–, que es la más trágica ironía de la historia. Las víctimas de ayer, el pueblo sobre el que Hitler descargó su furia y su locura, ahora hizo lo propio con los palestinos y convirtió a Gaza en el punto de partida del juego macabro de Donald Trump. 

Paso a paso vamos hacia el matadero sin que nadie se interponga en el designio. Israel toma como pretexto un demencial ataque de Hamas para desatar el genocidio de los palestinos; luego, con el argumento de que detrás de los actos terroristas de Hamas está Irán, lanza sus misiles sobre ese país y, a renglón seguido, Estados Unidos, con el argumento de prevenir la fabricación de las armas nucleares por parte de Irán, entra en juego y ataca el territorio persa. 

¿Qué capacidad tiene Irán para proteger sus instalaciones nucleares? No se sabe. En las primeras declaraciones de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) se dice que aún no hay indicios de radiación, lo que podría significar que las bombas descargadas sobre las bases nucleares aún no han penetrado el corazón de los laboratorios donde se procesa el uranio o que, al menos, en estos lugares, no están en el enriquecimiento del uranio. 

¿Qué capacidad tiene Irán para responder a los ataques de Israel y de Estados Unidos? Tampoco se sabe. La convicción de Trump y de Netanyahu es que Irán no puede hacerles ningún daño, por lo que se atreven a estos ataques, y por eso no les prestan atención a los llamados de los centros de poder del mundo. Por eso creen que Irán llegará rápido a la mesa de negociaciones y aceptará su derrota. 

Pero una cosa es la derrota material, la que surge de la inferioridad militar, y otra cosa es la rendición. Una creencia religiosa y un acendrado orgullo nacional rara vez se doblegan. Otra vez, como tantas, Estados Unidos puede hundirse en el pantano de una guerra interminable acompañado de Israel. Ya han visto cómo la nación palestina prefiere el altar de la muerte a la subyugación a que estaba sometida por Israel. 

Para muestra un botón. Este martes 24 de junio, mientras escribía esta columna, abrumado por el temor y por la ignorancia sobre lo que realmente ocurre en el teatro de la guerra, en ese Oriente inextricable circulaban las noticias sobre el ataque de Irán a una base militar de Estados Unidos en Catar, y al mismo tiempo el régimen iraní desmentía el acuerdo de cese al fuego anunciado a cuatro vientos por Donald Trump. Y, por otro lado, Trump criticaba a Israel por seguir lanzando misiles sobre Irán. 

¿Significa algo que China, Rusia, parte de la Unión Europea y los países árabes condenen las acciones de Estados Unidos? ¿Tomarán medidas para detener las brutales acciones de Trump y Netanyahu? Eso solo lo sabremos con el paso de los días, y entre tanto tendremos el alma en vilo esperando lo peor. 

Los llamados a Israel para que detuviera el genocidio no sirvieron para nada. Tampoco las promesas de Donald Trump de empujar la paz en el Medio Oriente y de alcanzar un pacto entre Rusia y Ucrania. Todos los llamados parecen meros artificios, mientras la guerra avanza inexorable. 

Puede ocurrir que, en vez de atajar a Trump, a otros países les dé por ensayar acciones temerarias en otras latitudes; por ejemplo, que China actúe contra Taiwán y los pleitos en Asia se multipliquen o que a Corea del Norte le dé por intervenir abiertamente en alguno de los conflictos. 

La sola mención de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial es aterradora. Más de ochenta millones de muertos y la devastación de Europa. Pero, al decir de los expertos, esa conflagración fue un juego de niños si se compara con lo que puede ocurrir hoy si se desata una guerra nuclear. Será, dicen, la destrucción del planeta. 

Colombia y América Latina están en un rincón que no ha sido tocado por las grandes guerras y, no sin un gran dolor, no sin una innegable tragedia, nos apañamos con las dictaduras militares, con la dolorosa respuesta de las élites políticas a la protesta social y con la insurrección aupada por las guerrillas en la segunda mitad del siglo XX; pero no sabemos los alcances que tendrá una Tercera Guerra Mundial. No sabemos si el cruce de misiles alcanzará nuestro territorio y si entraremos de lleno en la conflagración. Algo tendremos que hacer para expresar nuestro rechazo a la locura de Donald Trump y de los Estados Unidos. 

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