Edna Bonilla
3 Abril 2025 03:04 am

Edna Bonilla

Un mundo feliz

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A finales de la semana pasada, el Dane presentó los resultados de Estadísticas Vitales 2024. También conocimos los hallazgos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud 2025. Los dos estudios confirman el avance de la segunda transición demográfica en Colombia.

Las cifras son contundentes. Según el Dane, en 2024 se registraron 445.011 nacimientos en el país. Es decir, 70.538 menos que en 2023. Esta es la cifra más baja de nacimientos del presente siglo y refleja una caída aproximada del 32,7 por ciento respecto a 2015, y una reducción cercana al 41 por ciento en comparación con los 750.000 nacimientos que se registraban a inicios de la década del 2000. Este descenso, que se ha acelerado desde la pandemia, nos habla de grandes transformaciones que debemos comprender para adaptarnos a las nuevas realidades.

Lo que más llama la atención es que la caída de los nacimientos es sistemática en todo el territorio nacional. Los departamentos con mayor descenso en el número de nacimientos en los últimos cinco años son: Cesar (-36,1 por ciento), Amazonas (-35,0 por ciento), Atlántico (-34,4 por ciento), Magdalena (-34,1 por ciento) y Chocó (-33,5 por ciento). Contrario a lo esperado, los comportamientos de los departamentos más rurales no fueron tan distintos a los de las grandes ciudades. Este es un cambio estructural que impactará las políticas públicas a nivel nacional y local.

La Encuesta Nacional de Demografía y Salud revela cambios muy fuertes en la composición de los hogares en los últimos 10 años. Pasaron de 3,5 miembros en 2015 a apenas 2,9 en 2025. La jefatura femenina aumentó dramáticamente, pasando del 36 por ciento de los hogares en 2015 al 55,2 por ciento en 2025. Como ocurrió con la pandemia, que traté en el artículo pasado, estas nuevas realidades exigen resignificarnos, adaptar las políticas públicas y, sobre todo, comprender que vivimos tiempos de cambios profundos. Esta vez, ojalá sí aprendamos.

Los cambios demográficos que hoy enfrentamos no son producto del azar ni de un gobierno. Son el resultado de una transformación de largo aliento. En la década de 1960, el país tenía un promedio de 7 hijos por mujer, una cifra mayor al promedio de América Latina, y más que duplicada de la de los países de la OCDE. Con el paso de los años se fue reduciendo: 5 hijos en los años 70, 4 en los 80, 3 en los 90, 2 en 2010. Hoy, Colombia se acerca a un promedio de 1,6 hijos por mujer, una tasa inferior a la de países como México o Argentina y similar a la de países de la OCDE. 

Esta fuerte reducción de la natalidad inexorablemente nos evoca a la sociedad de Un mundo feliz, la reconocida novela distópica del escritor británico Aldous Huxley. Allí los bebés nacen en probetas, la maternidad es erradicada en aras de la estabilidad social y la palabra madre se convierte en un insulto.: "Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz; tiene lo que desea, y nunca desea lo que no puede obtener (…) no hay esposas, ni hijos, ni amores excesivamente fuertes", escribió el autor hace cerca de 100 años.

Aunque en Colombia no existe una prohibición estatal, y ojalá que nunca llegue, se está muy lejos de los avances científicos y tecnológicos descritos por Huxley. De la misma manera que en la novela, el país está redefiniendo el papel de los hijos, la crianza, las maternidades y paternidades.

El drástico descenso de la natalidad lleva a reflexionar sobre las transformaciones sociales, económicas y culturales de las últimas décadas. La expansión de la educación media y superior, la acelerada urbanización, la informalidad laboral y la persistencia de brechas de género han influido en la postergación o, incluso, en la decisión de no tener hijos. A esto se suman transformaciones culturales. La estructura familiar se ha modificado, y ello incide en los cambios de los patrones de fecundidad. El descenso de la natalidad ha ido a la par con el aumento de la esperanza de vida. No se trata de un fenómeno aislado ni exclusivo de Colombia. Estos cambios están incidiendo en las preferencias y expectativas personales, y se reflejan en la educación, el cuidado y las pensiones. 

La transformación de la estructura familiar es una realidad innegable. Se estima que, para este año, cerca de 3,7 millones de hogares en Colombia estarán conformados por una sola persona, lo que equivale al 20 por ciento del total de hogares en el país. De mantenerse esta tendencia, en 2035 la cifra podría superar los 6,5 millones, representando el 27,8 por ciento de los hogares. Por otro lado, las uniones formales también están en descenso. Según la Superintendencia de Notariado y Registro, en 2024 se celebraron 52.248 matrimonios en los despachos notariales del país, una cifra significativamente menor a los 69.456 registrados en 2023, lo que representa una caída del 25 por ciento. Este fenómeno no solo refleja cambios en las dinámicas familiares, sino también en las formas de relacionarse, de residir en las ciudades y de proyectar el futuro.

Un segundo hecho es la llamada 'penalización por maternidad' (child penalty), un concepto que hace referencia a las desventajas que enfrentamos las mujeres en el mercado laboral tras convertirnos en madres. Más allá de las dificultades inmediatas asociadas a la crianza, este fenómeno se traduce en una brecha salarial persistente, y en menores oportunidades de desarrollo profesional. El más reciente Informe Trimestral del Mercado Laboral de la Anif, publicado a finales del año pasado, analiza las diferencias salariales entre mujeres con hijos y aquellas que no los tienen. Observan, de manera contundente, que la penalización no se concentra únicamente en los primeros años de crianza, como suele pensarse, sino que tiene un efecto acumulativo a lo largo del tiempo. Según el informe, cuando los niños son menores de 5 años, las madres ganan en promedio un 16,4 por ciento menos por hora que mujeres de condiciones similares sin hijos. Esta brecha se amplía al 35,1 por ciento cuando los hijos tienen entre 5 y 12 años y al 48,3 por ciento cuando superan los 12 años. Adicionalmente, el estudio observa que hay una reducción en la cantidad de horas trabajadas por las madres. 

Un tercer aspecto fundamental en esta discusión es el cambio en las percepciones de los jóvenes sobre la maternidad y la paternidad. En Estados Unidos, una encuesta del año pasado del Pew Research Center reveló que la proporción de adultos menores de 50 años que afirman que probablemente no tendrán hijos aumentó en 10 puntos porcentuales entre 2018 y 2023, pasando del 37 al 47 por ciento. En Colombia también se está presentando la misma tendencia. Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, la proporción de mujeres entre 15 y 49 años que expresan el deseo de tener hijos ha disminuido significativamente, pasando del 28,3 por ciento en 2015 al 16,2 por ciento en 2025. Este cambio en las preferencias de fecundidad es un reflejo de transformaciones más amplias en la manera en que las nuevas generaciones conciben su futuro, el trabajo y la familia.

Tres consecuencias y desafíos para las políticas públicas en educación, cuidado y pensiones:

  • Los cambios para el sistema educativo son y serán cada vez más fuertes. Hace cerca de 10 años, en 2014, alrededor de 752.000 niñas y niños de todo el país se encontraban matriculados en transición. El año pasado, el número se redujo a 659.000. Con la cifra de nacimientos de 2024, y sin fuertes cambios en migración, aun esperando que se alcancen coberturas plenas, la matrícula en este grado bajará a menos de 400.000 estudiantes al cerrar esta década. Esta contracción de la matrícula abre oportunidades para avanzar en jornada única, prescolar de tres grados, fortalecimiento de la calidad y de la atención integral. Es muy importante continuar avanzando en la articulación entre el Ministerio de Educación Nacional y el ICBF.
  • Se requieren políticas activas para una distribución equitativa de las labores de cuidado. En Colombia, 32,2 millones de personas realizan cuidado no remunerado, de las cuales 19,5 millones somos mujeres (90,3 por ciento de las mayores de 10 años) y 12,7 millones son hombres (63 por ciento en la misma edad). En promedio, las mujeres dedicamos 7 horas y 44 minutos al día, mientras que los hombres solo 3 horas y 6 minutos. Estas labores de cuidado serán cada vez más críticas, con una población que envejece y que aumenta en términos relativos.
  • Finalmente, las pensiones. En Colombia solo un pequeño porcentaje de la población logra una pensión. Según la Cepal, solo el 25 por ciento de las personas recibe una pensión, así que la mayoría termina dependiendo de otros y, en general en condiciones de vulnerabilidad. A esta situación contribuyen la baja formalidad laboral y la falta de incentivos para ahorrar durante la vida laboral. La nueva reforma pensional aunque mejora algunos aspectos sustantivos, no resuelve de fondo el problema de la informalidad. En este contexto, se requiere fortalecer las capacidades de jóvenes para lograr un ahorro de largo plazo y obtener una jubilación digna. 

En Un mundo feliz, Aldous Huxley imaginó una sociedad en la que la maternidad y la paternidad tradicional desaparecen. Aunque nuestra realidad es muy distinta, lo cierto es que estamos presenciando una transformación profunda en la manera en la que las nuevas generaciones conciben la familia, los hijos y la crianza. Más que una crisis, estamos ante una redefinición de sus significados y formas. Es necesario entender las transformaciones actuales, con el fin de generar condiciones en las que las decisiones sobre las maternidades y las paternidades sean libres y equitativas. El mundo del futuro no debería ser aquel en el que se elimine la crianza, sino uno en el que cada persona, en igualdad de condiciones, desarrolle sus capacidades y tenga la posibilidad de elegir su propio mundo feliz.
 

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