Juan Camilo Restrepo
20 Mayo 2023

Juan Camilo Restrepo

Y ahora aranceles

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En la última alocución por TV, el presidente Petro anunció que para combatir la inflación y proteger la producción nacional el Gobierno está pensando en subir aranceles.

Es un extraño argumento. Primero porque olvida que subiendo los aranceles lo que se hace es elevar el precio de los bienes importados y por tanto echarle más leña a la hoguera inflacionaria. Los mayores aranceles indefectiblemente se repercuten al consumidor, que es a la postre quien termina pagándolos. 

Cuando se utiliza el arancel se invoca -como lo hace ahora Petro- la necesidad de proteger la producción nacional. Pero poco se piensa en el consumidor que es quien termina pagando los platos rotos de estos embelecos proteccionistas.

En segundo lugar: la elevación de los aranceles frecuentemente atiza el contrabando que es inmenso en Colombia sin proteger la industria nacional. Sería bueno, por ejemplo, que se hiciera una evaluación seria de los resultados obtenidos con el alza reciente de los aranceles para las importaciones de textiles y prendas de vestir. No es difícil sospechar que los grandes beneficiados han sido los contrabandistas, los blanqueadores de capitales y el comercio informal que vende productos importados ilegalmente.

Llama también la atención en la alocución presidencial que el alza de aranceles se presenta como una medida salvadora para contrarrestar la elevación de las tasas de interés que ha tenido que promover el Banco de la República: como es su responsabilidad para enfriar la demanda agregada y enfrentar así la inflación que afortunadamente empieza a ceder.

Uno puede preguntarse frente a esta nueva embestida de Petro contra el Banco de la República: ¿a cuánto habrían llegado los guarismos del costo de vida si el banco emisor no hubiera intervenido oportunamente como ahora se lo reprocha Petro? ¿Al 30 por ciento? ¿Al 40 por ciento? Y en tal caso ¿de cuántos decibeles habría sido la diatriba presidencial contra el emisor?

La devaluación con relación al dólar ha sido el mejor escudo de protección para la producción nacional. Esto naturalmente se asordinó en la intervención presidencial. Desde luego: hay que desplegar políticas para proteger la producción nacional. Pero el instrumento menos eficaz para hacerlo es el de los aranceles. Cuando la elevación de estos se anuncia, se recogen efímeros aplausos, como sucedió en el caso de los aranceles para los textiles, pero al poco tiempo los aplausos se diluyen ante el auge de los contrabandos y el golpe que acarrean para los consumidores.

El instrumento arancelario como arma para modelar durables esquemas industriales es algo pasado de moda. Hace parte del mundo en que aún vive el presidente Petro, pero no del actual. Y todo esto sin mencionar que tenemos compromisos internacionales en la OIC (organización internacional del comercio) en lo que se conoce como “aranceles consolidados”, que cuando se extralimitan generan sanciones en la OMC y medidas retaliatorias por parte de los otros países.

Recordemos que el atorrante Trump trató de diseñar buena parte de su política exterior blandiendo el arma de los aranceles especialmente contra los chinos. Y fracasó rotundamente.

Como escribió recientemente Rudolf Hommes: “Tasas de interés y aranceles, las claves de la alocución del presidente Gustavo Petro: subir los aranceles para contrarrestar el alza de las tasas de interés. ¿Nos volvimos locos? Eso sí dispararía la inflación y volvería la economía colombiana un quilombo”.

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