
El doctor explica que: "La marihuana sí es una sustancia que genera adicción. Y el padecimiento de la adicción a la marihuana no es uno que esté lleno de grandes episodios violentos, pero sí de desasosiego, de dolor, de sufrimiento profundo en el consumidor".
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“Es un gran mito creer que si regularizamos el consumo se acaba el problema”: entrevista de Patricia Lara a Miguel Bettín, experto en adicciones
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En entrevista con Patricia Lara Salive el doctor Miguel Bettin, psicólogo con PhD en Psicobiología y maestría en Adicciones, sorprende con muchos conceptos, entre ellos el de que existe una relación profunda entre el uso de dispositivos electrónicos por parte de los niños y el surgimiento posterior de una adicción a las drogas.
Por: Patricia Lara Salive

Hace más de 40 años, el doctor Miguel Bettín creó la fundación Pide Ayuda –hoy llamada fundación CreSer–, donde se rehabilitan víctimas de todas las adicciones. En días pasados presentó el libro Adicciones, mitos y realidades, muy útil para los interesados en el tema. Ha tratado adictos de todas las condiciones sociales e intelectuales, entre ellos el ministro del Interior, Armando Benedetti, como él mismo lo reveló en reciente entrevista para CAMBIO.

CAMBIO: ¿Qué es una adicción, doctor Miguel Bettín?
M.B.: Es un comportamiento que la persona que lo padece lo repite involuntariamente, a pesar de las consecuencias adversas que le trae. Y esa persona no puede regularlo o eliminarlo. Cuando la adicción ya es de vieja data, y la persona ya está muy adicta a una sustancia, al pasar unas horas de no ingerir cocaína o alcohol, por ejemplo, siente displacer, angustia, desasosiego. Entonces busca consumir rápidamente para eliminar esas sensaciones. Las adicciones se diagnostican con base en las consecuencias que ocasionan. Este factor es mucho más importante que la frecuencia y regularidad con la que se consume.
CAMBIO: ¿Cuáles son las características de un adicto?
M.B.: Se ha hablado siempre de si existe una personalidad adictiva, y eso hoy todavía está en discusión. Pero, obviamente, hay rasgos que predisponen más a unas personas que a otras. Cuando la adicción ya está instaurada, el adicto miente sobre su adicción y la niega constantemente a través de racionalizaciones e intelectualizaciones; incumple sus compromisos o tiene fallas en su comportamiento con respecto a la familia y la pone en jaque emocional. El adicto siempre ‘disfunciona’: no podemos decir que hay un adicto funcional total.
CAMBIO: Eso fue lo que dijo Benedetti en la entrevista: que él siempre había sido un adicto funcional, que jugaba tenis y cumplía sus compromisos, hasta que llegó un momento en que no pudo más. ¿Es posible que un adicto viva años siendo funcional?
M.B.: La conducta adictiva siempre lleva a la baja los procesos psíquicos y comportamentales. Es decir, las drogas, en la medida en que actúan sobre el sistema nervioso alterando sus procesos, alteran la percepción, atención, memoria, raciocinio, sensopercepción, etcétera. De manera que nunca se puede decir que alguien que tenga una adicción esté ‘funcionando’. Algunos días ‘disfuncionará’ menos y otros ‘disfuncionará’ de forma absoluta, pero nunca se puede decir que funciona a cabalidad.
CAMBIO: Benedetti decía que él era funcional en su labor en el Congreso, pero que en la familia sí tenía problemas. ¿Es posible que a uno le funcione la vida laboral y no la personal?
M.B.: Sí. Hay personas que ‘disfuncionan’ menos que otras, pero siempre que se tenga una adicción se está ‘disfuncionando’. No hay la más mínima posibilidad de que las drogas mejoren ciertas cosas, que si consumo pinto mejor o escribo mejor, no. Dicho de otra manera, las repercusiones se verán más en el área familiar que en la laboral. En otras se verán más en el área afectiva, mientras que, en otras, en el área sexual. Pero, por lo general, todas las áreas van a la baja con una adicción. Las adicciones van in crescendo. Después pasan a ser comportamientos que terminan por convertirse en adicciones consuetudinarias, permanentes, diarias.
CAMBIO: ¿La adicción se puede controlar en el sentido de decir: “yo solo me ‘enrumbo’ el fin de semana?
M.B.: Es muy importante esta pregunta porque hay tantas adicciones como adictos. A ese tipo de adicción se le conocía como ‘adicciones tipo Épsilon’. En ellas las personas consumen, por ejemplo, viernes y sábado, o cada 15 días, pero siempre lo hacen de manera constante. Y lo que importa ahí es que ese comportamiento, cada vez que lo tienen, les trae repercusiones negativas en lo social, en lo familiar, en lo laboral, en lo personal, en lo sexual. Y pese a ello, la persona no puede evitar repetirlo el próximo viernes o cada 15 días. También hay adicciones que son de consumos diarios y que terminan por incapacitar, de manera más evidente, a la persona. Además, en una adicción siempre hay que evaluar la sustancia porque no todas actúan igual. Y hay que evaluar a la persona, su personalidad, el contexto en el que consume y el sistema de creencias que tiene alrededor de las drogas.
CAMBIO: A raíz de la entrevista de CAMBIO a Benedetti, el presidente Gustavo Petro escribió un tuit en el que decía que no es lo mismo una adicción, que consumir drogas. ¿Usted qué opina?
M.B.: Indudablemente que no. Existen consumos recreativos de drogas y existen consumos adictivos de drogas. Pero hay drogas que no se dejan consumir recreativamente, por mucho que las denominemos que son de consumo recreativo.
CAMBIO: ¿El bazuco se puede consumir recreativamente?
M.B.: Se puede consumir recreativamente en los inicios. Pero cuando una persona ya tiene una adicción al bazuco, difícilmente va a poder consumirlo de manera recreativa, porque el bazuco tiene la propiedad de ingresar muy rápidamente al sistema nervioso. Es decir, el ‘subidón’ es muy fuerte y la salida del bazuco del sistema nervioso también es vertiginosa. Y ella hace que la persona rápidamente busque consumir más y más… Por eso el consumidor de bazuco demora varias horas consumiendo. Y esa subida y esa bajada le producen angustia.
CAMBIO: ¿La cocaína sí permite un consumo social?
M.B.: Ese es uno de los grandes motivos que han hecho proliferar la cocaína y que la volvieron la ‘gran droga’ en Europa, Estados Unidos y también en nuestro país, porque de alguna manera adquirió un estatus social. Hacia los años ochenta, la cocaína se volvió la droga que se consumía en los altos círculos sociales y políticos. El ‘pase’ de cocaína, como es un estimulante del sistema nervioso, lograba ‘bajarles’ los tragos a las personas ebrias en la fiesta. La cocaína, como es un estimulante, le hace sentir a quien la está consumiendo que está hablando de manera brillante y que ha perdido la timidez. Pero ese funcionamiento no es el típico del cerebro. Ese cerebro está ‘hiperestimulado’ y la persona se percibe mucho mejor de lo que se le está viendo por fuera. Se siente más brillante, y hago énfasis en que ‘se siente’, porque si se evalúa a un cocainómano que acaba de consumir coca y se le pregunta cómo se está sintiendo, él puede manifestar que está sintiéndose brillantísimo; pero quienes lo escuchan lo pueden estar percibiéndolo reiterativo, con gesticulaciones muy particulares.
CAMBIO: ¿Y qué consecuencias negativas tiene, a la larga, consumir cocaína con frecuencia?
M.B.: La principal es que es una sustancia altísimamente adictiva. Y adicción significa alteraciones en el sistema nervioso y alteraciones tanto bioquímicas como de la arquitectura del cerebro. Por eso las adicciones son consideradas enfermedades. Y a veces nos olvidamos de eso y juzgamos a los adictos moralmente. Y eso es lo más inadecuado que podemos hacer.
CAMBIO: En su libro usted dice que ha atendido a toda clase de adictos: amas de casa, pilotos de avión, médicos, magistrados, parlamentarios, militares, abogados, psiquiatras, obreros, taxistas, jueces, actores, alcaldes y altos funcionarios. ¿Eso significa que cualquiera puede caer en la adicción?
M.B.: Ese es uno de los mitos que trato de abordar en el libro. Siempre hemos creído que la adicción es un problema del habitante de calle. Pero un adicto pude ser cualquier persona: nuestro vecino, nuestro compañero de trabajo, un juez de la República, un piloto de avión. En todas las esferas sociales y políticas encontramos personas con adicciones que están sufriendo, con dolor, y teniendo que ocultar ese problema día a día. Y viven con desasosiego. Porque algo en lo que quiero hacer énfasis es en que la adicción es sufrimiento. Siempre. El adicto sufre el doble porque aparenta que no es adicto y eso tiene un costo psíquico importantísimo, pues tiene que vivir mostrando que no es adicto, pero lo es.
CAMBIO: Hay quienes prueban la droga y el alcohol y no quedan ‘pegados’. ¿Existen condiciones genéticas o psicológicas que hacen que una persona quede adicta y otra no?
M.B.: Así es. Hay mucha gente que prueba drogas y nunca desarrolla una adicción. Siempre hay mucho más riesgo de desarrollar una adicción si se tienen antecedentes adictivos en la familia. Ahora, parece que lo que está más ligado a la genética es la tendencia adictiva, pero no necesariamente a la misma sustancia. Hay personas que creen que su antecedente es al alcohol y que no les va a pasar nada con otras drogas. En esto hay factores de tipo genético y rasgos de personalidad. Las personas más impulsivas, por ejemplo, tienen mayor tendencia. Y algo muy importante: el consumo de sustancias, si se inicia antes de los 20 años, cuando el sistema nervioso no ha acabado de madurar, pone en riesgo a una persona, tenga o no tenga antecedentes genéticos.
CAMBIO ¿Cuál es el tratamiento para un adicto?
M.B.: Existen diferentes formas de tratamiento para una adicción. Un adicto puede salir adelante con terapias individuales, asistiendo una, dos o tres veces por semana donde un terapeuta experto. O puede haber la necesidad de que el adicto se interne. A veces hay tratamientos basados en la espiritualidad que también pueden dar resultado. Los tratamientos sobre adicciones van a requerir muchas veces la ayuda de psicofármacos, porque ellas por lo general van acompañadas en un 70 por ciento por otro tipo de padecimientos mentales, como depresiones, ansiedades, trastornos afectivos bipolares. No basta con aguantarse el no consumir. Hay muchas personas que logran aguantar el deseo de consumir, pero no han sanado los traumas emocionales que están debajo de las adicciones. Y es necesario abordarlos y que sanen psicoterapéuticamente para que se pueda hablar de una especie de sanación de la adicción o del comportamiento adictivo.
CAMBIO: O sea que cuando una persona, por equis razón, no puede asistir a un centro de recuperación de adictos, ¿es factible que se trate individualmente?
M.B.: Claro que sí. Muchísimas personas lo hacen. Y algo muy importante: hay un gran mito alrededor de que los adictos nunca se recuperan. Eso no es cierto. Existen tasas de recuperación del problema de adicción que son incluso superiores a las de la hipertensión y la diabetes. Solo que como la recaída en adicción es tan escandalosa, la familia vuelve a caer en la desesperanza. Y claro, hacen más ruido los que no se recuperan que los que sí lo hacen. Pero de la adicción sí se sale. Y las personas pueden salir de ella mientras trabajan y cumplen con sus labores. Aunque claro, hay adicciones que necesitan un periodo de internamiento, porque es una enfermedad neuropsicológica que requiere periodos de ‘deshabituación’ a la droga, y hay factores de tipo personal, social o circunstancial que estimulan nuevamente el consumo. Es decir, una adicción en una persona está asociada a ciertas horas del día, a cierto tipo de reuniones, a ciertos estados mentales, y si la persona está dejando la adicción, y vuelve a estar en una circunstancia similar a la que se daba siempre que consumía, se va a ver estimulada a consumir. Y si se deshabitúa durante un tiempo, se puede producir una ‘desasociación’ de la droga con ese tipo de circunstancias.
CAMBIO: La adicción comienza a superarse cuando el adicto reconoce que es adicto. Pero les cuesta muchísimo trabajo reconocerlo. ¿Por qué?
M.B.: El principal obstáculo que tiene una persona para reconocer su adicción es la vergüenza. Obviamente, ello se debe a la concepción moral que impera aún sobre la adicción y sobre el adicto. O sea, por mucho que, de dientes para afuera, digamos que entendemos la adicción como una enfermedad, la seguimos en el fondo viendo como un déficit moral. La persona ha caído en un comportamiento que es demasiado inadecuado y que de alguna manera es inmoral y eso hace que lo niegue de las maneras más inverosímiles. Es muy complicado para la persona admitirlo. Afortunadamente, de 15 o 20 años para acá, la familia ha empezado a dejar de sentirse tan culpable y ya no enmascara el problema, sino que termina por buscar ayuda, y eso hace que el adicto también se motive a buscarla.
CAMBIO: ¿Realmente es posible superar la adicción?
M.B.: Claro que sí.
CAMBIO: ¿Y una persona que fue adicta y se recupera, ¿está capacitada para desempeñar cualquier cargo, bien sea ministro del Interior, presidente de la República, ministro de Minas o de Hacienda?
M.B.: Una persona que supera un problema de adicciones tiene todas las capacidades del mundo para desempeñar cualquier función en su vida. Incluso, haber padecido la adicción las hace desarrollar una sensibilidad muy profunda por los demás seres humanos y por el padecimiento. De tal manera que eso, en muchos casos, no voy a decir en todos, se convierte en un plus importante.
CAMBIO:¿Cómo pueden prevenir la adicción los padres de familia y los colegios?
M.B.: En materia de prevención es muy importante la información acerca de las drogas y de lo que son los comportamientos adictivos. También, que no introduzcamos a nuestros niños pequeños en el uso de dispositivos electrónicos. La ciencia ha reconocido la profunda correlación que existe entre el uso temprano de dispositivos electrónicos y el desarrollo de una adicción hacia los mismos, y que eso después se traslade a adicciones a sustancias o a otras adicciones comportamentales.
CAMBIO: ¿Entonces es factible que un niño que desarrolle una adicción a las pantallas, en su adolescencia la transforme en adicción a la droga o al alcohol?
M.B.: Totalmente. Hay distintas investigaciones científicas que lo demuestran. Porque la adicción es una forma de comportamiento del cerebro frente a estímulos que producen placer y, una vez instaurada una forma de estimulación placentera en el cerebro, que implica la cooptación por un sistema externo ya sea por pantallas o por sustancias, el cerebro de alguna manera ha hecho ese aprendizaje y puede trasladarlo a otro objeto u otro comportamiento adictivo.
Hay autores que hablan de que los niños no deben usar pantallas hasta los 14 años. Eso ha empezado a reconocerse en el mundo. Los propios inventores de todos los sistemas han reconocido el riesgo tan grande que implica, para cerebros tan pequeñitos, apenas en formación, alterarles su sistema del placer, que está en la zona del cerebro donde de alguna manera toman asiento las adicciones.
Sustituir el biberón por un dispositivo electrónico es de lo más grave que hay. Tenemos que volver a los cantos de cuna, a las reuniones familiares, a los juegos infantiles que, de alguna manera, desarrollan la afectividad y la emocionalidad, y a que los niños aprendan a gestionar las emociones de manera temprana y a desarrollar pensamiento crítico y habilidades sociales. Es una tarea fundamental para prevenir la aparición de adicciones. Pero no solamente eso. Es también el antídoto para las depresiones, para las ansiedades. El país está en mora de desarrollar una verdadera política preventiva. Creo que en estos días está por aprobarse un proyecto de ley sobre desarrollo de emociones y sobre una cátedra emocional en los colegios. Ese es un muy buen primer paso. Pero en las familias también tenemos que darlo. El desarrollo emocional es fundamental.
CAMBIO: ¿Desde el punto de vista psicológico cuál es el caldo de cultivo de la adicción y cómo puede prevenirse?
M.B.: Son varios caldos de cultivo. Uno, por ejemplo, que haya consumo familiar de sustancias. Ese es un factor de riesgo importantísimo. No estoy hablando, obviamente, de un consumo moderado de alcohol en la familia. Pero si hay un consumo de sustancias ilegales, ese es un riesgo para desarrollar adicciones por parte de los hijos. Los niños que llegan a consulta con adicciones, a veces vienen de hogares donde ha habido un consumo de alcohol abusivo y ellos empiezan el consumo bebiéndose los ‘cunchos’ de alcohol de las copitas que quedan de las fiestas de los padres. Otro es la carencia de educación emocional. El tercero es que hay una gran oferta de droga. Y algo muy grave es que la percepción del factor de riesgo sobre las drogas se redujo de manera considerable a partir de la parafernalia exageradísima, demasiado publicitada, debida a los intereses capitalistas salvajes que hay detrás de la industria de la marihuana, que les ha llevado el mensaje a los niños y a los jóvenes de que no hay casi ningún riesgo en consumir marihuana y tampoco ninguna otra sustancia. Ya no hay tanta percepción del riesgo sobre el consumo, y eso es gravísimo. Estamos necesitando llevar una información mucho más científica y clara sobre el asunto. La marihuana sí es una sustancia que genera adicción. Y el padecimiento de la adicción a la marihuana no es uno que esté lleno de grandes episodios violentos, pero sí de desasosiego, de dolor, de sufrimiento profundo en el consumidor.
CAMBIO: ¿Qué es la educación emocional?
M.B.: La educación emocional nos enseña a identificar nuestras emociones y a gestionarlas de manera adecuada para convivir y enfrentar la vida de una mejor manera. Por carencia de educación emocional, nos convertimos en seres binarios emocionalmente. Es decir, no somos capaces de diferenciar cuándo estamos nostálgicos, deprimidos o tristes; cuándo tenemos una emoción de amor o de cariño. Y la capacidad de identificar eso es un elemento importante porque nos ayuda a entender cómo estamos y a dar el paso para solucionar los problemas que tenemos en esa esfera de la vida.
CAMBIO: Entonces, desde el punto de vista de las políticas públicas, para prevenir el consumo de drogas, ¿habría que establecer una cátedra de educación emocional y desarrollar una gran campaña publicitaria sobre el daño de la droga?
M.B.: La publicidad debe ser formadora y traer una información concisa, científica y clara. Y tenemos que generar espacios de formación de habilidades emocionales. Mientras las personas desarrollen pensamiento crítico y aprendan a gestionar sus emociones, cuidarán su vida mucho más fácilmente.
CAMBIO: La lucha contra el narcotráfico ha hundido al país en la violencia y la corrupción. ¿Qué opina de la legalización de la droga? ¿Conviene, o no?
M.B.: Uno de los principales problemas acerca de esa discusión en este país es que nos dejanos llevar siempre a la esquina de la legalización o de la no legalización de las drogas. La regulación es un punto de llegada y no de partida. Se nos ha querido vender la idea de la legalización y ahí se acaban todas las discusiones acerca de la droga. Y eso es lamentable. Somos el primer país exportador de cocaína del mundo, pero lo que eso significa se volvió paisaje. No podemos llegar a la legalización creyendo que la regulación es la solución de todo. Hay muchas sustancias como la gasolina y los químicos, que no son catalogadas como drogas, y que también son usadas por los jóvenes. Cuando hablamos de regulación tendríamos que empezar por regular una cantidad de sustancias. Es un gran mito creer que si regularizamos el consumo se acaba el problema. Las bandas de narcotraficantes no se dejan quitar el negocio tan fácilmente. Por mucho que el Estado se encargue de una buena parte de la producción, la adicción es tan grande que siempre va a haber un clan interesado en venderles esa droga a los adictos del mundo. Y va a encontrar bases de campesinos, aquí o en cualquier otro lugar, que van a estar necesitados de vender esa droga a un mejor precio a esas mafias, antes que recibir los dineros que les ofrece el Estado. La adicción tiene que empezar a solucionarse desde el punto de vista de las investigaciones científicas sobre mejores tratamientos y prevención, así como de políticas de reducción de la producción y del control de los capitales. Pero no entremos a la discusión solamente de la legalización. Es una falacia creer que tocamos esa tecla y solucionamos el problema de las drogas de una vez por todas en el mundo.
CAMBIO: Si usted tuviera, desde el Estado, la capacidad de decidir, ¿cómo manejaría el problema del narcotráfico? ¿Qué consejo le daría al presidente Petro?
M.B.: Consejos no le doy ni al presidente Petro ni a ningún presidente. Pero mi opinión es que tenemos que seguir desarrollando una política que desincentive el cultivo por parte de los campesinos. Habría que crear unos ‘bonos de coca’: esa es una idea que a mí me ronda hace rato.
CAMBIO: ¿Cómo es esa idea de los ‘bonos de coca’?
M.B.: El Estado podría negociar con los grandes países del mundo la reducción en la producción prometida por unos bonos en dinero que le llegarían a Colombia, comprometiéndonos todos a que vamos a reducir el cultivo, por ejemplo, de coca y, obviamente, la producción de cocaína.
CAMBIO: Bonos que irían a los campesinos...
M.B.: Bonos que irían a los campesinos, pero también para las carreteras, para crear institutos técnicos, para mejorarle la calidad de vida de los campesinos. Aquí no se trata solamente de entregar tierras sino que haya empréstitos y desarrollo tecnológico para trabajarlas.
CAMBIO: ¿Entonces no le da ningún consejo al presidente Petro?
M.B.: No, yo no tengo la posibilidad de darle consejos al presidente Petro. Si la tuviera, obviamente se los daría.
