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Narcisismo, psicopatía y maquiavelismo: la ‘triada oscura de la personalidad’ en gobernantes, gerentes o líderes
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Miguel Bettin, PHD en psicobiología, analiza para CAMBIO ese trastorno de personalidad que, a veces, afecta la salud mental de muchos de quienes dirigen la política, la economía y la sociedad.
Por: Miguel Bettin
Las decisiones, planes y acciones de gobierno, de dirección, de gerencia empresarial y de liderazgo social o religioso, tienen mucho más que ver de lo que se cree con las características de personalidad del gobernante, del gerente o del líder, que con sus propias políticas o planes. Dicho de otra forma, la salud mental del gobernante, del empresario o del líder, es decir, una buena salud mental o sus psicopatologías, determinan no solo las ideas y planes que concibe, sino también la manera de desarrollarlos, de llevarlos a cabo y de convencer o enfrentar las oposiciones y a los opositores.
Dentro del conjunto de psicopatologías presentes en algunos gobernantes, jefes o líderes, la triada oscura de la personalidad es quizá la que suele ser más dañina y destructiva. Es una psicopatología que está compuesta por tres ominosos cuadros mentales, que si bien pueden resultar algunas veces útiles –pragmáticamente hablando– para el gobernante o el líder, para los gobernados finalmente terminan siendo abominables y funestos. El narcisismo, el maquiavelismo y la psicopatía son los tres cuadros psicopatológicos que componen de manera simultánea e interactiva este trastorno.
La combinación de estos rasgos en un individuo líder o en un gobernante, crea una forma de ser, de relacionarse y de actuar, que llega a ser dramáticamente fatídica.
Los gobernantes, líderes o gerentes que han presentado o presentan esta patología son en esencia personas poco o nada empáticas, es decir, con muy poca o ninguna posibilidad de sentir lo que los demás sienten, de ponerse en sus puntos de vista, de percibir y sentir sus dolores, sus carencias y sus sufrimientos. Y es precisamente por ello que necesitan y se proponen adoptar posturas bondadosas y altruistas, y mostrarse falsa y teatralmente interesados en los demás.
En tanto que también son maquiavélicos, estos individuos son astutos, manipuladores, locuaces e histriónicos, buscando engañar a las demás personas para lograr sus propósitos, cualquiera que ellos sean. Obviamente, este rasgo en un gobernante de un país, de una región, o en un líder de grandes poblaciones, o en un gerente de una empresa, alcanza un impacto social y económico de importantes dimensiones. En esencia, entonces son muy hábiles para persuadir a los demás al utilizar tácticas mentirosas de seducción y encanto y de chantaje emocional. Moralmente hablando, son inescrupulosos y, sin dudar, sacrifican a los que los rodean y les han sido leales.
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En tanto que son narcisistas, los sujetos que padecen este trastorno ‘triádico’ buscan constantemente producir admiración, ser elogiados y reconocidos, y se atribuyen una exageradísima importancia porque tienen una tergiversada percepción de sí mismos como personas excepcionales, pero paradójicamente son profundamente inseguros y frágiles emocionalmente. Eso hace que, en términos de economía psíquica, inviertan mucho para poder ocultar estas debilidades.
No establecen relaciones reales, por su falta de empatía y egolatría. Los gobernantes, líderes sociales o empresariales que presentan este cuadro suelen ser carismáticos y demagogos, al mismo tiempo que obstinados y testarudos aún si perciben que el punto de vista del otro es el correcto.
La psicopatía es el tercer cuadro componente del trastorno oscuro de la personalidad, por lo cual estas personas subvaloran y desprecian los procedimientos, acuerdos o normas sociales, creyendo que su visión es la adecuada. Y por ello pueden pasar por encima de las mismas sin sentir culpa o arrepentimiento. Por regla general, siempre tienen un discurso explicativo acerca de esas violaciones. Llegan a incubar resentimiento y odio insuperables por las personas o entidades que, según su percepción, los han ridiculizado, o se les oponen, o por quienes los obstaculizaron en algo. Y, lo que es peor, pueden por años planear la venganza y llevarla a cabo mucho tiempo después tanto hacia esas personas, como hacia instituciones. El componente psicopático de la tríada también le aporta elementos como la crueldad y el placer por hacer daño a personas o cosas. En resumen, este cuadro los hace personas altamente peligrosas. En líderes y gobernantes, este rasgo es el responsable de provocar dolorosos conflictos o colapsos empresariales o comunitarios.
Si bien el trastorno oscuro de la personalidad no hace parte de los manuales internacionales de los trastornos mentales, tiene, eso sí, una gran aceptación por los profesionales de la salud desde que fue reconocido como una entidad psicopatológica en 2002, cuando Paulhus y Williams publicaron un artículo en la revista científica Journal of Research in Personality titulado ‘The Dark Triad of Personality: Narcissism, Machiavellianism, and Psychopathy’.
Y, comosi fuera poco, este cuadro y sus consecuencias suele verse agravado aún más cuando el sujeto que lo padece consume alcohol y /u otras drogas de forma adictiva, lo cual es muy común en líderes ya sea que lo hagan de manera constante o de forma adictiva episódica, también conocida en el lenguaje de las adicciones como epsilón.
En otras palabras, muchas veces los analistas financieros, los politólogos, los sociólogos, los comunicadores u otros profesionales, buscan las causas de los problemas de una empresa, de una sociedad, de un país, o de un gobierno, en los modelos económicos o administrativos que se utilizan, porque miran con desdén el papel que pueden jugar los aspectos psicológicos en la explicación, esto es, sin percatarse de una posible causa que puede llegar a ser la determinante: los problemas mentales del gobernante o el líder. En tal sentido, en muchas ocasiones, no debemos buscar la fiebre en las sábanas, olvidando o desconociendo el inmenso papel que tienen en ello las psicopatologías de los gobernantes, gerentes o líderes sociales.
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Por el contrario, para cualquier experto en salud mental, algunos comportamientos son indicadores sintomáticos de la existencia de un trastorno o de una enfermedad mental. Así mismo, ese especialista podrá saber casi de inmediato si el trastorno inhabilita o incapacita temporal o definitivamente a la persona para ejercer ciertas actividades.
Estas enfermedades suelen ser la causa de los manejos caóticos, indisciplinados y desacertados en las empresas, los gobiernos o en los liderazgos comunitarios o religiosos.
Obviamente, este gravísimo conjunto de trastornos de la personalidad que conforman esta gran triada oscura de la personalidad no es evidente para personas sin formación en salud mental, pero –lo que es peor aún– tampoco es evidente incluso para todos los que trabajan en este campo, precisamente porque algunos de sus rasgos están orientados a mimetizar el trastorno y llegan a hacer parecer algunas de sus características psicopatológicas como virtudes.
Las personas líderes o gobernantes con este trastorno suelen estar rodeadas de personas que los siguen ciegamente, lo cual hace que se agudice el desorden, y ello pese a que observan con desconfianza los comportamientos patognomónicos del cuadro, pero se mantienen allí, leales a su liderazgo, por necesidad o por una forma de seguimiento casi enfermiza.
No obstante, es precisamente cuando este trastorno está presente en una persona que acumula poder cuando hay que garantizar que ese individuo sea tratado psicológicamente cuanto antes, lo cual puede incluir que sus médicos procuren un alejamiento temporal o definitivo de sus funciones en la empresa, el gobierno o la comunidad. Pero también es absolutamente necesario que, en los procesos de selección de los gerentes de las empresas y los líderes comunitarios o religiosos, se les realicen a los aspirantes pruebas sobre las condiciones mentales y entrevistas de evaluación psicopatológica. Y ello también debe ser así en el caso de los individuos que aspiren a cargos públicos en los que tengan que tomar decisiones que afecten a muchas otras personas. Lo que se busca con todo ello es que sean personas sanas mentalmente las que llegan a ejercer funciones que pueden poner en riesgo la vida propia y la salud mental y física de otras.