Podcast Somos Comunidad: Fuerte como el agua
19 Noviembre 2022

Podcast Somos Comunidad: Fuerte como el agua

Crédito: Fotografía: Juan Acosta

"Carolina Mosquera, recordaría la entereza de su mamá Aidé y aprendería dos cosas: que el liderazgo exige valentía y que no hay fuerza más poderosa que la de una comunidad unida", cuenta Eccehomo Cetina sobre la líder Carolina Mosquera en la quinta parte del podcast Somos Comunidad.

Por: Eccehomo Cetina

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Los hombres bajaban todos los días a las cinco de la mañana a la plazoleta de la vereda Lomitas, en donde, como era habitual, se encontraba la matrona Aidé Chambal y su hijita de cinco años, Carolina, vendiendo sus pandebonos recién horneados.

Envuelta en una ruana y con una canasta tibia, la niña los ofrecía al grupo que desmontaba de las camionetas con sus armas chasqueantes y sus uniformes olorosos a género nuevo. A veces, los vehículos pasaban repletos de cuerpos que arrojaban al río Cauca.

Ya sabían que eran integrantes del Frente Farallones del Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), con quienes habían tenido que convivir desde que se tomaron el poblado a principio de 2000.

Pero cierto día, llevaban a una persona en el platón del vehículo que logró zafarse y prenderse de las piernas de Aidé Chambal. Era un hombre de mediana edad. “¡No deje que me maten!”, imploró desesperado.

Para profundizar

Los paramilitares le apuntaron con sus armas y ordenaron que soltara las piernas de la mujer. “Ustedes aquí no van a matar a nadie” se impuso la voz de Aidé. Entonces, los espectadores se acercaron para hacer eco de su exigencia. Hubo un peligroso forcejeo con los paramilitares que quisieron arrastrar al condenado de los pies de Aidé, pero ante el ímpetu de la mujer y los espectadores, que hicieron un anillo, se pudo evitar el crimen.

Desde entonces, Carolina Mosquera, recordaría la entereza de su mamá Aidé y aprendería dos cosas: que el liderazgo exige valentía y que no hay fuerza más poderosa que la de una comunidad unida. Una fuerza que es como el agua, reposada pero constante, capaz de romper con sutileza el rigor de una piedra.

Estos dos principios han marcado su trabajo con la comunidad de Lomitas, Cauca, desde que recibió el testimonio del liderazgo de su mamá y, después, de su tío Edgar Quintero. Carolina tiene hoy veinticinco años, de los cuales ha dedicado trece al beneficio de su comunidad, como lo han hecho todos en su familia.

Fotografía: Juan Acosta.
Fotografía: Juan Acosta.

Así como el ámbito humano del departamento del Cauca es diverso y desbordante en culturas y costumbres, del mismo modo su mapa de conflictos es intrincado y está atravesado por una violencia circular, de odios y venganzas que se resisten a desaparecer desde que los paramilitares del Bloque Calima de las AUC se marcharon.

Veamos: el corredor entre Lomitas y Buenos Aires, que incluye Los Mandules y Mazamorrero es campo de confrontación entre las disidencias de las Farc con el grupo armado Jaime Martínez y la guerrilla del ELN (Ejército de Liberación Nacional). El combustible de esta violencia es el despojo de tierras, el narcotráfico y la extracción ilegal de recursos. Una muestra: los habitantes de Suárez, Buenos Aires y El Naya han denunciado que estos municipios están invadidos por cultivos de uso ilícito.

Y allí, en medio de la violencia, permanece la comunidad inerme, amparada tan solo por sus líderesas sociales como Carolina Mosquera. Estos servidores de la comunidad deben realizar su trabajo bajo peligros y amenazas constantes.

El 15 de mayo de 2022, Edgar Quintero, el tío de Carolina, fue asesinado cuando se encontraba pastoreando sus vacas en su parcela. Fue el cuarto asesinato de ese año en la zona y, sin duda, el que más tropiezo causó a la defensa de los derechos de la comunidad, pues Edgar Quintero era el responsable de impulsar proyectos ante las instituciones en relación con la reparación colectiva y la restitución de tierras.

Para profundizar

Carolina, quien ya venía manejando varios temas en las instancias locales afro, como Quilombos y Palenques, tuvo que asumir las responsabilidades desempeñadas por su tío. No podía dejar huérfanos a los pobladores en tales procesos. Debió tomar la batuta pese al crimen que llenaba de dolor a su propia familia y—ante la desprotección de la fuerza pública—seguir adelante con las causas e inquietudes de su comunidad.

Sin embargo, lo que temía ocurrió a mediados de junio de 2022.  Varios hombres del pueblo indígena de Lomitas, llegaron una tarde a la casa de Carolina Mosquera y le dijeron que si en tres horas no se había ido de la población la mataban. Por todo argumento, mostraron las armas y en tono condescendiente le dijeron que debía agradecer el aviso, pues hubiesen podido hacer lo mismo que con su tío.

Carolina sigue trabajando por la comunidad desde el lugar donde buscó refugio. Está a la espera de recibir protección del Estado para continuar con sus labores sociales. “Nos quieren afuera porque se niegan a que visibilicemos lo que está pasando dentro de la comunidad. Lomitas hace parte de un proceso de restitución, de reivindicación de derechos, de un proceso colectivo que no puede parar”, concluye en el hontanar fresco y rumoroso de la quebrada donde fue fotografíada.

Está orgullosa del relevo generacional que asumió por su vereda y su familia. Hace dos años comenzó su carrera de estudios políticos y resolución de conflictos en la Universidad del Valle, pues está convencida de que los líderes no solo deben conocer su territorio, sino que también deben prepararse para asumir procesos ante las instituciones.

“Si el liderazgo muere, las comunidades se acaban. Por eso, aunque el miedo sea poderoso, no me dejo vencer de él. Sigo resistiendo desde donde sea, pues no pienso abandonar el territorio”, concluye plácida, mientras flota en la superficie del riachuelo. Fuerte como el agua.

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